El padre José Díaz nació en Nueva York hace 30 años y es hijo de Raisa y José Díaz, inmigrantes de origen dominicano, quienes trabajaron para darles a él y a sus hermanos Josaira, Solangie y Rodolfo lo necesario y sobre todo la mejor educación.
El padre José recuerda de manera especial que toda su familia asistía sin falta a la misa dominical en la iglesia Santísimo Sacramento en Jackson Heights, barrio donde transcurrió su niñez y juventud.
Cuando estaba listo para entrar al quinto grado, sus padres lo sorprendieron con un cambio de escuela. Ahora él y sus hermanos asistirían a la escuela parroquial de su iglesia.
Cuando José tenía alrededor de 12 años, la idea de ser sacerdote rondó su cabeza algunas veces, especialmente al ver al padre Richard Conlon, uno de los sacerdotes de su parroquia. “Él era bien ‘nice’ con nosotros y era muy amigo de toda la comunidad. Yo decía: ¡Wow, quiero ser como él, un buen sacerdote!”, recuerda.
“A los 17 años fui a un retiro en el Centro Carismático en el Bronx que cambió mi vida y fue un fin de semana de conversión, algo bien lindo. En esos días me dediqué a servir al Señor y a saber más de Dios. Así empezó el proceso de discernimiento preguntándole al Señor qué era lo que Él quería de mí”, asegura.
En 2007 José se graduó de St. John’s Preparatory School y luego asistió a Nassau Community College y Queensborough College antes de transferirse a la Franciscan University en Steubenville (Ohio), donde estudió teología y filosofía.
En 2011, a sus 23 años y cuando cursaba el último año de universidad, vivió una experiencia de discernimiento con los franciscanos y fue cuando decidió regresar a Nueva York. En 2012 solicitó ser seminarista para la Diócesis de Brooklyn, y por seis años adelantó sus estudios en Douglaston y en el seminario de St. Joseph en Dunwoodie, Yonkers.
El padre José Díaz se ordenó el 30 de junio de 2018 y su primera asignación fue en la iglesia San León en Corona, Queens, donde actualmente continúa sirviendo como vicario parroquial.
De su primera misa recuerda que estaba “muy emocionado, muchas lágrimas, la primera misa es una experiencia muy bella”, dice el padre José, quien ese día estuvo acompañado además de su familia y amigos, por Mons. Raymond Chapetto y Mons. Paul Sánchez, obispos auxiliares de Brooklyn, y unos treinta sacerdotes de la diócesis.
Para el padre José Díaz, uno de sus más grandes gozos es celebrar los sacramentos y especialmente la Eucaristía. “Poder transmitir la presencia de Dios de una manera tan real es increíble”, afirma.
A aquellos jóvenes que consideran que la vocación religiosa es su camino les dice que “no tengan miedo, pongan su confianza en el Señor y todo saldrá bien. El llamado de Dios es único y particular para cada persona porque Él conoce nuestros corazones y Su llamado nos da felicidad porque es una invitación a servir y a amar”.