Una “farsa electoral” latinoamericana a la sombra de la bomba política estadounidense
MIENTRAS TRUMP GANABA los históricos comicios en Estados Unidos, el presidente Daniel Ortega celebraba su tercera victoria consecutiva en Nicaragua prácticamente sin oposición.
Meses atrás la oposición conglomerada en la Coalición Nacional por la Democracia decidió no participar en las elecciones del pasado 6 de noviembre tras anularse la candidatura del principal rival político Luis Callejas por un controvertido fallo de la Corte Suprema de ese país, según informes de Prensa Asociada.
La coalición opositora catalogó el proceso como una “farsa electoral”, a la vez que la Conferencia Episcopal nicaragüense emitió un severo pronunciamiento con el que los obispos deploraron lo que consideran un intento por crear condiciones para la “implantación de un régimen de partido único” en el país.
El frente opositor sostuvo que más de un 70 por ciento de la población se abstuvo de votar en las elecciones aunque las cifras oficiales señalaban que la participación popular en los comicios alcanzó el 65.8%.
No se permitieron observadores internacionales para monitorear el proceso eleccionario tras el cual Rosario Murillo, esposa del presidente Ortega, también se perfila como la candidata única a asumir la vicepresidencia del país.