Por Marietha Góngora V.
Nery Rolando Escobar nació en Ciudad de Guatemala en 1959. Su familia era alegre, unida y numerosa pues eran once hermanos, de manera que tuvo que trabajar desde temprana edad. “Me tocó trabajar porque mi papá manejaba un bus en Guatemala y no era mayor sueldo el que tenía, éramos demasiados hermanos y los mayores tuvieron que trabajar en lo que se pudiera”.
Para ese momento él tenía site años y surgió la oportunidad de que su mamá abriera una carnicería, una idea que su esposo apoyó. Escobar recuerda que para entonces su trabajo era cortar carne y lo hacía montado en un pequeño banco para alcanzar la mesa de corte y los utensilios. Durante ocho años el negocio se mantuvo hasta que su mamá enfermó de diabetes.
Recuerda que para jugar futbol lo hacía descalza pues los zapatos eran para ir a la escuela y debían durarle todo el año escolar, hasta la próxima navidad que era cuando recibía un pantalón, una camisa y un nuevo par de zapatos.
Luego de graduarse como bachiller estudió y obtuvo un título en educación física, con el que recibió formación en todos los deportes incluida la natación. “De todos los hermanos los últimos dos tuvimos la oportunidad de sacar una carrera de educación media entonces a mí me llamó la atención educación física porque cuando tenía 11 años estuve a punto de ahogarme en el mar”, comenta Nery Rolando, quien conoció a su esposa, Nora Escobar, en la universidad y contrajeron nupcias en 1980.\
Luego de que nacieran sus dos hijos, Julio en 1982 y Ricardo en 1984, Nery decide emprender nuevos rumbos y comenzar de nuevo en los Estados Unidos al ver que la situación económica en Guatemala empeoraba cada vez más. Así él llegó a Nueva York y aquí se reunieron cuando él estuvo un poco más estable.
Su primer trabajo fue en una fábrica donde estuvo un par de meses. Luego trabajó en un parqueadero y en la noche era doorman. “Salía a las cinco de la mañana de mi casa y regresaba la casa a las doce de la noche para poder generar dinero y poder pagar un apartamento un poquito más amplio”. Entre tanto Nora también trabajaba en una fábrica cerca a casa para estar cerca y pendiente de sus hijos.
La familia Escobar asistía regularmente a la iglesia San Joaquín Santa Ana en Queens Village. “Conocimos a monseñor —Joseph— Malagreca, él era el párroco. En 1997 yo hice mi Cursillo y ese mismo año el padre me dice ‘por qué no te metes a estudiar para diácono’ entonces yo le dije ‘lo voy a pensar’”, relata.
En 2003 su hijo Julio enfermó de sus riñones y fue el inicio de una época difícil para toda la familia. Nora, quien trabajaba para una familia judía tuvo gran apoyo de ellos para que su hijo tuviera acceso al tratamiento médico especializado que necesitaba.
También en la parroquia hicieron una colecta para solidarizarse y los jefes y compañeros de trabajo de Nery Rolando recaudaron fondos para pagar los gastos médicos. Recuerda que en la empresa de construcción donde trabajaba hacía algunos trabajos para el reconocido actor y comediante Jerry Seinfeld.
“Él me preguntó ¿para qué están haciendo esa colecta? Y le dije ‘fíjense que mi hijo tiene este problema con sus riñones y los compañeros me están ayudando’. Vente, me dice. Entonces fuimos a la oficina de él y me dio un cheque por 10 mil dólares. Y me dice ‘y si hay algo más que puedo ayudar, con mucho gusto’”, recuerda Nery Rolando.
En el pasado Julio fue trasplantado con un riñón de su padre y luego uno de su hermano, los cuales lamentablemente fallaron con el tiempo. Actualmente se encuentra bien tras haber recibido, en 2019, un riñón de un donante de 22 años que falleció en un accidente de tránsito.
El padre Robert M. Robinson llegó a la parroquia como nuevo pastor y también lo animó, como lo había hecho monseñor Malagreca, a que se inscribiera en el Programa del Diaconado. Para 2010 ingresó al programa y fue ordenado diacono permanente por el obispo emérito de Brooklyn, monseñor Nicholas DiMarzio el 23 de mayo de 2015.
Desde entonces ha servido con su ministerio, además de la iglesia San Joaquín Santa Ana, en hospitales y funerarias. “Todo eso me llena de paz, poder darle esa tranquilidad también a una persona que está en sus momentos difíciles”, dice el diácono, quien junto a su esposa coordinan el programa de Rito de Iniciación Cristiana de Adultos (RICA).
“Después de que hice mi Cursillo he visto cómo la mano de Dios me ha llamado a hacer cosas que a veces en mi vida nunca había pensado que tenía la capacidad de poder conversar con alguien sobre el Señor”, asegura el diácono Escobar, quien agradece cada día estar caminando con el Señor, compartiendo la Buena Nueva para servirle a Él y a sus hermanos.