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Para parar la inmigración, debe cesar ayuda militar a Honduras, dice jesuita

WASHINGTON (Por Rhina Guidos/CNS) — Recorrer los pasillos del Congreso de Estados Unidos es una de las últimas cosas que el padre jesuita Ismael Moreno Coto imaginó que tendría que hacer en sus funciones de su vida sacerdotal.

“Si yo no tuviera que venir, no vengo nunca”, dice el sacerdote hondureño, conocido popularmente como el padre Melo, durante una entrevista con Catholic News Service el 17 de mayo en el Capitolio de Estados Unidos, donde estuvo hablando con legisladores estadounidenses tratando de detener la ayuda militar al país centroamericano. Padre Melo considera que ese dinero contribuye a un gobierno que no solo reprime a sus ciudadanos, sino que no hace nada para detener los problemas socioeconómicos del país.

Esos problemas son la causa del continuo flujo de hondureños que buscan escapar del caos y dirigirse al norte, así que si los EEUU quiere que la inmigración pare, hay que parar el flujo de dinero a un gobierno que está empeorando esas condiciones, dijo.

La gente no emigra porque está de moda, dijo el padre a CNS, sino porque las condiciones sociales en Honduras han deteriorado.

“¿Por qué la gente se va (de Honduras)?”, pueden preguntarse algunos, dijo. “No es porque ellos quieren, sino porque se ven obligados a hacerlo”.

Muchos en Honduras, el segundo país más pobre en América Central, están desempleados o subempleados, son víctimas de extorsión y violencia de pandillas, han sido desplazados de sus casas en las zonas rurales por proyectos mineros e hidroeléctricos y otros están huyendo de un gobierno represivo, seguró el padre Melo.

“No encuentran alternativas económicas de empleo y entonces buscan el camino a Estados Unidos sin importar los riesgos y los peligros”, dijo. “No les importa si dicen que (el presidente estadounidense) Trump ha tomado nuevas medidas y nuevas leyes o que digan que el muro se ha hecho mucho más fuerte y se ha militarizado la frontera. No. Le decisión de fortalecer la frontera y la decisión de aprobar nuevas leyes no cambia la decisión que ya ha tomado la población de salir del país. Lo que aumenta es el peligro, las muertes de los migrantes en el camino, pero no cambia la decisión”.

El padre Melo se reunió con compatriotas hondureños que viven en el exterior, durante una visita de una semana en mayo a 10 ciudades en Estados Unidos que incluyó reuniones con inmigrantes amparados por el Estatus de Protección Temporal (TPS), un programa de inmigración que les facilitó a unos 57, 000 hondureños permisos de trabajo renovables y aplazar la deportación. La administración Trump anunció a principio de mayo que las protecciones para los hondureños terminarían al comienzo del 2020.

El sacerdote jesuita padre Melo junto al congresista demócrata por Massachusetts James McGovern compareciendo ante la Comisión de Derechos Humanos del Congreso estadounidense. (CNS/courtesy Sisters of Mercy)

Según el sacerdote jesuita muchos están “preocupados por el miedo de regresar a Honduras, porque tienen miedo de la violencia, miedo de la represión”, según supo luego de las reuniones que ha tenido con sus compatriotas en Estados Unidos. Compartió esos comentarios con los legisladores estadounidenses, a los que pidió que encuentren una solución para mantener a sus compatriotas en los Estados Unidos hasta que mejore la situación en su país. Si no, habrá consecuencias que también afectarán a este país, dijo.

“Lo que les dije es ‘prepárense para recibir más migrantes'”, si las condiciones en Honduras continúan deteriorándose, dijo.

“Los migrantes que vienen aquí (a los EEUU) no son delincuentes, sino gente pobre a la que se les cerró la oportunidad de vivir con dignidad en Honduras”, agregó el padre. “No son ni delincuentes ni terroristas ni narcotraficantes, y peor todavía, no son animales, como les llamó Trump. Es un pueblo que está desesperado, es un pueblo que se ha visto obligado a emigrar”.

