Pablo se levantó en medio de todos y dijo:
—Señores, hubiera sido mejor hacerme caso y no salir de Creta; así habríamos evitado estos daños y perjuicios.
(Hechos 27:21)
¿EN ALGÚN MOMENTO de tu vida has tratado de ayudar a alguien? ¿Cuál fue su respuesta a la ayuda ofrecida? Vemos aquí que Pablo trató de ayudar a la tripulación, pero nadie le quería hacer caso. No obstante, Pablo mantuvo su postura y no se dejó persuadir por la conducta de los demás. Pablo entendía que la tripulación no estaría dispuesta a escucharlo en ese momento.
Hace unos días estuve viendo una entrevista que le hicieron a Barack Obama pocos días después de dejar la presidencia de Estados Unidos. El periodista le preguntó que por qué razón el ex presidente estaba hablando sobre temas que en el pasado él no habría comentado. Su respuesta fue: “Hay momentos que las personas simplemente no están preparadas para escuchar”.
Al escuchar esto instantáneamente vino este texto bíblico a mi corazón. ¡Es cierto! Hay personas que todavía no están listas para escucharte. Pablo tenía las mejores intenciones, pero la tripulación no quería cambiar sus planes. Ellos querían alcanzar su destino a cualquier costo sin entender que camino a su destino se encontrarían con una tormenta dispuesta a no solo detenerlos, sino destruirlos. Veamos primero cómo actuaron los tripulantes en medio de la tormenta:
Al día siguiente, la tempestad era todavía fuerte, así que comenzaron a arrojar al mar la carga del barco; y al tercer día, con sus propias manos, arrojaron también los aparejos del barco. Por muchos días no se dejaron ver ni el sol ni las estrellas, y con la gran tempestad que nos azotaba habíamos perdido ya toda esperanza de salvarnos.
(Hechos 27:18-20)
Veamos ahora cómo responde Pablo:
Como habíamos pasado mucho tiempo sin comer, Pablo se levantó en medio de todos y dijo:
—Señores, hubiera sido mejor hacerme caso y no salir de Creta; así habríamos evitado estos daños y perjuicios. Ahora, sin embargo, no se desanimen, porque ninguno de ustedes morirá, aunque el barco sí va a perderse.
(Hechos 27:21-22)
¿Por qué pudo Pablo responder de esta manera? Pues nos sigue diciendo el texto que un ángel se apareció en medio de la tormenta: “Pues anoche se me apareció un ángel, enviado por el Dios a quien pertenezco y sirvo”. (vs 23) Mientras los demás estaban asustados y arrojando, Pablo mantuvo su conexión con Dios. ¿Es esta tu actitud en la tormenta?
Podemos aprender mucho de Pablo en la tormenta.
1. No dejes de comer: “Como habíamos pasado mucho tiempo sin comer, Pablo se levantó en medio de todos y dijo”. No descuides tu vida y tu alimentación. En los momentos difíciles de nuestras vidas ocurren cambios que nos llevan a descuidarnos. Asegúrate de alimentarte correctamente en la tormenta. Una persona con hambre no tomará las mejores decisiones.
2. Hazle caso a Dios: “Señores, hubiera sido mejor hacerme caso y no salir de Creta; así habríamos evitado estos daños y perjuicios”. No seas orgulloso y acepta los consejos de Dios. Te aseguro que serán una bendición para tu vida.
3. Aumenta tu comunión con Dios: “Al decir esto, Pablo tomó en sus manos un pan y dio gracias a Dios delante de todos. Lo partió y comenzó a comer”. En medio de la tormenta, procura estar más cerca que nunca de Jesús a través de la Eucaristía.
Dios no ha permitido esta tormenta para destruirte, sino para desarrollarte: toda tormenta tiene una lección. Las tormentas que tocan nuestras vidas pueden parecer en nuestra contra, pero son realmente en nuestro favor. Algo siempre hay que aprender: procura estar atento para que puedas reconocer la lección y pasar el examen. Pablo mantuvo su integridad, postura y conexión con Dios. Por hacerlo en medio de la tormenta recibió una visita de un ángel.
Estaré orando para que también recibas una visita de Dios en medio de tu tormenta. No te desanimes si hoy te encuentras rodeado de personas que no quieren escuchar lo que dices. En vez de preocuparte, mejor prepárate para la revelación. Te aseguro que llegará el momento en que sí te harán caso y pedirán tu ayuda. Esta temporada de vientos violentos no será para siempre.
Mantén tus ojos en Dios y verás que al final “todo será como Dios ha dicho”. ¡Espera, cree y confía! Dios no te fallará, no importa cuán fuertes sean los vientos y cuán altas las olas. Créelo.