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Un regalo para Venezuela: el sexto cardenal

Cardinal-designate Baltazar Porras Cardozo of Merida, Venezuela, is seen in this undated photo. He will be elevated in a consistory Nov. 19. (CNS photo/courtesy Archdiocese of Merida)
CNS photo/courtesy Archdiocese of Merida

HACE DÍAS EL PAPA FRANCISCO nos sorprendió a los venezolanos con la designación de monseñor Baltazar Enrique Porras Cardozo como nuestro sexto cardenal.

El nombramiento ha sido acogido por este pueblo, magullado y adolorido por la crisis política y socioeconómica (o socio- existencial) más grave de que se tenga memoria, como un auténtico respiro, un oasis, una “victoria espiritual y moral”. La gente se felicitaba como si de un triunfo se tratara.

Monseñor Porras es un obispo muy querido, no sólo por su carácter jovial, su auténtica sencillez, su talante sereno y su fluida relación con la prensa, sino también por su cercanía humana y su valentía espiritual y cívica tantas veces probada en estos tiempos críticos.

La airada reacción del presidente Maduro y algunos voceros del gobierno se explica por sí sola, por la reiteración de un lenguaje oficialista que raya a ratos en lo obsceno, cuando se refiere a los obispos patrios. Con absoluto desconocimiento de sus límites e incluso de la historia reciente, el mandatario venezolano amenazó: “¡Voy a citar a ese obispo a Miraflores…veremos si aceptamos a ese cardenal!”

Monseñor Porras fue el obispo cuya presencia solicitó Hugo Chávez aquella truculenta noche de abril 2002 en que, presionado por las masas en la calle, por sus propios compañeros de armas y por el alejamiento de su entorno político, dejó el poder y provocó un vacío que por poco no lo saca del juego violentamente.

Pero Mons. Porras siempre ha mantenido la ecuanimidad aún en los momentos -posteriores a esos hechos- cuando el propio Chávez, desagradecido y humillado, se revolvía contra él como un animal herido y proclamaba, con ocasión y sin ella: “Porras tiene el diablo bajo la sotana”.

El nuevo cardenal ha sido crítico con el gobierno, denunciando los abusos, señalando responsabilidades, pero también respetuoso, llamando siempre al diálogo a la sensatez y a la colaboración para el bien común y la dignificación de las personas.

Acostumbrado a los ataques, ha sido recientemente víctima de varios arrebatos oficialistas como la agresión contra un grupo de seminaristas de su arquidiócesis, quienes fueron desnudados en plena calle por activistas del gobierno, por el puro placer de degradarlos. Han intentado enlodar su reputación de mil maneras a lo largo de 17 años.

Pero nada ha funcionado contra un prelado cuya trayectoria personal los venezolanos hemos seguido desde que comenzó su labor en la región llanera del Guárico.

Luego de su nombramiento hecho público por el Papa el 9 de octubre pasado, su primer servicio religioso en Caracas lo realizó el 17 del mismo mes en una parroquia del sureste. Mons Porras aprovechó la ocasión para hablar de sus casi veinte años de amistad con Jorge Mario Bergoglio, a quien dijo conocer desde que era arzobispo coadjutor de Buenos Aires.

“Después de dos meses de elegido Papa”, narró Porras, “llegué a Roma para expresar mi enhorabuena como obispo latinoamericano a mi amigo el Papa Francisco”.

“Después del desayuno el Santo Padre me mostró el recibo y la habitación en los que reside en el Palacio Santa Marta, que de palacio realmente no tiene mucho, pues es más bien una posada”, comentó.

“Ché, ¿cómo te parece mi habitación?”, le preguntó el Papa a Baltazar Porras. “Tuve que exclamarle que la habitación del arzobispo de Mérida era más amplia que la suya”, añadiendo que la inmediata respuesta del Papa fue: “¿Y para qué queremos más? ¿Acaso tú pensaste alguna vez que ibas a ser arzobispo o yo Papa? Nosotros somos privilegiados”. Agregando: “Ser privilegiados no nos da derecho a privilegios, sino a la obligación del servicio”.

Porras es un obispo que ha destacado como académico experto en Historia Eclesiástica de Venezuela. Nació en Caracas en 1944, y es el mayor de ocho hermanos. Fue ordenado el 30 de julio de 1967. Estudió Teología Pastoral en Salamanca. También vivió en Dublín y en París. Ordenado obispo el 17 de septiembre

de 1983, en dos ocasiones ha presidido la Conferencia Episcopal Venezolana, ha sido Vicepresidente del Celam. Le tocó coordinar las dos visitas del Papa Juan Pablo II a Venezuela, demostrando una gran capacidad de organización y buen sentido de trabajo en equipo.

Con una amplia cultura y sólida formación está siempre presente en la vida universitaria compartiendo caminos y resultados de investigaciones científicas sobre nuestra realidad social y cultural. Hombre de Dios que, en la grey merideña y en todas partes se ha mostrado infatigable luchador por la institucionalidad, la democracia y los derechos humanos. Su nombramiento, además de expresar reconocimiento por las cualidades personales de Mons. Baltazar, es también signo de la preocupación del Papa por la situación de Venezuela. En un momento en que se le pide a la Iglesia acompañar el dialogo entre las partes, Francisco nombra otro cardenal para Venezuela. Podría ser un factor clave en la superación de la crisis y el reencuentro entre los venezolanos.