Hay una crisis encubierta en Estados Unidos. Está sucediendo en los edificios de ladrillos rojos de las calles arboladas por las que puede haber caminado, en tiendas en las que podría haber ido de compras y en sitios online en los que seguramente ha compartido recuerdos familiares.
La crisis es el tráfico humano (personas obligadas a la explotación con fines de lucro) y el problema es prolífico. Es una crisis humanitaria sobre la que el papa Francisco no ha guardado silencio.
Todos los días, se estima que cientos de miles de niños, mujeres y hombres son traficados en los Estados Unidos. Y aunque el alcance del problema es global, a menudo se pasa por alto la parte más oscura del problema en este país.
En su esfuerzo para arrojar luz sobre este abuso hay muchos defensores, que están alzando la voz para luchar contra los conceptos erróneos que, según dicen, evitan que la nación abrace completamente la gravedad de lo que es la esclavitud moderna.
Recuerdos en el Bronx
En una noche lluviosa, Rachel Lloyd camina por una acera averiada en Hunts Point, en el Bronx. El ruido de sus tacones en el asfalto es el único sonido que llena el aire oscuro de la noche en el cementerio de la industria que alguna vez fue un destino para el tráfico sexual.
“Uno pensaría que era hora pico en la FDR”, recuerda Rachel. Señalando hacia la calle, dice: “Estaba llena de autos con hombres dando vueltas y vueltas, buscando comprar chicas y mujeres”.
Rachel conoce el trauma de la trata de primera mano. Es una sobreviviente de explotación sexual, que pudo librarse con la ayuda de una iglesia en una base aérea estadounidense en Alemania. Ahora es la fundadora de Girls Education and Mentoring Services, y durante los últimos 20 años ha estado dando la voz de alarma sobre el mundo oculto de la explotación sexual que tiene lugar en los Estados Unidos.
Rachel explica lo que las chicas han sufrido.
“Por la noche, salvo un borracho o dos, no hay nadie por aquí”, dice sacudiendo la cabeza al recordar la violencia que las chicas experimentaron y aún experimentan.
“Puedes gritar, que nadie va a escucharte”, dice ella.
“Las chicas pasaron por cosas terribles aquí”. Hace poco, recuerda, “una de mis chicas fue atacada”.
El asalto ocurrió después de que la mujer se liberó de un proxeneta, pero Rachel señala que la mujer luchó financieramente sin un sistema de apoyo adecuado que la ayudara a reconstruir su vida después de ser víctima de la trata de personas, por lo que fue arrastrada nuevamente a “esta vida”.
“Fue atacada con un machete hace un par de meses”, dice Rachel.
Según Polaris —organización nacional contra la trata de personas que sirve como plataforma para la gestión de datos para casos denunciados en los EE.UU.— los casos de trata de personas en el país aumentaron en un 25 por ciento entre 2017 y 2018.
A través de entrevistas con sobrevivientes, agentes de la ley y abogados, The Tablet pudo analizar el alcance del problema y descubrir historias de algunos de los guerreros que han dedicado sus vidas a combatir el tráfico humano.
Destruyendo mitos
Carol Smolenski, exdirectora ejecutiva de ECPAT-USA (End Child Prostitution and Trafficking), una organización que desde la década de 1990 ha trabajado con legisladores en Washington para aprobar leyes que ilegalicen la trata de personas, dice que espera que la destrucción de los mitos de la trata comience a cambiar.
“La gente no cree que este fenómeno ocurra aquí porque, francamente, somos el país más rico del mundo y nos consideramos protectores de nuestros hijos”, dice Carol.
Pero según Carol, las presas del tráfico humano son cada vez más jóvenes. “Niños de hasta 11 años están siendo el blanco de proxenetas y traficantes”, dice.
Y donde hay dinero, los depredadores buscan explotar a los vulnerables. La ciudad de Nueva York es un lugar así. Con su proximidad a aeropuertos internacionales, puertos de embarque y vías principales, la capital económica del mundo se considera una puerta de entrada y uno de los destinos más grandes para mujeres víctimas de la trata en el país.
Jessica Melton, jefa de la Unidad de Tráfico Humano en la Oficina del Fiscal de Distrito del Condado de Queens, dice que Queens es el epicentro. “La diversidad cultural y étnica junto con el acceso en nuestra geografía hacen de Queens un centro de tráfico desenfrenado, tanto sexual como laboral”, dice Jessica.
La División del FBI dedicada a los Delitos Violentos y Delitos contra Niños trabaja en el problema a diario, según Michael Osborn, agente del FBI que explicó que sus agentes recientemente formaron parte de una incursión radical llamada “Día de la Independencia”.
“Nueva York es una ciudad de tránsito”, dijo Michael Osborn. “Lo que vemos con mucha frecuencia es que las personas que no tienen un buen conocimiento del tráfico humano dirán que esta es una situación en la que tenemos una víctima cómplice. No entienden cuán vulnerable era esta víctima”.
Jessica Melton se hace eco del parecer de Michael Osborn. “Se enfocan en inmigrantes, niños, personas con pocos sistemas familiares o de apoyo social, personas con problemas psicológicos o emocionales”, dice.
En la primera línea
Mujeres católicas, como la hermana Ann Oestreich, I.H.M., que forma parte de la red contra la trata de personas, Talitha Kum, están en primera línea. Ella trabaja con sobrevivientes en todo el condado y dice que hay muchos mitos cuando se trata de entender el tráfico doméstico.
“Las víctimas se venden online”, y nada está prohibido, reconoce la hermana Anne. Ella observa un aumento en el “tráfico para la extracción de órganos [que es] muy frecuente en nuestra frontera sur”.
La hermana Ann nunca pensó que cuando se uniera a Talitha Kum estaría trabajando con la policía, políticos y organizaciones como Truckers Against Trafficking.
“La trata de personas es un esfuerzo de muy alto beneficio y bajo riesgo”, dice la hermana Ann. “Tenemos que darle la vuelta y convertirlo en una industria de muy alto riesgo y bajo beneficio”.
Enfrentarse a la industria estimada de $150 mil millones no es un trabajo fácil. Si Estados Unidos pretende cumplir el objetivo de las Naciones Unidas de eliminar el crimen para 2030, requerirá el esfuerzo combinado de las comunidades, las instituciones religiosas, las fuerzas del orden y las familias para combatir lo que el Santo Padre ha llamado un flagelo para la humanidad.
De vuelta en Hunts Point, Rachel Lloyd se detiene en lo único que queda en la calle: los restos de un auto abandonado. La cruda imagen es emblemática de la nueva tendencia peligrosa que está barriendo la nación.
Niños, mujeres y hombres comprados y vendidos online. Internet ha llevado las actividades ilícitas del tráfico humano de las calles oscuras a la web oscura.