¿Era Jesús comilón y borracho? No se extrañe por la pregunta. No sería la primera vez que le acusan de bebedor, como le acusaron de traidor a la patria, de pecador y de infiel a la ley judía. Las acusaciones contra el Señor fueron constantes en su vida. “Si éste no fuera un malhechor, no lo habríamos traído ante ti”. Esta es la denuncia más perversa, la que llevaron a Pilato los servidores del sumo sacerdote. De allí le llevarían a la cruz.
Pero volvamos a la primera calumnia sobre la borrachera. Juan Bautista discute con fariseos y publicanos, que acusan a Jesús de ser un comilón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores. Nada nuevo en la vida del Señor, donde no faltaron denuncias, críticas y maledicencias, aunque sabemos que es el Hijo de Dios. Por supuesto, sin pecado.
Los calumniadores abundan y los borrachos sobran. Nada nuevo. La historia de la Biblia lo confirma. Quizá Noé sea el caso más antiguo, quien después de trabajar la tierra, plantó una viña. Luego llegó el abuso. Bebió el vino, se embriagó y quedó tendido sin ropas en medio de su tienda. Como borracho, no era consciente de su estado. Sus hijos quedaron avergonzados de la desnudez de su padre, lo cubrieron con un manto. Noé había perdido el control de sí mismo.
La Biblia nos trae las consecuencias vergonzosas de otra borrachera. Las dos hijas de Judá querían tener descendencia, pero no encontraban maridos. La solución que idearon fue malévola. La mayor emborracha a su padre y, luego, se acuesta con él. Al día siguiente le dice a su hermana menor: “Ya sabes que me acosté anoche con mi padre. Hagámosle beber vino otra vez esta noche y te acuestas tú también con él, para que la raza de nuestro padre no desaparezca.” De nuevo, aquella misma noche lo embriagaron y la hija menor se acostó con él. El padre no se dio cuenta de nada, ni cuando ella se acostó ni cuando se levantó. Y así las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su padre.
Entre otras muchas páginas negras de borracheras en el libro santo hay una extraordinaria. La bella Judit estaba encerrada en la tienda del general Nabucodonosor, que se encontraba completamente borracho. Ella aprovecha la ocasión y con la cimitarra del militar le corta la cabeza. Con esta hazaña consigue liberar a su pueblo. En acción de gracias, Judit entonará el bellísimo canto, que comienza con esta plegaria: “¡Alaben a mi Dios con tamboriles, canten al Señor con platillos!”
Estos tres ejemplos muestran las consecuencias de la borrachera. El bebedor, ayer y hoy, queda inconsciente e indefenso. Es capaz de cometer los mayores errores, o que le hagan cometer reprobables acciones. La ley del Deuteronomio es dura contra el abuso de alcohol. Un hijo desvergonzado, que no atiende lo que mandan sus padres lo llevarán ante los jefes de la ciudad, a la puerta donde se juzga, y les dirán: “Este hijo nuestro nos hace caso, es un vicioso y un borracho.” Entonces todo el pueblo le tirará piedras hasta que muera. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. Ya Pablo lo dice claramente: “ni los *borrachos, ni los ladrones heredarán el Reino de Dios”, 1Co 6,10.
Ciertamente, estamos lejos de esta legislación, pero el vicio de la bebida continúa presente en nuestra sociedad. Y Jesús, con infinito amor, no rechazó estar cerca de comilones y borrachos.
¿Qué pensamientos vienen a tu mente sobre el comportamiento del Señor?