Los resultados de las elecciones presidenciales de 2024 y su efecto en la política migratoria nacional se harán evidentes en los próximos meses. Sin embargo, podría ser útil entender cómo este tema de las elecciones presidenciales pasó a primer plano.
En uno de los cambios más drásticos en la opinión de la política pública estadounidense, los últimos cuatro años han mostrado una nueva visión pública de la migración. En 2020, el 28% de los estadounidenses respondieron a una encuesta de Gallup que la inmigración debería disminuir. Solo cuatro años después, la cifra había subido al 55%, el nivel más alto desde 2001. Muchos factores confluyeron para cambiar la opinión pública, entre ellos la retórica de la campaña que avivó la idea de que estábamos bajo una invasión de inmigrantes. Sin embargo, en comparación con anteriores movimientos migratorios de indocumentados, la inmigración a Estados Unidos no fue extraordinaria. El aumento se debió a las convulsiones en Venezuela y algunos países centroamericanos, que provocaron una reacción de quienes no entendían o no se preocupaban por las causas subyacentes que empujaban a la gente a la frontera.
El derecho de asilo está codificado en el derecho internacional y nacional. Si una persona que teme ser perseguida llega a un país que ha firmado el acuerdo de refugiados, debe ser admitida y tener la oportunidad de contar su historia y exponer su caso para obtener protección. Por desgracia, debido a factores de empuje, muchos se acogieron a esta ley para entrar en el país, aunque muy pocos pudieron demostrar su persecución a satisfacción del gobierno estadounidense. En la mayoría de los casos, esto no se revisaba hasta pasados cinco años debido a la acumulación de casos de asilo. Los inmigrantes eran admitidos y, al cabo de varios meses, recibían ayuda básica y autorización de trabajo. Estos beneficios han sido exagerados por las fuerzas anti-inmigración. El transporte de muchos de estos nuevos migrantes por gobernadores republicanos a grandes ciudades demócratas como Nueva York, Chicago y Denver creó una nueva conciencia de los problemas por parte del público, a menudo basada en información falsa. Las convulsiones de Haití, Ucrania y Afganistán se produjeron en un periodo de dos años, y a estos migrantes se les concedió el Estatus de Protección Temporal (TPS) o la libertad condicional humanitaria, que permite la ley de inmigración. Todos estos acontecimientos convergieron y contribuyeron a cambiar la política pública sobre migración de forma muy rápida.
La formación de políticas públicas en democracias como la nuestra en Estados Unidos es un proceso complejo. Sin embargo, hemos visto a lo largo de los años que el tema de la migración es vulnerable a ser formado más por la opinión pública que por procesos estudiados de política pública. La confusión en torno a este tema fue aprovechada por el candidato presidencial que ganó el cargo. Los hechos estaban ahí listos para ser exagerados y explotados como tema de campaña, haciendo la situación mucho peor de lo que realmente es o será en el futuro.
A fin de cuentas, hace tiempo que deberíamos haber reformado a fondo nuestro sistema de inmigración. Muchos sectores de nuestra economía necesitan nuevos trabajadores, cualificados y no cualificados, y existe una necesidad constante de reagrupación familiar. Sin reforma, estas cuestiones no pueden abordarse con el sistema actual, que no ha tenido una revisión importante desde 1965.
Las perspectivas de este tipo de reforma son escasas, pero las promesas de campaña de nuestro nuevo presidente, que incluyen la deportación masiva de inmigrantes indocumentados, el fin de la acción diferida para los menores traídos a este país cuando eran niños y muchas otras políticas restrictivas, no tardarán en llegar.
El indecible sufrimiento humano aún está por verse. Tal vez los medios de comunicación lo muestren, como cuando en el pasado el apetito por el sensacionalismo hizo que los medios estuvieran dispuestos a explotar el tema de la invasión. Si esperamos caminar con los emigrantes, debemos comprender la situación actual. Si deseamos ayudarles, necesitamos influir mejor en la opinión pública, especialmente en la opinión de nuestros líderes electos para que promulguen reformas sensatas que reflejen nuestras necesidades y conciencia nacionales.
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*« The Most Dramatic Shift in U.S. Public Opinion, The size and speed of the immigration backlash over the past four years are nearly unheard of», by: Rogé Karma, redactor de The Atlantic, 9 de octubre de 2024.