Hace casi un año, el 31 de mayo de 2017, el periódico español El Mundo publicó una entrevista del periodista Jorge Benítez con el prepósito general de la Compañía de Jesús, el padre Arturo Sosa. El intercambio terminaba con una pregunta cuya respuesta tuvo amplia resonancia en los medios católicos. Decenas de titulares en varios idiomas repetían, en esencia, el título que el sitio web católico ACI Prensa dio a su artículo sobre este tema: Para Superior General de los Jesuitas el diablo es una figura simbólica.
Unos días después, el Catholic Herald de Gran Bretaña publicaría una aclaración del vocero del padre Sosa (sin identificar al vocero por su nombre). Decía la aclaración que el padre Sosa creía lo mismo que la Iglesia ha enseñado siempre acerca del diablo. Y afirmaba que la conmoción producida se debía a que las palabras del padre Sosa habían sido citadas fuera de contexto. Afirmaba el vocero: “El lenguaje humano usa símbolos e imágenes. Dios es amor. Decir que Dios simboliza el amor no implica negar la existencia de Dios. El diablo es malo. Del mismo modo, decir que el diablo simboliza el mal no equivale a negar la existencia del Diablo”.
El contexto estaba dado en la entrevista original. Toda la cita sobre la existencia real o simbólica del diablo estaba contenida en la última pregunta de la entrevista. Decía así:
P. Para terminar quería preguntarle si cree que el mal es un proceso de la psicología humana o proviene de una entidad superior.
Padre Sosa. Desde mi punto de vista, el mal forma parte del misterio de la libertad. Si el ser humano es libre, puede elegir entre el bien y el mal. Los cristianos creemos que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto Dios es libre, pero Dios siempre elige hacer el bien porque es todo bondad. Hemos hecho figuras simbólicas, como el diablo, para expresar el mal. Los condicionamientos sociales también representan esa figura, ya que hay gente que actúa así porque está en un entorno donde es muy difícil hacer lo contrario.
Por supuesto, se hace difícil creer que el padre Sosa dijera que el diablo era un mero símbolo creado por el hombre como representación del mal. Y su vocero aclaró que nunca quiso decir tal cosa. Pero al leer su respuesta es fácil imaginar que muchos lectores pensarán que era eso lo que decía, incluso cuando la cita se lee en su contexto.
Pensando en aquella entrevista y la conmoción que causó, resulta llamativa una de las últimas secciones de la exhortación apostólica Gaudete et exsultate del papa Francisco, publicada esta semana, en la que habla sobre el diablo. Dice el Papa:
Algo más que un mito
No aceptaremos la existencia del diablo si nos empeñamos en mirar la vida solo con criterios empíricos y sin sentido sobrenatural. Precisamente, la convicción de que este poder maligno está entre nosotros, es lo que nos permite entender por qué a veces el mal tiene tanta fuerza destructiva. […] De hecho, cuando Jesús nos dejó el Padrenuestro quiso que termináramos pidiendo al Padre que nos libere del Malo. La expresión utilizada allí no se refiere al mal en abstracto y su traducción más precisa es «el Malo». Indica un ser personal que nos acosa. Jesús nos enseñó a pedir cotidianamente esa liberación para que su poder no nos domine.
Un poco más adelante en Gaudete et exsultate dice el Santo Padre:
Entonces, no pensemos que es un mito, una representación, un símbolo, una figura o una idea. Ese engaño nos lleva a bajar los brazos, a descuidarnos y a quedar más expuestos. Él no necesita poseernos. Nos envenena con el odio, con la tristeza, con la envidia, con los vicios. Y así, mientras nosotros bajamos la guardia, él aprovecha para destruir nuestra vida, nuestras familias y nuestras comunidades, porque «como león rugiente, ronda buscando a quien devorar» (1 P 5,8).
Por supuesto, podría tratarse de una mera coincidencia, pero al mirar ambos textos, y al recordar los titulares a raíz de la entrevista del padre Sosa, podría pensarse que el Papa desea superar, de una buena vez, el malentendido. A la pregunta sobre la condición simbólica o real del demonio, el Papa responde con enfática claridad: “(…) no pensemos que es un mito, una representación, un símbolo, una figura o una idea. Ese engaño nos lleva a bajar los brazos, a descuidarnos y a quedar más expuestos”.