MUNDELEIN, Illinois (CNS) — Oraciones escritas por niños migrantes —de esas que solamente un niño sabe componer— se exhibieron en una mesa de súplicas cerca de una pequeña estatua de Nuestra Señora de Guadalupe, mientras un grupo de obispos de Estados Unidos, México y Centroamérica se reunían el 1 de junio en Mundelein.
Los prelados se reunieron para el primer día de una asamblea de emergencia sobre inmigración en el Seminario Mundelein, ubicado en las afueras de Chicago.
“Querido Dios, te pido que me ayudes a salir de aquí y que cuides a mi mamá”, decía una nota escrita por un niño que se encontraba en un campamento. La nota fue leída por el obispo Mark J. Seitz de El Paso, Texas, quien se unió a más de 20 obispos, junto con representantes del Vaticano y líderes de organizaciones católicas, para una reunión sin precedentes el 1 y 2 de junio.
La reunión —probablemente el grupo más grande de representantes de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB) que se ha reunido en persona desde que comenzó la pandemia de COVID-19— busca diseñar una respuesta para acoger a inmigrantes por parte de miembros de la Iglesia Católica en sus respectivas diócesis en EE.UU.
Al mismo tiempo, los participantes están tratando de comprender qué hace que los migrantes abandonen sus países de origen para poder defenderlos mejor.
La reunión también ha dado un paso adicional al involucrar en el dialogo a obispos de Centroamérica y México, que fueron invitados como una manera de buscar la colaboración de la iglesia en la región.
“Veamos cómo podemos unirnos más allá de las fronteras, colaborar en nuestros diferentes roles, responsabilidades, y ministerios, levantar nuevamente la voz moral de la iglesia con quienes toman decisiones en este momento crítico en defensa de los derechos y la dignidad de aquellos que se ven obligados a huir”, expresó el obispo Seitz durante la sesión de apertura el 1 de junio.
“Este es un momento decisivo para nosotros. Este momento invita a una respuesta audaz de la iglesia, basada en el espíritu y en la fidelidad al Evangelio”, acotó. “Así como no podemos cerrar los ojos ante la maldad del aborto, de igual forma no podemos cerrar los ojos ante el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas inmigrantes y el desprecio por sus derechos humanos”.
En la reunión también estaban presentes los cardenales estadounidenses Blase J. Cupich de Chicago y Joseph W. Tobin de Newark, Nueva Jersey; el obispo auxiliar Mario E. Dorsonville de Washington; el obispo Oscar Cantú de San José, California; el arzobispo Gustavo García-Siller de San Antonio; el padre Robert Stark de la Sección de Migrantes y Refugiados del Vaticano; y el arzobispo de Los Ángeles, José H. Gómez, presidente de la USCCB, quien se dirigió a la reunión el primer día.
“Necesitamos encontrar un camino a seguir que esté arraigado en la solidaridad y la fraternidad y que respete los derechos y la dignidad de todo migrante como hijo de Dios hecho a su imagen”, expresó el arzobispo Gómez.
“Entonces, mientras reflexionamos, estoy seguro de que veremos que no podemos ser indiferentes ante los sufrimientos del inmigrante, del refugiado, o de cualquier otro necesitado … Tenemos el deber de cuidarnos unos a otros, para llorar con aquellos que lloran y para levantar a aquellos que han caído”.
La sesión también reunió a los jefes de las principales organizaciones católicas y organizaciones sin fines de lucro del país, que han respondido a la difícil situación de los migrantes.
Estos líderes incluyeron a Sean Callahan, presidente y director ejecutivo de Catholic Relief Services; Anna Gallagher, directora ejecutiva de Catholic Legal Immigration Network Inc.; Anthony Granado, vicepresidente de relaciones gubernamentales, Catholic Charities USA; el padre jesuita Rafael Moreno, coordinador regional de Jesuit Migration Network; y la hermana Normal Pimentel, Misionera de Jesús, quien es directora ejecutiva de Catholic Charities del Valle del Río Grande en Brownsville, Texas.
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Además, a la reunión asistieron muchos miembros del Hope Border Institute, que trabajó para unir al grupo.
Los obispos del llamado “Triángulo del Norte”, de donde provienen muchos migrantes a Estados Unidos, incluyeron al obispo Guido Charbonneau de Choluteca, Honduras; el obispo salvadoreño Oswaldo Escobar de Chalatenango; así como el arzobispo mexicano Gustavo Rodríguez Vega de Yucatán y el obispo auxiliar Alfonso Miranda Guardiola de Monterrey.
El obispo Charbonneau se detuvo a mirar la mesa llena de oraciones de los niños, en las cuales muchos expresaban su anhelo de ver a sus padres, particularmente a sus madres.
“No podemos ignorar esta realidad”, dijo a Catholic News Service el 1 de junio, y agregó que la inmigración, entre tantos problemas inmediatos que enfrenta Centroamérica, es un tema que se pasa por alto.
Solo en su diócesis, la población enfrenta el desplazamiento debido al cambio climático: la gente se está yendo porque los cultivos que una vez plantaron ya no rinden lo suficiente para sobrevivir debido a la sequía. La región también se ha convertido en un corredor del trasiego de drogas, trayendo consigo violencia y aumento de la corrupción.
Muchos dicen que Honduras se ha convertido en un “narco estado”, dijo, y el gobierno hace poco para frenar la migración porque si la gente se va, al menos envía dinero a casa, lo que mantiene a flote la economía con las remesas.
El obispo Dorsonville, presidente del Comité de Migración de la USCCB, dijo que esperaba una mejor comunicación y cooperación con los obispos de la región porque, así como las personas tienen derecho a migrar, también tienen derecho a poder permanecer en sus países de origen.
En su homilía en la misa de apertura antes de la reunión, el cardenal Cupich pidió a los prelados que también consideren cómo poder llevar los mensajes recopilados de la reunión a sus respectivas regiones porque se necesitará la ayuda de otras diócesis de EE. UU. para dar a inmigrantes la bienvenida que se merecen.
También exhortó la cooperación con los funcionarios del gobierno para trabajar en el tema.
“Nosotros también tenemos que respetarlos. Nosotros también tenemos que pensar lo mejor de ellos y, sin embargo, al mismo tiempo, no permitirnos estar descontentos, no esperar lo peor, incluso cuando nos decepcionen”, señaló.
La reunión se produce días antes de que la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, se dirija a México y Guatemala, en su primer viaje al extranjero — uno importante ya que la administración busca una mayor cooperación para erradicar la corrupción en la región en un intento por abordar algunas de las dolencias que llevan a las personas a dejar sus países de origen.
El obispo Seitz dijo que la sociedad, incluido el gobierno, esperaba que la iglesia proporcionara una brújula moral para enfrentar los desafíos que presenta la inmigración.
“Creo que existe la oportunidad de dejar de lado las viejas formas fallidas de responder a la migración con barreras y armas de guerra”, dijo. “Es hora de buscar nuevos caminos y comprensión del lugar de la migración dentro de la historia humana”.
“Es hora de reconocer a los migrantes no como intrusos”, dijo, “sino como personas que revelan el rostro de Cristo en su amor y coraje y que nos enriquecen con su presencia”.