EEUU ha estado apoyando a un grupo de hondureños que controlan el gobierno, quienes “son productores de pobreza”, según el sacerdote.
Por su franqueza, el padre Melo ha obtenido fama internacional como defensor de los derechos humanos, pero también se ha convertido en un blanco de agresiones. En enero, la Compañía de Jesús decidió denunciar públicamente “las graves amenazas” contra él, temiendo un ataque era inminente.

“Ni deseo, ni busco una muerte violenta”, le dijo a CNS. “Quienes me conocen saben que no busco que me maten. Yo quiero mucho la vida”.

El padre Melo escapó por un pelo de ser asesinado cuando dos de sus amigos, Berta Cáceres —activista hondureña defensora de las causas indígenas y medioambientales— y el ambientalista mexicano Gustavo Castro Soto, fueron agredidos a disparos durante la noche del 2 de marzo del 2016. Castro estaba de visita para un taller, hospedado en la casa de Cáceres en la ciudad de La Esperanza. Cáceres había llamado al padre Melo ese día para invitarlo a visitarlos para que pudiera pasar tiempo con Castro, su amigo mutuo.

“Véngase, Melo, véngase para que estemos con Gustavo” fueron algunas de las últimas palabras que ella le dijo, pero el padre Melo rehusó la invitación esa noche porque estaba demasiado cansado tras regresar de Nicaragua. Cuando despertó a las 4 de la mañana siguiente, vio un montón de mensajes en su teléfono y entonces recibió una llamada de un amigo.

“¿Ya sabe la noticia? Dicen que mataron a Bertita”, dijo, recordando lo que le dijeron por teléfono. “Yo respondí: ‘¿Estás seguro?’ Fue una noticia muy traumática. Éramos muy amigos”.

Cuando Cáceres visitaba la municipalidad de El Progreso, Honduras, donde él vive, ella se quedaba en casa de la madre del padre Melo o en la residencia de su comunidad religiosa. El sacerdote ha responsabilizado a menudo públicamente al gobierno por su muerte ya que ella se oponía a proyectos con respaldo gubernamental en la zona que estaban desplazando a comunidades indígenas y rurales.

Cáceres con frecuencia salía al aire en Radio Progreso para denunciar lo que ella consideraba injusticias contra los pobres e indígenas. Fue una de las dos personas asesinadas en los últimos cuatro años vinculadas con la estación radial y un centro de derechos humanos afiliado, pero muchos otros han sido amenazados, dijo el padre Melo.

“Me preocupa no solo la vida mía, pero también la vida de mis compañeros y compañeras. Somos 58 personas en la estación de radio”, contó. “Por eso he venido a Estados Unidos, a hablar de Honduras, del trabajo nuestro. Tengo la responsabilidad de proteger a quienes están luchando por los derechos humanos y la libertad de expresión”.

Las amenazas no son solo físicas sino que abarcan una campaña de desinformación contra él, sus colegas y su trabajo, dijo el padre.

Se han presentado acusaciones de porte de armas, planes de derrocar al gobierno y desorden público contra hondureños que han hablado en contra del presidente Juan Orlando Hernández y lo que ellos llaman su gobierno “ilegítimo”.

Aun cuando la constitución de Honduras limitó su presidente a un solo periodo de seis años, Hernández buscó y arrebató un segundo término al final del año pasado y empezó ese segundo término bajo una nube de críticas y demandas de renuncia. Algunos de esos críticos han sido encarcelados.

El padre Melo se ha manifestado en contra de esas detenciones y habló del asunto con los legisladores estadounidenses y el Departamento de Estado de Estados Unidos pidiendo ayuda para liberarlos.

Sus acciones en nombre de los hondureños no son sin motivos egoístas, dijo, admitiendo su miedo, no solo por lo que le pudiera suceder algo a él sino también a aquellos cercanos a él y de los que es responsable.

“De por medio están nuestras vidas, son las que están en peligro”, dijo.