“HERMANOS, LES PROPONGO mirar a la figura de Juan Diego, un hombre humilde, sin gran ilustración, indígena y pobre. A muchos de nosotros se nos podría describir de esa manera. Aquí estamos en esta fría —y hoy también lluviosa— ciudad de Nueva York, pobres, humildes, alejados de la patria y de los seres queridos”.
Eso dijo monseñor Octavio Cisneros, obispo auxiliar de la Diócesis de Brooklyn, en su homilía durante la misa en honor a Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de México y de América Latina, ante unos 2.500 files que desbordaron la Concatedral de San José en Brooklyn.
La celebración diocesana estuvo presidida por el obispo de Brooklyn, monseñor Nicholas DiMarzio. Él también tenía a los inmigrantes en el centro de sus preocupaciones: ese mismo día publicó una carta a la diócesis, que reproducimos en esta edición, y en la que afirma:
“Yo, como vuestro obispo, me dirijo a ustedes, los inmigrantes, y a todos los miembros de nuestra Iglesia que están dispuestos a apoyarlos y que entienden su difícil situación. Ustedes, y tantos de ustedes que tienen hijos nacidos en Estados Unidos, contarán con todo el apoyo y la protección que nosotros podamos brindarles. Sepan que siempre serán bienvenidos entre nosotros, sin importar su estatus legal”.
La carta fue leída por el padre Jorge Ortiz Garay, director del Ministerio Mexicano de la Diócesis de Brooklyn, que organizó la celebración. Antes de la misa, la Lda. María Concepción Castillo dio una plática sobre la historia y el significado de la Virgen de Guadalupe. Y luego los miembros del grupo folklórico Danza Azteca cantaron y bailaron ante la imagen de la Virgen.
Tras la misa, monseñor DiMarzio y monseñor Cisneros encendieron las antorchas de la Carrera Guadalupana. Fieles de 51 parroquias de Brooklyn y Queens participaron en la carrera, que es una procesión múltiple desde la Concatedral de San José hasta sus respectivas iglesias. La Carrera Guadalupana se prepara durante meses, según nos explicó su responsable, Elimelec Soriano, coordinador del Ministerio Mexicano.
Junto a monseñor DiMarzio concelebraron la misa 21 sacerdotes. En la primera banca estaban Diego Gómez Pickerton, cónsul de México en Nueva York, Josefina Vázquez Mota, ex candidata a la presidencia de México, Vivian Juárez Mondragón, cónsul adscrita, y María Dolores Caballero, coordinadora del programa “Consulado sobre Ruedas”.
Monseñor Cisneros concluyó su homilía diciendo: “La Morenita del Tepeyac nos acompaña en nuestro caminar, y cuando se nos hace difícil la marcha, podemos escuchar su voz —tierna, maternal, sutil— que nos dice: «Acaso no soy yo tu madre»”.
Al final de la danza y los cantos a la Virgen, los miembros del grupo folklórico se retiraron por la nave central de la Concatedral caminando de espaldas, sin dar nunca la espalda a la imagen de la Virgen, como se hacía con los reyes desde antiguo. Ese gesto tradicional y antiquísimo de devoción y respeto fue quizás la imagen perfecta de la devoción de nuestros pueblos por la Morenita del Tepeyac.