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Cuando la tierra tembló en mi patria

En la mañana del 16 de abril escuché que otro terremoto había sacudido Japón. Me dije: “Pobrecitos, ¡otro más! Bendícelos, Señor”. Esa noche, un mensaje de las redes sociales apareció en mi celular: “¡Terremoto en Ecuador!”. Marqué el teléfono de mi madre, en Chone, Manabí. Nada, sólo un cruel silencio. Marqué otros, más silencio. La angustia empezó a apoderarse de mi alma. Entré a Facebook: “¡Familia de Ecuador, repórtense, por favor!”. Los mensajes empezaron a entrar. Unhermanonosdijoquedos de ellos estaban con mi mamá. Aunque aterrorizados, sin luz y sin agua, estaban bien; y planeaban quedarse afuera de la casa toda la noche esperando la réplica.

Fue una noche oscura. La impotencia de estar tan lejos aumentaba mi angustia. Con mi teléfono cerca, oré, lloré y seguí en comunicación con los que podía. Supe que alrededor de las 3:00 de la mañana les  llegó la réplica que con terror esperaban. No supe más hasta dos días después, cuando lograron cargar las baterías de sus teléfonos.

Desde entonces, las noticias han sido cada día más dolorosas. En medio de la tragedia, mi familia se siente agradecida de Dios porque, como dicen, “¡Estamos vivos!”. Mi ciudad, Chone, está en Manabí, la provincia profundamente afectada por el terremoto, pues ahí fue el epicentro. Mucha gente, incluyendo familiares, han perdido sus casas. Hay gentequequedóatrapadaentre los escombros. Los heridos los atienden en carpas y los más graves los transportan a otros hospitales del país.

En mi tierra natal la gente ve hoy sus sueños y esfuerzos de toda una vida reducidos a escombros. Todas las mañanas me despierto pensando que todo esto es sólo una horrible pesadilla. Entono las canciones con las que crecí de niña: “¡Mi tierra, Manabí, tierra bella cual ninguna”… Y mientras canto imploro a Dios su misericordia.

En medio de la desgracia, Dios camina con su pueblo. Entre los escombros, encontraron en Pedernales un Cristo roto. Mi nietecita de 5 años me preguntó: “Nana, ¿por qué Dios permite los terremotos?”. Le expliqué que adentro de la tierra debe haber estos movimientos para acomodar las placas que conforman la superficie; pero que cuando esto ocurre, Dios acude en auxilio de los que moran encima de ellas.

La tierra tembló en mi patria y cambió la historia de miles de seres humanos. ¡Que la presencia de Dios empape cada momento de nuestras vidas!