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Arzobispo de Miami, primer obispo vacunado contra el COVID-19

Mons. Thomas Wenski, arzobispo de Miami, recibió junto con otros 200 floridanos, la vacuna contra el COVID-19 en el St. John’s Nursing Center, convirtiéndose en el primer obispo estadounidense en vacunarse.

A pesar de que toda su vida le ha tenido miedo a las agujas y las inyecciones, Mons. Wenski declaró que había recibido la vacuna para “servir de ejemplo” a la comunidad y a los fieles católicos. “Es importante por dos razones. Para expresar nuestra confianza en la eficacia de la vacuna, y también que ponerse la vacuna es éticamente aceptable” dijo. “Hay muchas personas que aun tienen preocupaciones sobre la vacuna por diferentes razones”.

El St. John’s Nursing Center de Fort Lauderdale es parte de los Servicios de Salud Católicos de la Arquidiócesis de Miami. El 16 de diciembre fue el primer día de la campaña de vacunación. Unas 200 personas, entre personal de salud y residentes, recibieron la vacuna Pfizer-BioNTech COVID-19, aprobada para uso de emergencia por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos el 11 de diciembre.

Las vacunas comenzaron a administrarse en EE.UU. el lunes 14 de diciembre. Sandra Lindsay, una enfermera especialista en cuidados intensivos en el Long Island Jewish Medical Center de Queens, fue la primera persona en recibir la vacuna. Como Mons. Wenski, ella declaró que quería servir de ejemplo.

El jueves 17 de diciembre en la tarde, Mons. Wenski no había experimentado ningún efecto secundario tras su vacunación.

El arzobispo llegó al centro St. John para recibir su vacuna alrededor de la 1 p.m. El día antes había enviado su formulario de consentimiento, de modo que lo único que tuvo que hacer fue tomarse la temperatura y responder un cuestionario sobre el coronavirus antes de recibir su vacuna.

En las fotos publicadas por el sitio web de la Arquidiócesis de Miami se ve a Mons. Wenski con los ojos cerrados en el momento en que le ponen la vacuna. Después declararía que no le dolió más que la vacuna anual contra la gripe.

“La experiencia fue positiva. La inyección no me dolió. No fue peor que la vacuna de la gripe que me pusieron hace unos meses, y fue mucho más fácil para mí que cuando me tienen que sacar sangre”, afirmó.

Tras vacunarse, Mons. Wenski tuvo que esperar 15 minutos para comprobar que la vacuna no le había producido efectos secundarios. El personal médico le recomendó tomarse un par de Tylenols y ponerse hielo en el brazo si le dolía. Luego declaró que había tomado Tylenol, pero no tuvo que ponerse hielo.

El próximo 6 de enero deberá regresar al mismo centro para recibir la segunda dosis.

Unos días antes, la USCCB había publicado un comunicado para alentar a los católicos a ponerse la vacuna contra el COVID-19 porque es “una responsabilidad moral promover bien común”, incluso si algunas vacunas están relacionadas en su origen con células provenientes de abortos.

“Dada la gravedad de la actual pandemia, y el hecho de que no existen otras vacunas disponibles, hay suficientes razones para aceptar el uso de las nuevas vacunas contra el COVID-19 producidas por Pfizer y Moderna, a pesar de su remota conexión con tejidos celulares moralmente cuestionables”, afirmaron Mons. Kevin Rhoades, obispo de Fort Wayne-South Bend y Mons. Joseph Naumann, arzobispo de Kansas City en un comunicado conjunto.

“Recibir una de las vacunas contra el COVID-19 se debe entender como un acto de caridad hacia los otros miembros de la comunidad”, declara el comunicado de la Conferencia.