El padre Vincenzo Cardilicchia nació en 1971 en Turín (Italia) —“el lugar donde está la Sábana Santa”, dice— en un hogar católico con una única hermana siete años mayor.
Como muchos jóvenes de su generación, al cumplir los 16 años, en la década de los ochenta, se alejó de la Iglesia, y no regresaría hasta catorce años después, cuando ya había cumplido 30.
Al graduarse del colegio Vincenzo cumplió el servicio militar, luego comenzó a trabajar en bares, clubes y restaurantes de su ciudad, sin imaginar el giro que tomaría su vida.
Entre las causas de su regreso está el ejemplo de fidelidad de sus padres. “Mientras yo seguía apartado de la iglesia, ellos habían asistido a una charla sobre el sentido de la vida, sobre Jesucristo y la buena nueva y decidieron participar en este grupo, que era de Camino Neocatecumenal. Allí tuvieron un encuentro profundo con el Señor, empezaron a rezar las laudes los domingos y a asistir a sus retiros”, recuerda el padre Vincenzo.
“Empecé a ver la transformación en mis padres, como cambiaron su actitud respecto a la Iglesia, perdonaron a personas que les habían hecho daño. Hasta mi relación con mi papá cambió”, dice. Esto lo animó a regresar a la iglesia.
Una vez que tomó la decisión su vida cambió drásticamente. “En tres años el Señor me libró de mi vida loca, y digo que me libró porque no hice ningún esfuerzo para salir de la situación en la que estaba, fue una obra de Dios”, comenta.
El padre Vincenzo entró a formar parte del movimiento carismático de formación cristiana que se llama Camino Neocatecumenal y en 2003, tres años después, descubrió su vocación.
“Me enviaron como misionero a un seminario diocesano en Denver (Colorado), donde aprendí inglés y español, y más tarde a Immaculate Conception Seminary en Nueva Jersey, allí estudié en Seton Hall University y después fui ordenado sacerdote en la Diócesis de Brooklyn”, dice.
El padre Vincenzo Cardilicchia fue parte de la primera graduación ordenada en la Concatedral de San José el 28 de junio de 2014.
Su primera misa fue el 28 de junio de 2014 en la parroquia San Benito José Labre en Richmond Hill, en Queens: “ellos organizaron una fiesta inmensa por mi ordenación. Estaba un poco nervioso”.
Cuando decidió entrar al seminario su padre se puso feliz, a pesar de que sabía que su hijo no permanecería en Turín. “Él sabía lo que significaba por mi vocación misionera. Mi destino no fue escogido, sino sorteado. Tu nombre, que está junto al de otras 200 personas de vocaciones de Camino Neocatecumenal, se saca de una canasta, y de otra un seminario. Yo le pedí al Señor que fuera un lugar parecido a los Alpes, con unas montañas lindas y me envió a Denver”.
Allí estudió cuatro años y luego lo enviaron a un tiempo de descernimiento. “En ese periodo viví en una parroquia, estuve en la Concatedral antes de que fuera Concatedral. En 2012 me enviaron a Kearny y después de mi ordenación estuve tres años en Santa Brígida como Vicario Parroquial con el padre Jorge Ortiz Garay, quien me ayudó mucho —y todavía me ayuda—, y ahora estoy aquí por la gracia de Dios”.
En estos momentos “el padre Vicente”, como lo conoce su comunidad hispana, es el párroco de Todos los Santos en Brooklyn, a donde llegó como Administrador en julio de 2017.
Es aficionado del Torino en el fútbol italiano, disfruta del fútbol americano, especialmente de los Broncos de Denver, sigue las Olimpiadas de Invierno, la competencia de barcos Louis Vuitton Cup y los partidos de béisbol de los Yankees. En sus ratos libres le gusta ir a cine.
Para el padre Vincenzo lo más emocionante de ser sacerdote es “ver la alegría de la gente cuando recibe a Cristo de cualquier forma, por ejemplo a través de un sacramento, o apreciar su agradecimiento al encontrarse con el Señor. Lo que más me gusta es ver la misericordia que el Señor tiene conmigo”.