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“Amo ser sacerdote”, padre Sean Suckiel

El padre Sean Suckiel nació en Maspeth, Queens, en julio de 1985. Su infancia transcurrió en el seno de una familia católica, en la que era el menor de tres hermanos, y su educación primaria y secundaria la realizó en la escuela de su parroquia, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Luego matriculó en Cathedral Preparatory School and Seminary, de donde se graduó en 2003.

Cuando estaba en segundo grado —tenía solo 8 años— sintió por primera vez la idea de convertirse en sacerdote. “Fue algo de Dios. Recuerdo que estaba en misa y mientras el sacerdote estaba en su homilía escuché por primera vez una voz que venía del cielo. Fue algo que me llegó al corazón, y en ese momento mi respuesta fue ‘quiero ser un sacerdote’”.

Ese mismo día el pequeño Sean le contó a sus padres que quería ser un sacerdote y cuando le preguntaron ¿por qué?, su respuesta fue: “no sé, pero quiero ser un sacerdote”.

Desde julio de 2015 el padre Sean Suckiel es el director de la Oficina de Vocaciones de la Diócesis de Brooklyn. (Foto: Darío López Capera/ Nuestra Voz)

Desde ese momento en su mente y corazón siempre estaba la idea del sacerdocio, hasta que un día decidió solicitar su ingresar al seminario, pensando que si lo aceptaban podría ser una señal de que era el camino que Dios quería para él. “Cuando algunos meses después recibí la carta de aceptación del seminario, mi corazón dudó, aunque era algo que quería hacer”.

Durante este tiempo de discernimiento recibió el apoyo de familiares y amigos. “Cuando llegué al seminario fui muy feliz. Las clases, los otros seminaristas, el gran ambiente, el programa de estudios… todo me encantó. Algo que me llenó de mucha tranquilidad y alegría fue la oración. Amé el seminario”. Sin embargo, las dudas continuaban, y en 2004 Mons. Octavio Cisneros, obispo auxiliar de Brooklyn, entonces director del seminario en Douglaston, le dijo que no volviera, que tenía que madurar su vocación.

Estuvo un año y medio fuera del seminario hasta que un día recibió la llamada de Mons. Cisneros donde le decía que estaba listo para regresar. “Esa llamada me llenó de regocijo”. Regresó en enero de 2006 y fue ordenado sacerdote el 23 de junio de 2012. “Ese ha sido el día más feliz de mi vida”, confiesa.

En julio de 2012 vivió el momento más duro de su vida sacerdotal, cuando era vicario parroquial de la Santísima Trinidad en Breezy Point (Queens), afectada por el huracán Sandy. (Foto: Darío López Capera/ Nuestra Voz)

Su primera misa la celebró en Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en Ridgewood, Queens, la parroquia de su infancia, donde recibió sus primeros sacramentos. La comunidad lo acompañó feliz y orgullosa de que uno de sus hijos regresara convertido en sacerdote.

En julio de 2012 fue asignado como vicario parroquial de la Santísima Trinidad, en Breezy Point, Queens. “Tres meses después el huracán Sandy destruyó por completo la comunidad de la parroquia, 85 casas fueron derribadas por el huracán, más de 200 casas sufrieron daños, al igual que la iglesia. En ese momento Dios me hizo entender que yo no era sacerdote para mí, sino para toda esa gente que habían perdido todo, pero que no habían perdido a su guía espiritual, así que tenía que estar para ellos”.

En 2015, durante la Semana Santa, Mons. Nicholas DiMarzio, obispo de Brooklyn, lo llamó para decirle que quería que fuera el director de la Oficina de Vocaciones de la Diócesis. “Por supuesto que acepté. No es una tarea fácil porque no mucha gente habla sobre vocaciones y no muchos responden al llamado. Pero me hice una promesa, que iba a hacer todo lo que estuviera a mi alcance por las vocaciones”.

El 1º de julio de 2015 comenzó oficialmente como director de la Oficina de Vocaciones.

“Al final del día confirmo que amo lo que hago, que amo ser sacerdote. ¿Es fácil? No. ¿Tiene muchas dificultades? Sí. Pero por eso somos sacerdotes. Esos desafíos me ayudan a crecer en mi ministerio”.

Aunque no tiene mucho tiempo libre, el padre Suckiel es un aficionado de los Knicks, y le gusta ver algunos juegos por televisión. También, desde hace unos años, comparte su ministerio como capellán a tiempo parcial de Xaverian High School en Brooklyn. Siempre que puede trata de ir a ver los juegos de béisbol, baloncesto, fútbol y voleibol escolares. “Me encanta compartir con los jóvenes y eso ayuda mucho a relajarme”. En vez de sentarse a ver los juegos de grandes ligas por televisión, prefiere ir cada vez que puede al Citi Field a ver algún partido de los Mets.