Columna del Obispo

CARTA A LA DIÓCESIS DE LOS INMIGRANTES

EN SU CARTA APOSTÓLICA por la clausura del Jubileo de la Misericordia, nuestro Santo Padre el papa Francisco comienza con las palabras “Misericordia et misera”, que fueron las mismas que usó San Agustín para relatar el encuentro de Jesús con la mujer adúltera (Jn 8:1-11). En su descripción del suceso, San Agustín da a Cristo y a la adúltera dos nuevos nombres: “misericordia y miseria”. El Santo Padre nos recuerda que aunque el Año de la Misericordia ha terminado, es esencial seguir practicando la misericordia con aquellos que enfrentan cualquier miseria. Las obras espirituales y corporales de misericordia, especialmente acoger a los extranjeros, se hayan entre las bienaventuranzas que Jesús predica en el Sermón del Monte; esas obras de misericordia son la mejor manera de evangelizar en el mundo de hoy.

Esta carta está escrita con el ánimo de brindar consuelo y apoyo a muchos inmigrantes —documentados e indocumentados— que viven en nuestra diócesis en Brooklyn y Queens y que en el momento presente se sienten abatidos, enfrentan la miseria, debido a un cambio de administración en nuestra nación que pone a muchos en peligro de ser deportados. Sin dudas, necesitamos restaurar normas migratorias razonables en nuestra nación, sin ignorar la necesidad de garantizar la seguridad de nuestro país, que la presencia de 11 millones de personas indocumentadas pone en riesgo. La deportación de esas personas no nos garantizará la seguridad. Sabemos que construir un muro entre los Estados Unidos y México no remediará la situación. Como nos enseña el poeta Robert Frost, “buenos muros no hacen buenos vecinos”, y tampoco por sí solos pueden garantizar nuestra seguridad. El diálogo con nuestros vecinos es lo más importante. Y la legalización de las personas que ya viven en nuestro país, y están establecidas y trabajan aquí, es una necesitad esencial.

Los obispos de los Estados Unidos, en solidaridad con todos los inmigrantes, se han comprometido a abogar por leyes justas y equitativas para la regulación de la inmigración. Yo, como vuestro obispo, me dirijo a ustedes, los inmigrantes, y a todos los miembros de nuestra Iglesia que están dispuestos a apoyarlos y que entienden su difícil situación. Ustedes, y tantos de ustedes que tienen hijos nacidos en Estados Unidos, contarán con todo el apoyo y la protección que nosotros podamos brindarles. Sepan que siempre serán bienvenidos entre nosotros, sin importar su estatus legal. Y exhorto a todos los miembros de nuestra diócesis en Brooklyn y Queens a tener esa misma actitud. La ley de Dios precede a las leyes humanas, y nosotros debemos dar testimonio de esta verdad.

En este día en que celebramos la fiesta de la Virgen de Guadalupe, les prometemos que pueden contar con nuestro apoyo, al mismo tiempo que pedimos por ustedes a Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de México y Emperatriz de América, a cuya intercesión nos encomendamos en este momento de prueba.