*Por Marietha Góngora
Conocer la historia de Emilio Zapata y de cómo su mamá, María del Carmen, sacó adelante a sus tres hijos me hizo recordar que el amor y entrega de una madre es el legado que perdura para siempre en la memoria de sus hijos y más aún cuando tuvo que ser madre y padre.
Emilio nació en Cali (Colombia) en 1981 y de sus primeros años recuerda haber crecido muy feliz junto a sus hermanos, pese a que no contaban con una vida acomodada ni mayores recursos, en su casa no faltaba lo básico.
Su mamá ha sido y será con seguridad su ejemplo porque es una mujer trabajadora que luchó por ellos cada día tras haber quedado viuda debido a un accidente de tránsito que le arrebató la vida a su esposo cuando la familia esperaba el nacimiento de Emilio, el menor de sus hijos. “Mi mamá construyó una casita de bareque con sus manos y me acuerdo que trabajaba mucho para sacarnos adelante gracias a Dios nunca nos faltó nada”, recuerda Emilio.
Y es que una oportunidad laboral en una entidad financiera estatal llamada La Caja Agraria sería el inicio de una mejor vida para ella y sus hijos. Comenzó asistiendo las labores de cafetería, luego fue mensajera y finalmente fue ascendida para trabajar en el departamento de archivo. Gracias a los años que trabajó allí, ella logró obtener un préstamo de vivienda y fue así que su calidad de vida y la de sus tres hijos mejoró.
La vida parecía sonreírle a esta familia. Sin embargo, el gobierno acabó con esta empresa dejando a miles de familias como la de María del Carmen en el aire. “Recuerdo que justo yo estaba graduándome del bachillerato y ella me pagó los derechos de grado y como pudo, consiguió prestado para mi libreta militar”, recuerda Emilio, quien para entonces con sus 17 años, le dijo a su mamá que de allí en adelante él ayudaría económicamente a sostener el hogar.
“Gracias a Dios he sido un trabajador desde muy joven y yo estudiaba y trabajaba en un negocio de comidas que quedaba en la esquina de mi casa, yo sacaba el carrito y le ayudaba al señor, su negocio fue creciendo y yo trabajaba los fines de semana con él”, asegura.
Emilio, recuerda que después de ese trabajo consiguió otro repartiendo canastas de cerveza en un triciclo. “Luego apliqué a un trabajo como técnico electrónico porque yo me gradué de la escuela con ese título y nuestra vida cambió mucho. Ahí duré como tres años”, comenta Emilio, quien para entonces sintió un alivio al poder brindarle esa tranquilidad económica su familia.
Posteriormente fue contratado en un banco y tras varios años de laborar allí, dice Emilio, fue despedido injustamente. Esta situación lo llevó a considerar venir a los Estados Unidos en busca de un futuro estable para él y su mamá.
Fue así que llegó a los Estados Unidos en noviembre de 2008. A su llegada lavó platos en un diner griego y también entregaba los deliveries. “Tenía que limpiar la nieve y yo nunca había visto la nieve en mi vida. Yo tenía que salir en esa bicicleta a entregar los pedidos en ese frío y después llegar a lavar los platos con agua caliente”, afirma.
Para ese momento decidió que quería algo mejor para él y encontró un trabajo como busboy en un restaurante colombiano. Allí empezó a entender cómo operan los negocios de comida y a cocinar ese sueño de algún día lograr tener su propio negocio.
Conoció a su esposa, Vanessa Puma, hace 11 años, una joven ecuatoriana echada para adelante, como él la describe. Ella lo apoyó y juntos hicieron y vendieron empanadas y también limpiaron restaurantes. Trabajaron, ahorraron y planearon comprar una casa, pero pudo más el sueño de Emilio de tener su propio restaurante.
Por casualidad se enteraron por medio de un amigo que en Brooklyn estaban vendiendo un restaurante y aunque los planes eran otros, el consultó con su esposa la posibilidad de invertir ese dinero en un negocio de los dos.
Todo fluyó fácil y rápido cerraron el negocio en dos semanas. De eso hace cinco años cuando todo esto empezó con Cali Tajadas, un proyecto en una industria de la cual no sabían mucho más allá de algunos aspectos básicos de administración que él manejaba, no eran chefs tampoco pero con todo y eso lograron salir adelante con el restaurante que recientemente ampliaron al local de al lado gracias a la gran acogida que han tenido en el área de Bay Ridge (Brooklyn).
En este tiempo han sorteado varios obstáculos. La cocinera, con la que iniciaron anunció que se iría y él tuvo que meterse a la cocina para preparar cada receta del menú de su restaurante. “Yo había cocinado para mis amigos y mi familia, pero nunca para un restaurante”, dice Emilio, quien también se estrenó como panadero cuando el suyo inició su propia panadería, cosa que él apoyó. Estos esposos han convertido cada problema en una oportunidad para conocer, crecer y mejorar su negocio juntos.
“Yo perfeccioné mi recetas porque aunque me gusta la cocina, tampoco soy un chef entonces a prueba y error aprendí la fórmula de mis empanadas. Gracias a eso pude perfeccionar mi receta y estandarizar los procesos”, comenta Emilio quien confirma que en este momento siete empleados dependen de Cali Tajadas y próximamente contratará dos más.
Emilio sueña con convertir a Cali Tajadas en una franquicia pero tiene claro que no sacrificaría ese sabor casero que le da un toque especial a sus recetas, eso que hace sentir a sus clientes como en su tierra, como en casa. “Así como en las autopistas uno ve las tractomulas de Amazon, yo sueño ver las tractomulas de Cali Tajadas Food y nuestra comida yendo a todas partes de los Estados Unidos”.
“Dios me ha bendecido grandemente y qué más bendición que poder ayudar a mis colaboradores que están conmigo, a las familias que dependen de esto y a mi familia, esto ha sido algo muy bonito”, concluye Emilio.
Cali Tajadas
241 Bay Ridge Ave, Brooklyn, NY 11220
IG: @calitajadas