Durante la Audiencia General de hoy, el Santo Padre hizo una pausa en su catequesis sobre las bienaventuranzas para abordar directamente el tema de la cuaresma. El habitual encuentro que cada miércoles reúne a miles de católicos se venía realizando en el aula Pablo VI debido a las bajas temperaturas y eventuales chaparrones que se viven en la Ciudad de Roma durante esta época, pero a causa del peligro de favorecer a la epidemia de coronavirus se decidieron tomar medidas preventivas como evitar encuentros multitudinarios en espacios cerrados.
Un camino por el desierto
El Papa Francisco comenzó la catequesis indicando que la cuaresma es “un camino de cuarenta días que sigue el camino de Jesús en el desierto”. Se trata de un itinerario espiritual que nos lleva al “corazón de nuestra fe” que es la Pascua. “el desierto es el lugar de desapego del ruido que nos rodea. Es la ausencia de palabras para dar cabida a otra Palabra, la Palabra de Dios, que acaricia nuestros corazones como una brisa ligera.”
Tiempo para “escuchar a Dios”
“La Cuaresma es el momento adecuado para dejar espacio a la Palabra de Dios, es el momento de apagar la televisión y abrir la Biblia,” afirmó Francisco, “es el momento de desconectarse del teléfono celular y conectarse al Evangelio.” El Pontífice enfatizo la necesidad de aprovechar la cuaresma para hacer una “limpieza del corazón” ya que “vivimos en un ambiente contaminado por demasiada violencia verbal, por muchas palabras ofensivas y dañinas.”
A esta nueva actitud Francisco la llamó “ecología del corazón” y la definió como un tiempo “de renunciar a palabras innecesarias, charlas, rumores, chismes, y hablar y darle al Señor.”
Reconocer lo esencial
No confundir lo urgente con lo importante y saber reconocer el justo valor de las cosas fue el consejo del Santo Padre para no caer en la trampa de pasar la vida “persiguiendo mil cosas que parecen necesarias y en realidad no lo son.”
La catequesis concluyó con un llamado a acercarnos a las personas que viven en soledad y dedicar este tiempo de cuaresma para la oración, el ayuno y las obras de misericordia.