Frente al influjo de un mundo globalizado desde su contexto social, histórico y cultural, en un sistema que habla de individualismo, consumismo y se fomenta la pérdida de valores, la Iglesia Católica se enfrenta al reto del anuncio eficaz del evangelio, la búsqueda de sentido y la promoción de los valores humanos que aporten a la transformación de la sociedad. Entonces surge como una necesidad para las nuevas generaciones, a partir de la riqueza del arte y la cultura, “El milagro de la Navidad” (TMC), una producción de teatro musical que cuenta el nacimiento del salvador del mundo.

Las hermanas Predicadoras de Cristo y María, productoras del evento, han decidido romper las fronteras que dividen los continentes, para disponerse a la tarea de revelar a Dios mismo a través de la belleza del Arte. María Amador, madre superiora de la comunidad y autora del guion de la obra, cuenta que su carisma surgió a partir del llamado del papa san Juan Pablo II a transmitir el mensaje de Cristo de manera global y atractiva al hombre, ‘‘pues el arte en sí habla de su creador y es un lenguaje que compartimos todos los hombres’’, dijo.

La madre María comparte que “las letras y el arte son, a su modo, de gran importancia para la vida de la Iglesia. Se proponen expresar la naturaleza propia del hombre, sus problemas y sus experiencias en el intento de conocerse mejor a sí mismo y al mundo y de superarse; se esfuerzan por descubrir la situación del hombre en la historia y en el universo, por presentar claramente las miserias y las alegrías de los hombres, sus necesidades y sus recursos, y proyectar un mejor porvenir a la humanidad’’.

Para la Iglesia de Roma, el arte ha sido estandarte en su misión de atraer las almas a Dios. El arte católico tiene sus orígenes en el arte cristiano, siendo este tan antiguo como el Cristianismo mismo. Desde los sarcófagos romanos, esculturas cristianas del siglo II, hasta la arquitectura barroca y gótica que caracteriza sus templos.

Según el papa san Juan Pablo II, uno de los líderes más influyentes del siglo XX, toda forma auténtica de arte es, a su modo, una vía de acceso a la realidad más profunda del hombre y del mundo. En su carta a los artistas, promulgada el 4 de abril de 1999 reclama que el arte ‘‘constituye un acercamiento muy válido al horizonte de la fe, donde la vicisitud humana encuentra su interpretación completa. Este es el motivo por el que la plenitud evangélica de la verdad suscitó desde el principio el interés de los artistas, particularmente sensibles a todas las manifestaciones de la íntima belleza de la realidad’’.

Para él, los artistas no solo enriquecen el patrimonio cultural de cada nación y de toda la humanidad, sino que prestan un servicio social cualificado en beneficio del bien común, y su talento dispuesto a la obra de Dios los hace instrumentos de su amor.

“El milagro de la Navidad”, en un mismo sentido sigue las enseñanzas de la Iglesia Católica en su Catecismo 123 que afirma que “también el arte de nuestro tiempo, y el de todos los pueblos y regiones, ha de ejercerse libremente en la Iglesia, para que pueda juntar su voz a aquel admirable concierto que los grandes hombres entonaron a la fe Católica en los siglos pasados”.

Esta obra de teatro musical nació en la ciudad de Brooklyn, Nueva York, en el año 2016 como una iniciativa de las hermanas Predicadoras de Cristo y María junto a la Concatedral de San José para compartir la alegría de la conmemoración del Nacimiento de Jesús, haciendo un llamado a los artistas de talla nacional e internacional a unir esfuerzos para construir una pieza teatral que transmitiera el milagro de amor más grande en la tierra.

Este año, “El milagro de la Navidad” regresa más grande y mejor en su tercera edición para cumplir la cita con los habitantes de Queens, el día 21 de diciembre de 2019 en el Queens Theatre, 14 United Nations Ave S, Corona, NY 11368. La obra tendrá dos funciones el mismo día, a las 4 p.m. y 7 p.m. Para reservas y mayor información, comunicarse al correo info@sisterspcm.org.

La temporada navideña debe ser motivo de alegría y encuentro con el amor, por eso le merece ser reservado un espacio. Bien lo dijo el papa san Juan Pablo II: “Una fe que pierde su capacidad celebrativa es una fe que corre el riesgo de perderse”.