Por Marietha Góngora V.
El Diácono Héctor Emilio Rodríguez nació en Puerto Rico en 1952. Sus años de infancia los recuerda junto a sus hermanos en un hogar donde les inculcaron profundos valores católicos.
“Mi madre era muy católica y era de la Legión de María. Yo pertenecía a la Legión de María Juvenil y también daba catecismo”, comenta Rodríguez, quien explica que en su barrio tenían “una capilla muy linda y pequeñita”.
Cuando él tenía 17 años la muerte de su madre sacudió a su familia. “Yo estaba con mi hermano pequeño, íbamos a la escuela. Mi papá estaba emigrando a los Estados Unidos y estuvimos un tiempo viviendo solos”, recuerda.
“Mi abuela fue a verme, me trajo a Nueva York y aquí estoy”, comenta el diácono Héctor quien para entonces tenía una beca para estudiar enfermería en Puerto Rico. Aun así, decidió emprender el viaje y la aventura de empezar una nueva vida. A su llegada trabajó en diferentes fábricas.
Rodríguez, tercero de cuatro hermanos, comenta que en 1970 empezó a estudiar e
n Queensborough Community College, donde obtuvo su asociado y posteriormente ingresó a Brooklyn College, donde se graduó del programa de Ciencias Sociales y Literatura en 1974. Ese mismo año ingresó a Long Island University donde estudió una maestría en Educación Bilingüe y Urbana.
Su llamado al diaconado llegó providencialmente. “En mi iglesia había una señora llamada Marina Castillo que daba los talleres del Padre Larrañaga y yo los tomé. Ella me dijo que había otros programas más y yo le dije ‘consígame la información’”, asegura.
Pasó el tiempo y al ver que no tenía aún la información, él decidió buscarla por su cuenta. “Entonces llamé a la cancillería de la diócesis y tomé el programa de diez semanas. Allí tenía un profesor, el diácono Bobadilla, que ahora está retirado en Santo Domingo, y él entonces me dijo ‘tú tienes que entrar al Programa del Diaconado’”, dice Rodríguez, quien sirvió como catequista en la parroquia Corpus Cristi por diez años.
Luego de asistir a una sesión informativa sobre el programa, él sometió su aplicación y se dispuso a esperar. “No me llamaban y de momento me llama el Diácono González y me dice ‘qué pasa que me regresaron tu aplicación’ […] entonces volví a enviarla y fui a las entrevistas”, recuerda.
En 2008 Héctor Rodríguez ingresó al programa y al poco tiempo fue diagnosticado con cáncer en estado avanzado. “Continué con mis clases y no soy yo quien vive, es Cristo Jesús quien vive en mí y que se haga Su santa voluntad”, afirma.
“Cuando el doctor me diagnosticó vine a la clase. Yo tenía de profesor a Marcos López y él me dio una oración de San Juan de Vianney y me dijo ‘pídele a él que él te va a ayudar’. Les conté a mis compañeros y dijeron ‘no te preocupes vamos a rezar por ti’ y aquí estoy hasta la fecha de hoy”, dice Rodríguez, quien en 2013 fue ordenado diácono permanente.
Desde entonces ha servido con su ministerio a las iglesias Corpus Christi y Preciosísima Sangre en Queens, donde actualmente imparte clases de catequesis. Algunas de sus clases las da a niños autistas menores de diez años. “Yo me siento feliz con ellos, me río y a veces cuando están tristes me pongo triste también”, dice el diácono Rodríguez, quien siente una gran satisfacción de servir a estos pequeños por quienes siente un gran cariño.
Para el diácono Rodríguez poder servir a su comunidad es un privilegio que agradece a su vocación y a sus hermanos en la fe. “Yo me siento muy feliz y hasta tienen mi teléfono, entonces me llaman a mi casa y si de pronto yo no he podido ir porque estoy enfermo se preocupan por mí. Yo siento que los quiero muchísimo […] he tenido el apoyo más grande en el padre Saša Ilijić que es nuestro administrador y he aprendido muchísimo con él”, afirma Rodríguez.
“Cuando estoy libre me gusta leer mis libritos con historias de los santos o leer sobre teología”, comenta el diácono Rodríguez, quien explica que las comunidades predominantes en su iglesia son anglo, hispana, filipina y croata.