La cifra oficial de 64 muertos tras el azote del huracán María en Puerto Rico sigue intacta en los anales del gobierno de la isla y representa una “subestimación sustancial” de los fallecidos que dejó el ciclón.
Así lo afirma un estudio publicado en la revista New England Journal of Medicine que señala contundentemente que por lo menos 4,645 personas murieron durante el paso del huracán y en los tres meses siguientes.
“Estas cifras… subrayan la falta de atención del gobierno de Estados Unidos ante la frágil estructura de Puerto Rico”, escribieron los autores del estudio de la Universidad de Harvard, agregando que el recuento se complicó por los cortes energéticos y la devastación generalizada a causa de la tormenta, que dejó 90,000 millones de dólares en daños.
El equipo de Harvard llegó a su estimado tras realizar una encuesta en 3,299 hogares de toda la isla, elegidos al azar, a principios de 2018. Los autores le preguntaron a los residentes encuestados por las personas muertas en sus hogares, entre otras cosas. Además hicieron cálculos científicos muy específicos basados en estadísticas oficiales de mortalidad y otros datos que los llevaron a la cifra estimada entre la fecha del paso del huracán y el 31 de diciembre de 2017.
“La diferencia es que nosotros salimos, visitamos el terreno e hicimos las entrevistas”, explicó Domingo Marqués, profesor asociado de psicología clínica en la Universidad Carlos Albizu de Puerto Rico, quien también fue uno de los autores del informe. “Estadísticamente, es como haber entrevistado a toda la isla”, puntualizó.
La cifra exacta de muertos sigue siendo un misterio. El gobernador de la isla, Ricardo Roselló, ha declarado ante la prensa que está abierto a analizar el estudio de Harvard pero en la página oficial del Estado Libre Asociado de Puerto Rico en la web, figura el 64.
Así mismo, el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico (Instituto) anunció el pasado mes de abril la aprobación de la Resolución No. 2018-03 que contempla una serie de normas metodológicas que deben ser utilizadas para calcular el número de víctimas mortales a causa de desastres naturales en Puerto Rico, así como para “producir los estimados finales del número de muertes a consecuencia del huracán María en Puerto Rico, un proceso que todavía hoy permanece incompleto”.
La mayoría de las muertes que no fueron contadas ocurrieron en pueblos y regiones rurales donde las personas carecieron de electricidad, agua potable y estaban incomunicados. Y es que cientos de caminos permanecieron bloqueados o destruidos durante largos meses después del huracán.
El hogar de mi padre es uno de los miles que quedó incomunicado sin luz ni agua hasta hace poco. “El barrio entero se unió y tomó las riendas porque el gobierno nunca llegó”, me dijo Julio Agosto, mi padre, quien fue parte de un comité de vecinos del remoto sector Llanos en el centro de la isla que decidió “agarrar el toro por los cuernos” y reconstruir lo que el viento se llevó.
El grupo recaudó dinero, formó equipos improvisados y hombro a hombro, con herramientas rudimentarias y conocimientos básicos de electricidad, levantaron los tendidos de cables caídos y reconectaron el servicio “a lo jibaro”.
“No tuvimos otra alternativa. Nadie llegaba ni del gobierno de aquí ni del de Trump”, me relató mi padre. “Nos cansamos de esperar por más de seis meses y era obvio que éramos los olvidados del huracán, entonces dijimos pa’lante”.
Fue apenas en mayo pasado que las brigadas de restauración de servicios comenzaron a llegar a las regiones de las montañas del centro de la isla donde vive mi padre. Lugares donde la prensa reportaba que morían los más vulnerables por falta de servicios de salud, luz y agua potable.
Los puertorriqueños no se quedaron sentados tampoco en espera. Días después del huracán, cuando viajé a la isla en busca de mis padres, las brigadas de residentes —adultos, ancianos y niños— estaban luchando por levantarse de los escombros con sus propias manos.
En ese entonces, entre cables caídos y barrancos de lodo, llegué hasta la montaña desolada donde mi padre ya comenzaba a improvisar como obtener agua, como alumbrarse en la oscuridad y como enfrentar las duras secuelas de María. “Yo decidí quedarme porque este es mi hogar en las buenas y en las malas”, me recordó Don Julio cuando meditamos ahora juntos sobre ese triste capítulo de la isla.
Don Julio tuvo suerte. Su salud no tambaleó en esos meses y el apoyo familiar nunca faltó.
María ocasionó el apagón más grande en la historia de Estados Unidos y dejó a obscuras a toda la isla, incluyendo hospitales y asilos equipados con respiradores. La pesadilla, según los que la vivieron, podría repetirse este año con consecuencias peores.
“Ahora tenemos que sumarle la criminalidad que ha surgido a raíz de la necesidad. La vida pende de un hilo ya que hay mucha desesperación con la situación de corrupción en el gobierno y la falta de policías que se han ido de la isla buscando una mejor vida. Si llega otro huracán, que Dios nos cuide”, me dijo Don Julio.
Los autores del estudio de Harvard basan sus advertencias en su sondeo. “A medida que Estados Unidos se prepara para su próxima temporada de huracanes será fundamental revisar cómo se contarán las muertes relacionadas con los desastres para movilizar una operación de respuesta adecuada y dar cuenta del destino de los afectados”.
La temporada de huracanes comenzó el pasado primero de junio y se extiende hasta noviembre.