La puerta trasera del coche fúnebre se abrió en la mañana del martes 8 de septiembre, revelando un embalaje de madera que contenía el ataúd del padre Gioacchino Basile.
El sacerdote de 60 años, quien murió en abril después de una breve batalla contra el COVID-19, finalmente regresaba a su Italia natal, luego de vencer montones de trámites burocráticos.
De hecho, al propio padre Basile nunca lo detuvieron los obstáculos, confesaron los feligreses.
Cerca de un centenar de personas se acercaron a darle el último adiós; la mayoría eran feligreses de St. Gabriel en East Elmhurst, Queens, donde el padre Basile fue párroco desde el año 2008.
El 8 de septiembre, muchos recordaron cómo el sacerdote jovial aceptó cada solicitud, sin importar la hora del día o si le estaban retrasando otro compromiso. Él sabía complacerlos a todos.
“La palabra ‘no’ no estaba en su vocabulario”, dijo Vivian Castillo.
“La palabra que sí conocía muy bien”, agregó Regina Domínguez, “era ‘amor’. Amaba hasta el final y siempre practicó lo que predicaba”.
Los feligreses, junto con algunos sacerdotes compañeros del padre Basile, se reunieron en la parte trasera del coche fúnebre estacionado frente a la iglesia Sagrado Corazón y San Esteban, 125 Summit St., en Brooklyn. Fue la última parada antes de que el coche fúnebre transportara el ataúd al Aeropuerto Internacional John F. Kennedy.
Los feligreses hicieron fila, esperando pacientemente para acercarse al ataúd, y algunos adultos iban acompañando a los niños. Todos hicieron una breve oración en silencio y algunos pusieron sus manos sobre la superficie rugosa de la caja de madera.
Todos los feligreses tenían el rostro cubierto con mascarillas que no podían ocultar las lágrimas que brotaban de sus ojos enrojecidos.
Las campanas sonaron para el padre Basile cuando el padre Nicholas Apollonio, párroco de la iglesia de San Gabriel, saludó a la asamblea.
“La muerte no es el final”, dijo el padre Apollonio. “Podemos ser bendecidos al saber que Gioacchino está con el Señor. Compartimos la esperanza de los hijos de Dios mientras oramos por Gioacchino y por sus seres amados. Por eso estamos aquí. El misterio de la muerte no debe asustarnos”.
Los organizadores decidieron que la despedida fuera en la iglesia Sagrado Corazón y San Esteban, en el vecindario Carroll Gardens de Brooklyn, en lugar de la parroquia del padre Basile, St. Gabriel, en Queens; porque la parroquia de Carroll Gardens queda más cerca de la funeraria Scotto Funeral Home, que era donde se encontraban los restos del sacerdote desde su muerte el pasado 4 de abril.
John Heyer II, director de la funeraria, explicó que la proximidad le ayudó a llevar el coche fúnebre al JFK a tiempo para el vuelo a Roma.
También describió cómo la pandemia global afectó enormemente a Italia, que hacía apenas unos días había revocado la ordenanza de que los vuelos internacionales aterrizaran en sus aeropuertos. Además, la pandemia suspendió los vuelos de una región a otra hasta hacía muy poco.
El 8 de septiembre fue la primera oportunidad para que el ataúd del padre Basile saliera de Estados Unidos rumbo a Italia, dijo Heyer. El vuelo a Roma iba a ser seguido por otro transporte a la ciudad natal del sacerdote de Reggio, Calabria, Italia, donde aún residen su hermana y su cuñado.
La comunidad costera se encuentra en el sur de Italia, literalmente “en la punta de la bota”, una expresión común para la península frente a la isla de Sicilia.
El padre Apollonio dijo que el funeral del padre Basile tendría lugar a finales de esa misma semana en la iglesia de St. Luke en Reggio, y que sería seguido por el entierro.
La muerte del padre Basile se produjo una semana después del fallecimiento del padre Jorge Ortiz-Garay, el primer sacerdote estadounidense que se cree que murió por complicaciones asociadas con el coronavirus.
El padre Basile ya estaba de baja médica de sus funciones como párroco en St. Gabriel cuando se enteró de que había contraído el coronavirus.
El padre Basile se formó en el Movimiento Neocatecumenal y se desempeñó como director espiritual del Seminario Redemptoris Mater en Douglaston. También ayudó como capellán en el aeropuerto de LaGuardia.