El verano en Lisboa se tiñe con diversos colores por las banderas de países y regiones, o de las diócesis y movimientos que con sus miles de jóvenes participan de la XXXVIII Jornada Mundial de la Juventud.
En la rueda de prensa que tuvo lugar antes de la inauguración oficial del evento, se dio a conocer los 5 países con mayor cantidad de peregrinos, poniendo en primer lugar a España e Italia con 77224 y 59469 peregrinos respectivamente y en cuarto lugar a Estados Unidos con casi 20000 participantes inscriptos.
El evento juvenil católico más grande del mundo fue una creación de San Juan Pablo II quien luego de su canonización se convirtió en uno de los santos patrones que desde el Cielo acompañan a los participantes de este encuentro.
En esta ocasión el lema que reúne a esta increíble cantidad de jóvenes es el texto del Evangelio según San Lucas que dice “María se levantó y partió sin demora” (Lc 1,39), desafiándolos a seguir el ejemplo de la Madre de Dios que testimonió su fe a través del servicio diligente.
Es imposible expresar la mezcla de emociones que se suscitan en el corazón al encontrarnos con las calles inundadas de jóvenes que canta a voz en cuello “Esta es la juventud del Papa”, “Viva Cristo Rey”, o “lo dice el papa, lo dicen los obispos, la juventud es lo mejor que tiene Cristo”.
Entre los jóvenes que van en una incontable caravana hacia la “Colina del Encuentro”, el lugar donde se celebrará la Misa de apertura de esta nueva Jornada Mundial de la Juventud, esta Sergio, que llega con una comunidad armenia radicada en el Líbano, por eso portan dos banderas, ellos se confiesan como católicos practicantes y vienen a que Pedro, en la persona del Papa, los confirme en la fe, junto a otros jóvenes que, como ellos, quieren vivir su fe con alegría.
Mas adelante un grupo de 300 jóvenes españoles del Opus Dei cubre una de las avenidas dedicando una canción a cada grupo de país que se cruzan por el camino, entre ellos viene Miguel Gaspar, de Málaga, quien con entusiasmo nos dice tiene muchas esperanza de vivir una gran convivencia con otros jóvenes que viven la misma fe y amor a Dios, el reconoce que “basta mirar la cantidad de jóvenes que hay aquí, que son más de dos millones para saber que en Europa la fe cristiana va pa’ arriba” y que “espera que el mensaje del Papa Francisco sea muy motivador para que los jóvenes se animen a seguir viviendo la fe”.
También hay jóvenes que llegan desde el continente americano, como Katherin quien es de Kansas y llega con un nutrido grupo de peregrinos, Katherin es una joven comprometida con su parroquia que intenta vivir su “fe en unidad con su vida alimentándose de profundos momentos de oración”. Por otro lado, Juan Camilo Hernández, viene desde Colombia junto a otros 7 jóvenes miembros de una comunidad juvenil carmelitana. Para Juan Camilo y sus amigos no fue fácil ahorrar por la diferencia que de valores que se produce en el cambio de moneda, pero tanto él como sus hermanos de comunidad
reconocen que “vale la pena el sacrificio” porque “estar aquí hace tomar conciencia de la dimensión de la Iglesia universal y del impacto de la fe en el mundo y en otras culturas.” Lo que más lo motivó a estos colombianos a sacrificarlo todo para estar aquí fue “el amor a Dios que todo lo puede.”
Es difícil poner un límite a los jóvenes que aman a Cristo y quieren encontrarse para dar juntos un grito de fe y esperanza a un mundo herido por el creciente individualismo, por la pobreza, la exclusión y el escándalo de la guerra. Entre esos jóvenes llenos de esperanza en un mundo mejor están los peregrinos que llegan desde Ucrania y flamean sus banderas mientras emocionados rezan por la paz.
No obstante, no son pocos los jóvenes que solo podrán seguir este evento a través de los medios virtuales ya que la situación económica global y también la de algunos países que necesitan visado para ingresar al espacio Schengen impidieron que la oleada juvenil católica fuera aún más variada y representative.
A pesar de esto, la Buena noticia es que la fe sigue germinando en el corazón de millones de jóvenes y atravesando las fronteras del espacio, de la cultura y de la lengua. La JMJ es un testimonio de esto.
Fr. Sebastian Sardo