Biblia

Satanás

“Si te portas mal, viene Cachán”. Cachán era el nombre del diablo en la familia. Nunca llegué a saber la razón de este nombre extraño. Normalmente se le llama demonio, Satán o Satanás. Lo cierto es que la amenaza de su presencia asustaba a los niños. Solo con su mención, los padres conseguían la obediencia de sus hijos. No voy a defender este comportamiento como la mejor regla de educación. Hay que reconocer que existe hoy entre los cristianos cierto malestar sobre el tema de la existencia de los demonios. ¿Es mito o realidad? ¿Qué dice la Biblia sobre el diablo?

Illustraciones: Rafael Domingo
Illustraciones: Rafael Domingo

Su figura en el antiguo testamento no puede identificarse con nuestro Satán. Las alusiones al diablo son escasas y sobrias. Es miembro de la corte divina, pero con una función de acusador (Satán = acusador) del hombre en la presencia de Dios. Según el libro de Job, se le presenta viviendo en la corte celestial. Su función consiste en vigilar a los hombres, enterarse de todo lo malo que hacen para contárselo a Yahvé. Con el tiempo empezó a cumplir sus funciones con exceso de celo. No sólo de vigilar a los hombres, sino de incitarlos al pecado.

El término demonio aparece en el Antiguo Testamento griego 19 veces. En el libro de Tobit se habla del demonio Asmoneo, el espíritu de la cólera, que mata a los siete maridos de Sara en su luna de miel.

En otros pasajes, el término demonio designa a ídolos, los habitantes míticos del desierto llamados «los peludos», una especie de sátiros, y el chacal. También con ese mismo nombre se designa a una plaga. Isaías le llama Lilit, que en la mitología mesopotámica es un genio con cabeza y cuerpo de mujer, pero con alas y extremidades inferiores de pájaro.

Parecen búhos o lechuzas, aves de la noche. La figura del demonio, ser espiritual maléfico, no se esclareció sino lentamente en la revelación. Al final todo adquirió sentido a la luz de Cristo, venido al mundo para liberar al hombre de Satán y de sus satélites.

En el Nuevo Testamento hay por lo menos unas ciento sesenta referencias a Satanás, bajo diversos nombres, principalmente Lucifer. Ya desde el principio de su vida pública, Jesús se enfrenta personalmente con los demonios y siempre los derrota. Se les imputa las enfermedades y el estado de posesión o endemoniado. El Señor nos revela: “He visto a Satanás caer del cielo a manera del relámpago. Fue homicida desde el principio y no permaneció en la verdad”. Pero Jesús tiene poder absoluto sobre ellos y los expulsa de los endemoniados.

En el juicio final así los condenó Jesús: “Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles”.

Santiago llama demonios a los ángeles malos que se rebelaron contra Dios y fueron arrojados al infierno.

Satanás o el Diablo no se puede interpretar como una creación de los hombres, sino como un dato de la revelación divina. La existencia del diablo sigue siendo un dato cierto mantenido por siglos en la sagrada tradición de la Iglesia. Como un buen consejo, santa Teresa dice: “De ninguna cosa huyen más los demonios, que del agua bendita”. ¿Toma usted en serio la presencia del diablo?