Diez años después de que una ola gigantesca destruyera la escuela de un humilde pueblo costero, con todos los niños dentro, los pobladores se mantienen sumidos en la desolación: nadie ríe, las mujeres visten de negro, no nacen niños y los jóvenes se van. El sacerdote trata de animarlos, pero ellos no quieren saber nada de ese Dios que se llevó a sus hijos y permanece indiferente.
Leo, un joven que estaba ausente cuando ocurrió la tragedia, y que sufre al ver a su madre trastornada por la muerte de su hermano y no sentirse amado por ella, sobrevive incomprensiblemente a un accidente, y decide construir, con desechos de la escuela destruida, un navío con el que hacerse a la mar. Estos acontecimientos despiertan en el pueblo emociones que parecían olvidadas.
El navío es una hermosa fábula sobre la fe, la esperanza y el milagro, y la forma en que estos se entretejen con la voluntad del hombre de seguir adelante, a pesar de los embates de la vida. Narrada con fino pulso y gran vuelo poético, que mucho tiene que agradecer a la bellísima fotografía de Santiago Benet Mari, la cinta presenta esa actitud tan humana de sentirnos paralizados al sufrir una desgracia, y reclamar indignados a Dios un milagro salvador.
“Toda mi vida he creído en los milagros”, dice el padre Douglas, magníficamente interpretado por Martin Sheen, “y ahora pienso que un milagro es tal vez una tragedia que casualmente se evitó por estrecho margen”. El navío nos muestra que, casualidad o no, está en nuestras manos abrir la puerta al milagro siguiendo adelante, lanzándonos en los brazos de la esperanza.
El navío es la ópera prima de Julio Quintana, un cineasta cubano-americano que es su guionista y director. Su estilo profundamente espiritual, con resonancias oníricas y abundantes referencias religiosas, refleja la influencia de Terrence Malick (El árbol de la vida, To the Wonder), con quien trabajó como camarógrafo y es productor ejecutivo del filme.
El personaje de Leo, convincentemente interpretado por Lucas Quintana, hermano del director, es figura de Cristo de múltiples maneras: porque trabaja como carpintero y ve su pie atravesado por un clavo, porque regresa de la muerte y defrauda a quienes, sin tener fe, le piden milagros, pero sobre todo porque rechazado y humillado, acepta cargar con el dolor y el sufrimiento de su pueblo que añora la salvación.
La película fue filmada en Puerto Rico, en su mayor parte en el barrio costero de La Perla, en San Juan. En momentos en que el pueblo puertorriqueño atraviesa su propio viacrucis como resultado del embate de los elementos, es especialmente oportuno reflexionar, como lo hace El navío, que siempre hay razones para seguir viviendo y luchando, porque incluso en la desdicha se nos ofrece la oportunidad de amar y crecer. Para el que decide amar siempre hay esperanza.