Nuestro Papa Francisco, al celebrar la primera fiesta de la Epifanía de su pontificado, el 6 de enero del 2014, nos pidió que miremos a los Reyes Magos como sabios compañeros del camino, ya que ellos nos enseñan a “levantar la mirada hacia la estrella, a no contentarnos con una vida mediocre, a no dejarnos engañar por las apariencias, sino a dejarnos atraer por lo que es bueno, verdadero y bello”.
Nos advirtió también que igual que ellos, a veces perdemos de vista la estrella y entramos en mansiones tenebrosas como la de Herodes. En estas ocasiones de desconfianza y de miedo, ellos nos enseñan a superar estos momentos oscuros creyendo en las Escrituras, en los profetas y mirando hacia Belén, señalada como el lugar de donde viene el Mesías (Miqueas 5,2).
El Evangelio de San Mateo 2, 1-12; nos cuenta esta historia que hoy, después de más de 2 mil años, seguimos reflexionando y celebrando de forma muy especial. El Niño Jesús nos ha inspirado a celebrar a nuestros niños. En algunos países, son los Reyes Magos que les traen regalos.
Muchas parroquias, en sus iglesias, dramatizan el evento y sorprenden a sus niños con regalitos. Esto es muy simbólico porque el Niño Jesús recibió regalos de los Tres Reyes, Melchor, Gaspar y Baltasar. Al darle incienso, reconocieron en él la identidad divina; con el oro, proclamaron su soberanía como rey y al ofrecerle mirra, se identificaron con su identidad humana. También en este día, en muchos países, las familias en sus casas, alrededor de los pesebres, le cantan al Niño cánticos populares, oraciones y canciones de cuna. En medio de este festejo, algunos, deciden “bajar” o guardar el Niño, pidiéndole su bendición y diciéndole adiós hasta el próximo año.
Nuestra liturgia celebra este día después del domingo de la Sagrada Familia, el cual le sigue a la Navidad. San Juan Pablo II, en su homilía de 1999, nos explicó: “Hoy, solemnidad de la Epifanía, que significa ‘manifestación’, se propone de nuevo con vigor el tema de la luz. Hoy, el Mesías, que se manifestó en Belén a humildes pastores de la región, sigue revelándose como luz de los pueblos de todos los tiempos y de todos los lugares. Para los Magos, que acudieron de Oriente a adorarlo, la luz del “Rey de los Judíos que ha nacido” (Mt 2, 2) toma la forma de un astro celeste, tan brillante que atrae su mirada y los guía hasta Belén”. “Para nosotros”, continúa San Juan Pablo II, en su homilía del 2002, “la estrella que contemplamos en Belén, también habla a la mente y al corazón del hombre del tercer milenio.
Habla al hombre secularizado, suscitando nuevamente en él la nostalgia de su condición de viandante que busca la verdad y anhela lo absoluto. ¿Quién no siente la necesidad de una “estrella” que lo guíe a lo largo de su camino en la tierra”? Nuestro Papa Francisco nos sugiere hacer de los Reyes Magos nuestros compañeros en el camino; nuestro Santo Juan Pablo II nos pide no perder de vista la Estrella de Belén.
La Palabra nos dice en Mateo 2,9: “Ellos, después de oír al Rey, se pusieron en camino y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño”. Caminar con los Reyes Magos, seguir la estrella, detenerse allí y postrarse ante Él debe ser nuestra pauta y propósito en este 2015. ¡Feliz Año Nuevo a todos!