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Elecciones del 20 de mayo: “Hoy Venezuela es un país para llorar”

El gobierno de Venezuela, a través de su brazo ejecutor electoral CNE, ha convocado a elecciones presidenciales. La ilegitimidad de origen estriba en que lo hace por mandato de la Asamblea Nacional Constituyente, órgano espúreo e inconstitucional, cuestionado por las mayorías nacionales y desconocido por buena parte de la comunidad internacional.

La Iglesia Católica también ha hablado de ilegitimidad. Lo hizo en su documento del 23-04-2018: “Ante problemas humanos de tal magnitud, se deslegitima la realización de las elecciones presidenciales, convocadas para el próximo 20 de mayo. Tal como están concebidas, sin las suficientes garantías que identifican todo proceso electoral libre, confiable, transparente, con innumerables inhabilitaciones de posibles candidatos, lejos de aportar una solución a la crisis que vive el país, pueden agravarla y conducirlo a una catástrofe humanitaria sin precedentes. Por tanto, es urgente su postergación para el último trimestre del año”.

A cinco días de cumplirse el acto electoral, los obispos reiteran: “Esta petición que hemos hecho por el bien del país, sigue vigente ante la importancia que reviste una elección presidencial. No se puede anteponer el interés de pequeños grupos políticos, ante el interés de la gran mayoría de la población venezolana. Nuevamente pedimos públicamente la postergación de estas elecciones para el último trimestre del año, aunque estemos a pocos días del 20 de mayo, día señalado para las mismas”.

Como ellos mismos lo denuncian, cada día vamos entrando en una espiral de conflictos que tiene su raíz en la crisis generalizada que se vive en el país, crisis que afecta poderosamente a las personas y a las familias más vulnerables: los pobres, los campesinos, los obreros, los enfermos, los ancianos, los indígenas y los niños. Pero no sólo son estos sectores los afectados, también la sufren los profesionales, los estudiantes y las instituciones en general.

“Esta realidad no ha sido atendida ni por el gobierno nacional ni por los gobiernos regionales, y clama al cielo el deterioro creciente que sufre el pueblo. Consecuencia directa de esto es la indiferencia ante una campaña electoral que no ha tenido emociones, ni proyecto país, ni un número considerable de seguidores. En el fondo el pueblo entiende que la convocatoria a estas elecciones ha sido hecha con tanta antelación por ventajismo e intereses políticos, además de ser ilegítima por el ente que la convocó”, puntualizan los prelados directivos de la Conferencia Episcopal Venezolana.

El Consejo Universitario de la UCAB —Universidad Católica Andrés Bello— respaldó la declaración del episcopado: “Sumamos nuestra voz a la suya para exigir la urgente postergación de esta convocatoria electoral para el último trimestre del año, en estricto apego a lo establecido en la Constitución vigente sobre lapsos y garantías”.

El 9 de mayo pasado, el Consejo Nacional de Laicos de Venezuela distribuía un comunicado: “Es ilegítima la convocatoria del Régimen a elecciones el 20 de mayo próximo, puesto que no fueron convocadas siguiendo lo establecido en la Ley. No están dadas las condiciones mínimas indispensables para un proceso justo y transparente, ni se cumplen los estándares democráticos internacionales. Lo que está en juego en estos momentos, no es sólo una elección de un Presidente, sino la vida y la existencia del pueblo venezolano, su viabilidad como nación y la paz de la República”.

Por su parte, la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Venezuela (CONVER) deploró, en un duro comunicado, las decisiones del Gobierno de Nicolás Maduro “que siguen agravando la crisis política, social y económica” que se vive en el país; al mismo tiempo, advierten a los venezolanos sobre “el peligro de darle legitimidad” al proceso de elecciones presidenciales del próximo 20 de mayo, “que no tuvo origen dentro del marco jurídico y legal, ni del sano juicio, ni de las buenas costumbres y mucho menos en las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia”.

