EL CUADRO POLÍTICO y social de Venezuela es muy complicado. No sabemos por dónde saltará la liebre pero esto está “llegando al llegadero”, expresión criolla usada para expresar que algo muy largo y duro finalmente encontrará su desenlace.
Los llamados “guerreros del asfalto” o “escuderos de la libertad” siguen enfrentando tanquetas, gases y balas. A pesar de las decenas de muertos, han logrado hacer retroceder a los contingentes militares más de una vez.
Estamos acostumbrados a conciliar el sueño en medio de estallidos, detonaciones, sirenas de policía y el sonido inconfundible de las bombas lacrimógenas. Si no fuera por los países que siguen enviando equipos antimotines y gases letales al gobierno de Maduro, el coraje veinteañero de este país ya habría dado al traste con un gobierno minado por la delincuencia, desmoralizado, exhausto y detestado hasta el asco por la población. Los dirigentes de los partidos de oposición finalmente han visto el riesgo y han tomado la calle acompañando a un pueblo que estaba decidido a luchar, con o sin dirección política.
La Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana estuvo en Roma a principios de junio. Durante 55 minutos nuestros obispos conversaron con el Santo Padre y le consignaron una lista completa — que crece por días— de los caídos en esta guerra protagonizada por un pueblo harto de penurias y humillaciones contra un régimen al que la Iglesia ha calificado como “moralmente inaceptable” por su saldo de muerte y destrucción.
El camino que el gobierno ha encontrado para ello es el montaje de una Asamblea Constituyente Comunal. El objetivo de este evento, que pasa por una votación ilegítima e inconstitucional a efectuarse el 30 de junio, es afianzar un poder ilimitado por la vía de un traje legal hecho a la medida, disolver la Asamblea Nacional, apretar los controles y terminar de reducir al país a la autocracia madurista. La posición del país ha sido medida en recientes sondeos de opinión los que, sin excepción, arrojan un rechazo sólido que pasa del 80% a la mencionada Constituyente.
El encuentro de los representantes del episcopado venezolano y el Papa resultó en una quiebra de la estrategia del gobierno: poner de un lado al Pontífice y al otro a la Iglesia local, lo que ha sido su modus operandi con todos los sectores de la vida nacional para mantenerse en el poder, dividir para vencer.
No les resultó con la Iglesia. Los purpurados repitieron, por toda respuesta, los puntos contenidos en la carta del Cardenal Parolin a Maduro, enviada meses antes al Palacio de Miraflores: la Santa Sede retomará el diálogo en Venezuela si el gobierno cumple las condiciones allí establecidas: “aliviar la grave crisis de abastecimiento de comida y medicinas que está sufriendo la población; resolver las diferencias políticas a través de un marco constitucional y un camino democrático, pacífico y electoral; tomar las medidas necesarias para restituir cuanto antes a la Asamblea Nacional el rol previsto en la Constitución y aplicar los instrumentos legales para acelerar el proceso de liberación de los detenidos”.
El 18 de mayo se leyó, en la Exhortación emanada de la Asamblea Nacional Extraordinaria de obispos en Caracas, la Fotos: Catholic News Service tajante respuesta al gobierno. Por medio de la cuenta de twitter de la Conferencia Episcopal Venezolana (@CEVmedios) se dio a conocer parte del comunicado, destacando el rechazo a la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, calificándola como “innecesaria y peligrosa para la democracia venezolana”.
Los jesuitas venezolanos confesaron, a través de un comunicado que hicieron público bajo la firma del Provincial en Venezuela, estar “horrorizados con la realidad de miseria, persecución, exilio y muerte que estamos viviendo. […] Agradecemos a nuestros obispos que, unidos a la Santa Sede, han levantado, con claridad y valentía, su voz de venezolanos seguidores de Jesús y de pastores exigiendo un rápido y profundo cambio de esta realidad de muerte causada por el empeño en imponer un proyecto totalitario que ha fracasado en todas partes”.
Por su parte, el papa Francisco produjo una frase inequívoca: “Mi voz es la de los obispos venezolanos”.