CARACAS, Venezuela—. Desde nuestro último reporte para los seguidores de “Nuestra Voz”, mucha agua ha corrido bajo los puentes de la patria de Bolívar. Esas aguas se llevaron las ilusiones de muchos que aún sentían que podían permanecer en Venezuela y pasaron a engrosar las filas de emigrantes. Salen por cientos diariamente. Ya rozan los 6 millones, lo que equivale a decir que toda Caracas se ha ido. De hecho, entre las ausencias y la falta de repuestos para vehículos, el volumen de tráfico que caracterizaba a esta metrópoli ya ha mermado, aún en las horas-pico. La inseguridad y la impunidad que la protege se hace cargo de las tardes y noches de soledad en nuestras oscuras calles.
La situación en Venezuela ya se hace intolerable, tanto, que hay concienzudos analistas que avizoran un desenlace abrupto para este estado de cosas. La producción ha caído a niveles imposibles, hasta el punto de que los gestores del gobierno andan detrás de quienes aún producen algo de alimento para confiscar el 100% de su trabajo. Esto no hará sino aumentar la escasez pero permitirá, por un tiempo, mantener el clientelismo oficialista llenando con esos productos sus bolsas Clap -de beneficencia pero no por ello gratis-, las cuales entregan por estricta presentación del llamado “Carnet de la Patria”, el cual virtualmente identifica a los militantes del partido de Maduro, procedimiento que indica la frágil adhesión que su gobierno consigue y la imposibilidad de importar a gran escala.
La ruina de la industria petrolera combinada con la corrupción han vaciado las arcas públicas. Es difícil quebrar a un país petrolero pero el socialismo del siglo XXI lo ha logrado.
La Iglesia Católica, a través de Cáritas, ha ofrecido sus redes para distribuir ayuda humanitaria que jamás ha sido autorizada por el gobierno. Los obispos han denunciado la situación como la voz que habla por aquellas que no se escuchan. Pero el gobierno de Maduro no reconoce la crisis y se niega a recibir asistencia comparándola con una “invasión” y una injerencia en los asuntos internos de Venezuela.
El gobierno tiene poca disponibilidad de recursos. Eso ha ocasionado roces internos entre los diferentes grupos que forman el piso “duro” que sostiene al régimen, piso que hoy se siente más blando que nunca a juzgar por las presiones a nivel internacional que se han traducido en varios dolores de cabeza para la jerarquía revolucionaria:
- Las sanciones impuestas por la Unión Europea. La vicepresidenta de la República, Delcy Rodríguez, calificó como una “extorsión” esas nuevas sanciones contra 11 altos funcionarios del país, y en las que ella figura por “violar los derechos humanos y socavar la democracia”.
- La Organización Panamericana de la Salud exhorta al gobierno de Venezuela a tomar acciones urgentes en el área de la salud, situación que ha sido causada principalmente por la migración de personas infectadas en áreas mineras del estado de Bolívar a otras zonas del país. Las enfermeras se encuentran en paro indefinido a nivel nacional y otros sectores del sistema de salud pública podrían seguirlos en breve, toda vez que se producen paros sectoriales con frecuencia diaria. Las universidades también efectúan un paro docente, acatado por 13 de ellas, lo que induce a pensar que podría ocurrir un colapso en mayor escala en cualquier momento. Es la crónica de un aletargamiento anunciado.
- La vulneración de libertades aprieta cada día más. En lugar de producirse la anunciada liberación de presos políticos, ha tenido lugar la excarcelación de unos pocos —en condiciones que distan de parecer libertad— en tanto que aún permanecen muchos tras la rejas y a cada rato detienen más, en clara imitación de lo que ha sido el proceso cubano: la llamada “puerta giratoria”, por donde salen unos y entran otros. El general retirado Gonzalo García Ordóñez, ex jefe del Comando Unificado de la Fuerza Armada, opinó acerca del insólito llamado de Maduro a la fuerza armada exigiendo lealtad: “Debe estar sintiendo algo, es la segunda vez que Maduro hace un llamamiento en esta dirección. Esto quiere decir que no ha desaparecido lo que él considera una amenaza, por eso su exigencia. Otro aspecto es que el presidente pida lealtad porque va a aumentar la represión, va a ser más severa. Hay muchas lecturas, hay que ver en los próximos días qué es lo que sucede”.
- Con broche de oro cierra la alta representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Federica Mogherini: El expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero no representa a la UE en su mediación en la crisis de Venezuela, con lo cual descalifica al gran operador político del régimen que conduce Nicolás Maduro.
- Como si todo esto fuera poco, la tortura, que ha regresado a Venezuela sin pudor, se suma al expediente que pesa sobre el gobierno madurista. El pasado viernes en Ginebra, el nombre de Venezuela volvió a retumbar en el segundo informe a distancia de la Oficina del Alto Comisionado de las ONU por los Derechos Humanos. El documento, rechazado por el Gobierno de Maduro por “arbitrario” expone las “graves y sistemáticos abusos cometidos en Venezuela y la impunidad generalizada en la mayoría de estas violaciones”, que requieren, de acuerdo al organismo, “una implicación mayor de la Corte Penal Internacional (CPI) para identificar a los culpables y hacer justicia”. El organismo denuncia cientos de homicidios, presuntas ejecuciones sumarias, uso excesivo de la fuerza en contra de manifestantes, torturas y detenciones arbitrarias por las fuerzas de seguridad.
La carga de profundidad, no obstante, se coloca en el terreno de la comunidad internacional si tomamos en cuenta tres aspectos que justifican la preocupación que embarga a las más lúcidas mentes que siguen el caso Venezuela: el éxodo hacia países vecinos y lejanos, el más numeroso e impactante en la historia del continente americano, ya está planteando serios problemas internos a las naciones que los reciben. Antes, los exilios voluntarios o impuestos, tenían una motivación fundamentalmente política; la particularidad de esta “huida” del país está en que se trata de una emigración económica lo que deriva en un gran problema social. Por otra parte, el ingrediente narco-terrorista que se incuba acá pero permea hacia otras latitudes está planteando un serio problema de seguridad geopolítica.
A grandes rasgos, tenemos un panorama muy complejo. La sociedad venezolana, que tanto ha luchado en las calles, se mantiene ahora expectante pero sin un solo líder que pueda capitalizar el repudio al régimen y movilizar, como un bloque, las ganas de cambiar el esquema político. Hay incredulidad y hastío. Ciertamente, el elenco político privilegia una agenda completamente distinta a la que conduce los ánimos de las mayorías.
El país político no tiene nada que ver con el país nacional, más allá de discursos y quejidos. Por los momentos, dependemos de las presiones internacionales y de gestiones de negociación, más allá de lo conocido, que puedan facilitar lo que nadie cree hoy posible: un cambio sin más sangre ni muertes.-