Historias

Dificultades para reintegrarse a la normalidad

La menor de mis nietas, de 8 años, ha aprendido a desenvolverse muy bien en la escuela virtual. Se siente muy segura estando en casa, y dice que no quiere volver a clases.

El otro nieto, de 10 años, ya finalmente en clases presenciales, se escondía detrás de la cámara para no prestar atención, mientras jugaba o hacía otras cosas, porque decía que no le gustaba esta manera de asistir a clases.

Juanita, de 53 años, aunque está vacunada, todavía no asiste a la Santa Misa en forma presencial porque tiene temor de contagiarse y traer el virus a su mamá de 95 años. Eso sí, todos los días asiste a la Misa Virtual y al grupo de oración en zoom.

Tomás y Ana, de 56 y 55 años respectivamente, temen reintegrarse a actividades tanto de la Iglesia como otras por temor a que el virus, muy activo en otros países, pueda entrar con otras variantes a través de las personas que llegan al país.

En cambio, Juan, de 25 años, está desesperado por reintegrarse al campus universitario.

En cuanto a la mascarilla, muchos, aunque ya puedan andar sin ella porque están vacunados la siguen usando por si acaso se encuentren con los no vacunados.

¿Cuáles son las razones detrás de cada comportamiento?

Respecto a los que tienen miedo de salir, el Dr. Arthur Bregman, psiquiatra, en un artículo de Génesis Ibarra Vásquez, publicado el 4 de abril, 2021, en El Vocero, de Puerto Rico, dice: “El rechazo a salir de casa podría deberse al temor al virus, incertidumbre o incluso ansiedad social luego de un año de aislamiento”.

Añade que ha observado este comportamiento en cerca del 20% de sus pacientes, desde enero a abril 2021. Lo comparó con las secuelas de la pandemia de influenza de 1918, cuando parte de la población comenzó a sufrir de trastorno por estrés postraumático.

De acuerdo a un estudio de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) el 49% de los ciudadanos, entre ellos adultos que ya se vacunaron contra el COVID-19, no se sienten cómodos con el reencuentro presencial después de la pandemia.

El 46% teme regresar al estilo de vida que tenían un año atrás.

La licenciada en psicología Marina Rovne, especialista en crisis de ansiedad, fobias y pánico, dice que “la incertidumbre y el confinamiento duro del año pasado en torno al COVID-19 quedó atrás, pero dio lugar a un nuevo nivel de angustia en el 2021.

Ahora, muchos sienten una sensación de cansancio, tristeza y/o hastío por la situación.

La Doctora añade que “es importante tener en cuenta que este estado anímico es una respuesta natural. Aunque la vivamos o etiquetemos como ‘negativa’ tiene que ver con una reacción sana del cuerpo ante situaciones de estrés”.

Frente a estas explicaciones de los psicólogos podemos entender el sentir de la gente, y entendernos a nosotros mismos. Pasamos un proceso de confinamiento; y ahora estamos en el proceso de salir de él.

Para ayudarnos debemos “dejar de lado los pensamientos negativos construyendo nuevas pautas dinámicas hacia el futuro”, recomienda Rovne.

Lo que es cierto para todos es que después de la pandemia no seremos los mismos. Nos quedarán marcas. Habrá personas amadas que ya no están, las secuelas físicas o emocionales de los que se enfermaron se reactivarán de vez en cuando, las cicatrices de lo vivido siguen allí; el miedo no ha desaparecido; y puede ser que a muchos, como dicen los psicólogos, los invada la tristeza y los trastornos de ansiedad pospandemia.

En cuanto a volver a la Iglesia, todos estos factores y otros influyen en la decisión de reintegrarse a ella de forma “normal”.

La persona que mantuvo conexión con su comunidad, al menos virtual, volverá más pronto que la que reemplazó las actividades del domingo por otras que ahora ocupan el espacio dominical eclesial.

¿Cómo buscarlos y atraerlos? Ese es un trabajo pastoral que requiere amor, paciencia y tiempo.

Ahora es el momento de reunir el rebaño. Necesitamos más que nunca una Iglesia en salida, como nos ha pedido tantas veces el papa Francisco; una Iglesia que busque sus ovejas desperdigadas en el mundo de las periferias existenciales en las que se encuentren.

Y como la Iglesia somos nosotros, vamos a colaborar en este proyecto de escucha, oración y paciencia.