“Vienen los tiempos más malos que en este mundo se han visto, parecieran las señales del tiempo del Anticristo”. Leonardo Castellani, El nuevo gobierno de Sancho (1)
Muchas son las modernas tentativas para tratar de explicar lo que está mal con nuestra civilización. Las distintas escuelas de pensamiento concuerdan en advertir que algo anda mal en nuestro mundo, y sin embargo solo aquellos que poseen la luz de la verdadera fe pueden dar con el diagnostico exacto: “La enfermedad mental especifica del mundo moderno, afirma sin dudarlo un instante Leonardo Castellani, es pensar que Cristo no vuelve más, o al menos no pensar que vuelve” (2).
El diagnóstico tajante del gran teólogo argentino se muestra cierto al analizar las distintas tentativas utópicas de las filosofías de moda, que no se cansan de prometer al hombre un “paraíso terrenal” y que siempre, o la mayoría de las veces, han cumplido su palabra creando un verdadero infierno: allí quedan como testigos de ello los Gulags soviéticos; Auschwitz y Dachau; y más recientemente el infierno del aborto y la eutanasia, la miseria y la violencia creciente, el miedo, el desenfreno sexual cada vez más antifamilia y antinatural, y sobre todo, como corona de este pseudoparaíso, la desesperación y el tedio por la vida… todo ello grita para quien tiene oídos para oír, que el ansiado paraíso terrenal, tanto en su versión liberal como comunista, es enemigo de Dios y del hombre y que este nuestro mundo, piensa, defiende y sostiene que Cristo ya no vuelve.
Delante del aparente crecimiento del mal en el mundo, el cristiano está llamado a mirar al cielo y a leer la historia y los eventos intramundanos que le tocan en suerte vivir a la luz de la fe: “si se examinasen los hechos históricos, aisladamente, sin unirlos con una proyección única de luz, estos hechos no tienen sentido […] si no se los vincula con una luz superior, que en ultimo caso no puede ser sino la insondable voluntad divina, manifestada al hombre en la Revelación.
De aquí que el filosofo cristiano que quiera penetrar en el sentido de los hechos históricos, no pueda prescindir de la luz teológica que le proporciona la Revelación” (3).
La mirada cristiana es siempre una mirada de esperanza pues tiene como objeto el acto final del drama de la historia: La manifestación gloriosa del Señor o Parusía. Es Jesucristo, “aquel por quien todo fue hecho, y sin el cual nada existe”, quien es la clave de lectura de la historia de los hombres, Aquel
que fue la primera palabra que dio inicio a la historia se ha reservado también la última.
De allí que para entender la historia hemos de entender con Castellani que: “el dogma de su segunda venida o Parusía es tan importante como el de la Primera venida o Encarnación.
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Si no se entiende esto no se entiende la Historia, porque el término de un proceso da sentido a todo el proceso” (4).
Debemos examinar los hechos presentes, no para alarmarnos, sino para mirarlos como lo que son, como un preludio de la gloriosa venida del Rey. La esperanza y alegría cristianas no se apoyan en una persona o institución puramente humana, sino en la Persona divina y adorable del Verbo Encarnado, presente en su Iglesia y en su victoria final.
“El universo no es un proceso natural, como piensan los evolucionistas o naturalistas, sino que es un poema gigantesco, un poema dramático del cual Dios se ha reservado la iniciación, el nudo y el desenlace; que se llaman teológicamente Creación, Redención, Parusía. Los personajes son los albedríos humanos. Las fuerzas naturales, son los maquinistas. Pero el primer actor y el director de la orquesta es Dios” (5).
Nos toca vivir después de la pandemia, un tiempo en que se manifiesta cada vez más la oscura y sombría tentativa de implantar una nueva sociedad tecnócrata como verdadero “paraíso” donde reine la diosa ecología, la economía sustentable, la fraternidad universal entre los hombres, y la inmortal justicia social, pero todo sin Cristo y sin su santa Iglesia. De allí que sea cada vez más imperioso para los fieles recordar las palabras de aquellos dos ángeles: “este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo” (Hch 1,11).
La última palabra de la historia, no la tendrá el mal sino aquel que es la Palabra Encarnada, fuente de nuestra esperanza. “No tiembles. La Verdad es volvedora” dice Castellani y nosotros agregamos con san Pablo: “El que no quiera al Señor, ¡sea anatema! ¡Maran atha!” (1 Cor. 16,22).
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(1) L. Castellani, El Nuevo Gobierno de Sancho (Buenos Aires 2014) 310.
(2) L. Castellani, Cristo ¿vuelve o no vuelve? (Buenos Aires 2004) 15.
(3) J. Meinvielle, Los tres pueblos bíblicos (Buenos Aires 1937) 11-12.
(4) L. Castellani, idem.
(5) L. Castellani, idem.
(6) L. Castellani, Libro de las oraciones (Buenos Aires s/d) 208.