Durante los días 11 y 12 de abril, jesuitas de la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL), conversaron en la capital panameña sobre la situación venezolana y elaboraron propuestas de colaboración con la misión del Cuerpo Apostólico de la Compañía de Jesús en la actual realidad de este país. Venezuela estuvo en el centro de sus preocupaciones. Concluyeron que, “efectivamente, existe una grave y creciente crisis sistémica en Venezuela, la cual está generando una preocupante emergencia humanitaria cuya magnitud no está siendo reconocida ni atendida interna e internacionalmente en sus proporciones reales (…) y lo más probable es que en el corto y mediano plazo se va a mantener o incrementar la emergencia humanitaria”.

De visita en España a mediados de mayo el General de los Jesuitas, Arturo Sosa, se refirió a la situación en su país natal Venezuela y quiso destacar el gran trabajo que los jesuitas y la iglesia están realizando allí, así como la gran esperanza que reside en ellos y que se expresa en muchas iniciativas nuevas que se están generando, como la de Puentes de Solidaridad, recientemente presentada en el Vaticano.

El nuevo informe de Cáritas Venezuela visibiliza que la situación alimentaria y de salud no puede ser más acuciante y requiere de atención de emergencia: “Las cifras oficiales divulgadas por el Estado muestran que entre el 2015 y el 2016, 11.400 niños murieron antes de cumplir su primer año de vida (33% más) y 65% más mujeres perdieron la vida durante el embarazo o el parto. Se ha registrado incremento en los casos de malaria reportados, reaparición de enfermedades tropicales erradicadas, carencia casi total de métodos de detección de casos de tuberculosis y deterioro sensible de la expectativa de vida de personas con VIH, de trasplantados y de pacientes necesitando medicinas de alto costo”.

Amable lector, disculpa el tono patético de estas líneas. Pero algún hermano del extranjero me ha sugerido que haga el favor de tratar de despertaros. Si quieres saber cuál es la situación de Venezuela te lo puedo decir: hoy Venezuela es un país para llorar”, se lee en el blog de un carmelita descalzo español que ruega a sus lectores no pasar por alto la dramática carta de sus hermanos venezolanos en la cual denuncian: “El dios dinero pide todo tipo de sacrificios humanos, porque aquí el ser humano vale menos que unos números en una cuenta. Y tras los bastidores del teatro burlesco del cinismo, sufre oculto un resto de Israel, con ansias en amores inflamadas (de libertad, de verdad, de justicia, de reconciliación), pueblo sufriente que se mantiene fiel a Dios, sometido a profundas tentaciones, y amenazado de la desesperanza más atroz ante la indolencia de los poderosos de turno”.

La mayoría de las organizaciones, partidos políticos e individualidades con significación pública en Venezuela se han manifestado en contra de realizar elecciones el 20 de mayo. La misma postura la mantiene el grupo de países que apoya la restauración de la democracia en el país. La razón es obvia: los puntos declarados como innegociables son, en realidad, los mismos 4 requerimientos que se colocaron sobre la mesa a lo largo y ancho de los frustrados intentos de diálogo entre el gobierno y la oposición y que el Cardenal Parolin –secretario de Estado vaticano- recordó en su jamás respondida carta al presidente venezolano Nicolás Maduro. Esa agenda es la “piedra de tranca” que gravita como una nube tóxica sobre esta consulta electoral: crear condiciones de transparencia comicial, permitir la llegada de ayuda humanitaria, liberar a los presos políticos y volver a la legalidad, a la Constitución. Nada de eso ha ocurrido, salvo la liberación de unos cuántos detenidos permaneciendo un importante número aún tras las rejas en situación deplorable.

Pueden pasar varias cosas: que Maduro resulte ganador con o sin los votos necesarios —lo que no sorprendería—; que la votación opositora sea tan contundente que impida consumar el fraude y tengan que aceptar el triunfo del contendor —lo cual es altamente improbable teniendo en cuenta que ahora sí está en riesgo la presidencia de la República—, o que, en virtud de un ataque de sensatez (de esos que asaltaban a Chávez cuando sentía la soga al cuello) enfrenten la fragilidad del piso gubernamental y se produzca algún tipo de negociación que permita la salida del tren ejecutivo, manteniendo algunas piezas del oficialismo integrando un esquema de transición que restaure los procedimientos constitucionales y abran otros caminos.