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Papas inquietos y andariegos

Cuando pensamos en el Papa nos vienen a la mente muchas ideas, una de las cuales es que siempre está en Roma y sale de vez en cuando, siendo los últimos papas los más andariegos y caminantes. Desde san Pedro hasta Francisco siempre han sido viajeros. El primer papa fue caminante. De su natal Betsaida, a orillas del lago de Galilea, se mueve hacia Kafarnahum, donde tendrá un negocio de pesca. De allí, una vez enganchado en el grupo de los seguidores de Jesús, recorrerá Galilea y Judea. Cuando la responsabilidad de la incipiente comunidad recae sobre sus hombros se tiene que mover de un sitio a otro. Recala en Antioquía de Siria y de allí se mueve a Roma donde finalmente será asesinado. La vida de sus sucesores va a estar marcada por viajes y cambios de domicilio con cierta frecuencia. Desde Ponciano que termina su vida en unas minas del sur de Italia hasta Pio IX prisionero en El Vaticano, son muchos los caminos recorridos por los papas a lo largo de veinte siglos de historia. Entre 1309 y 1377 siete papas residieron en la ciudad francesa de Aviñon. En 1378 el papa Gregorio XI con su vuelta a Roma dio por cerrado este extraño episodio de la historia del pontificado. Desde entonces han mantenido su sede en Roma, no obstante haber tenido que viajar por los extensos territorios de los Estados Pontificios. Alguno llegará a morir fuera de Roma, bajo la custodia de Napoleón, como Pio VI.

Uno de los efectos a largo plazo de la Revolución Francesa fue la pérdida de los Estados Pontificios, gobernando la Iglesia el beato Pio IX. El 20 de mayo de 1870 fue ocupada militarmente la Ciudad Eterna y quedó interrumpido el Concilio Vaticano I. El Papa se negó a salir de los Palacios Apostólicos del Vaticano, considerándose prisionero. La situación anómala de un papa preso y un status legal en el limbo, la llamada “Cuestión Romana”, tardó 59 años en resolverse. Fue en 1929 en que Benito Mussolini por parte del gobierno de Italia y el papa Pio XI por parte de la Iglesia, firmaron los Tratados de Letrán según los cuales se creaba el Estado de la Ciudad del Vaticano, se dejaba libertad al Papa para salir de su exilio-prisión de los Palacios Vaticanos y se resarcía económicamente a la Iglesia.

Pasarían 33 años antes de que un papa viajara fuera de Roma. El 4 de octubre de 1962, san Juan XXIII viajaba a Loreto y Asís. Iba a poner bajo la protección de María y de San Francisco el Concilio Vaticano II, el cual daría comienzo el 11 de octubre. Con ese sencillo viaje se cerraba una etapa histórica y se abría un horizonte nuevo para el pontificado y la Iglesia

El beato Pablo VI llevó a cabo once viajes, destacando el que realizó entre el 21 al 25 de agosto de 1968 a Colombia, siendo de esta manera el primer papa en visitar el continente americano. En 1964 recorrió la Tierra Santa, siendo el primer papa después de San Pedro en volver a Judea y Galilea. Hace 50 años, el 4 de octubre de 1965 visitó Nueva York, clamando en la tribuna de las Naciones Unidas por la paz.

San Juan Pablo II a lo largo de sus 26 años de pontificado llevó a cabo 104 viajes apostólicos fuera de Italia y 146 en la península itálica. Se destacan los efectuados a Polonia, Israel, Cuba y Sarajevo en plena guerra civil. Visitó todos los continentes y se dirigió a los públicos más variados. Juan Pablo II fue en sus años jóvenes un actor de teatro que llegó a papa. Una vez elegido papa no olvidó sus destrezas y disciplina artística y las utilizó en todos los escenarios posibles para predicar el evangelio.

Benedicto XVI viajó a 24 países en cuatro continentes. Destacan las visitas en América a Brasil, México, Cuba y Estados Unidos. El papa Francisco ha llevado a cabo nueve viajes internacionales en tres continentes. El primero fue a Brasil, para la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro en julio de 2013. Este año visitó Paraguay, Bolivia y Ecuador. En los próximos días visitará Cuba y los Estados Unidos. Podríamos concluir estas notas con los versos del poeta: “Caminante no hay camino se hace camino al andar”. Desde Pedro hasta Francisco, a pesar de las vicisitudes y complicaciones, los papas han caminado animando a los hermanos en la fe, siendo testigos de la alegría y el amor de Dios.