Iluminaron la oscuridad de una noche de agosto en el puerto chino de Tianjin dejando muerte, desolación y una nube tóxica que hoy sigue causando estragos. El saldo de muertos y heridos podría cambiar, pues aún hay desaparecidos. Entre ellos se cuentan bomberos que habían acudido a apagar el incendio en el almacén de la empresa de logística donde ocurrieron las explosiones, según la agencia de noticias Reuters.
Un área de tres kilómetros cuadrados fue cerrada por temor a que la nube tóxica, que inundó la región, afectara a los residentes. En el sitio de las explosiones, una montaña de contenedores de mercancías parecía colorear de gris un paisaje apocalíptico de hierros fundidos, camiones destrozados y autos calcinados. Decenas de edificios de oficinas también fueron destruidos frente a la estación de trenes de Dongahi Lu, sobre la que cayó una lluvia de hierros, chapas y bidones de la fábrica donde se originaron las explosiones, según reportaron los periodistas del periódico ABC de España, desde el lugar de los hechos.
Días después de la primera explosión, aún se oían pequeñas detonaciones provocadas por las sustancias químicas almacenadas en el depósito de la compañía de logística, Ruihai, que estalló con una potencia superior a 20 toneladas de dinamita.
Entre las sustancias tóxicas halladas en las ruinas del lugar y en el aire, se destaca el cianuro de sodio, un componente químico usado en fumigaciones y en la industria minera que resulta mortal si se inhala. Tal y como habían informado en días anteriores los medios informativos chinos, el almacén guardaba “cientos de toneladas” de la letal sustancia.
El gobierno chino envió a 217 expertos en guerra química para contener el desastre, uno de los peores accidentes industriales que se recuerdan en China, según afirmó ante la prensa el general Shi Luze.
Las primeras investigaciones indican que trabajadores de la empresa podrían haber provocado las explosiones cuando rociaron con sus mangueras algunos de los componentes químicos allí almacenados y que son altamente inflamables al contacto con el agua. Más de 6.000 residentes fueron evacuados aunque las autoridades aseguraban que no había riesgos para la salud fuera del perímetro cerrado al público. “Ninguno de los vecinos sabíamos que vivíamos tan cerca de sustancias peligrosas”, declaró al periódico ABC, de España, Sun Jing, una profesora de filosofía que residía en un bloque de apartamentos a solo 600 metros del depósito químico.