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En cumbre, obispos dicen que trabajaran por una ‘iglesia sin fronteras’

MUNDELEIN, Ill. (CNS) — Después de escuchar la historia de una inmigrante salvadoreña y su difícil situación al dejar su país de origen, obispos de Estados Unidos, Centroamérica y México reunidos en Mundelein el 2 de junio voltearon a ver a una mujer identificada como María Antonia por medio de una cámara de video.

A pesar de que estaba a miles de kilómetros de distancia, en Irving, Texas, le dieron una bendición a través de Zoom.

“Nuestro deseo es que su familia encuentre estabilidad y usted encuentre la paz y continúe experimentando el consuelo de Dios”, dijo el obispo Oswaldo Escobar Aguilar de su país de origen.

El obispo de la Diócesis de Chalatenango, El Salvador, lideró la bendición de una decena de hermanos obispos quienes pudieron constatar a través del testimonio de María Antonia la compleja realidad que discutieron el 1 y 2 de junio: violencia, desplazamiento, búsqueda de seguridad y una oportunidad para comenzar de nuevo.

En el último día de una reunión histórica de obispos y organizaciones católicas internacionales en el Seminario Mundelein en las afueras de Chicago, se discutieron los desafíos que enfrenta la iglesia mientras intentan que los católicos estadounidenses comprendan el magisterio eclesial sobre emigrantes como María Antonia.

“Necesitamos evangelizar a nuestra gente, realmente tenemos que hacerlo”, recalcó Don Kerwin, director ejecutivo del Centro de Estudios Migratorios en Nueva York. “La realidad es que no toda la iglesia está con nosotros y deberíamos ser honestos al respecto. No necesitamos mensajes tanto como necesitamos que los católicos estén en comunión con los migrantes, como muchos de ustedes han dicho”.

“Y necesitamos que los católicos sean católicos. No necesitamos que sean republicanos o demócratas o lo que sea. La iglesia realmente tiene una hermosa visión para reunir a los hijos de Dios, una visión de comunión, una visión de diversidad, una que funciona”, agregó.

Fue un sentimiento compartido por otros participantes, como la Hna. Norma Pimentel, directora ejecutiva de Caridades Católicas del Valle del Río Grande en la Diócesis de Brownsville, Texas.

A pesar de ganarse un gran respeto por su trabajo con los migrantes, la Hna. Pimentel, Misionera de Jesús, dijo que ha visto una buena cantidad de católicos a quienes no les gusta la bienvenida que les da a los migrantes, pero a pesar de eso, ella se siente obligada a llevar a cabo el mensaje del Evangelio ayudándolos.

Dijo que la iglesia ve dos tipos de católicos: “Aquellos que quieren que les digamos qué hacer, cómo ayudar (a los migrantes)” y aquellos que están “politizados, que creen que lo que estamos haciendo en la frontera está mal”.

Aun experimentando oposición, “es nuestro deber hablar”, dijo la hermana Pimental en el último día de la reunión organizada a instancias de los obispos estadounidenses para abordar las formas en que la iglesia necesita organizarse para ayudar a los migrantes, ya que es probable que aumenten sus números. como resultado de la pandemia, el cambio climático y la desestabilización política en Centroamérica.

En la misa de clausura del 2 de junio, los obispos tuvieron en mente la difícil situación de la mujer salvadoreña y de otras personas como ella. El arzobispo Gustavo Rodríguez Vega de Yucatán, México, el celebrante principal, dijo que la reunión había sido extraordinaria, inspirada y guiada por el Espíritu Santo.

“La experiencia de los migrantes es una experiencia religiosa”, dijo.

En muchos casos, los migrantes hablan de la fuerza que encuentran en el peligroso viaje hacia el norte e invocan a “nuestros hermanos y hermanas”, los santos y la Virgen para que los ayuden durante el viaje, dijo el arzobispo Rodríguez.

Muchos deciden hacer del viaje porque andan buscando algo que les dé vida, dijo el arzobispo, aunque algunos encuentran la muerte.

La reunión en la que participaron los obispos también buscaba esa naturaleza vivificante para encontrar formas de poder ayudar a los migrantes, dijo.

“Tal vez no todos están satisfechos, pero hemos conseguido algunos objetivos”, dijo el arzobispo Rodríguez.

Al final de la cumbre, muchos obispos presentes se comprometieron a implementar medidas en sus diócesis para ayudar a los migrantes, ya sea a los que van pasando por sus diócesis o los que se convierten en residentes permanentes en sus localidades.

El cardenal Michael Czerny, subsecretario para migrantes y refugiados en el Dicasterio del Vaticano para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, posa para una foto frente a la estatua de “Ángeles desprevenidos” en la Plaza de San Pedro en el Vaticano el 15 de diciembre de 2020 (CNS/ Paul Haring).

El cardenal Michael Czerny, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Vaticano, se dirigió a la reunión a través de Zoom.

“Cada uno de ustedes que participa en estas discusiones está ubicado en algún lugar: eclesial, institucional, profesional, geográficamente”, dijo. “Sus parroquias encuentran a los migrantes de muchas maneras: hay parroquias de partida, parroquias de tránsito, parroquias de llegada, parroquias de asentamiento a corto o largo plazo y parroquias de retorno”.

“La tarea pastoral incluye acoger, proteger, promover e integrar. Hay una miríada de oportunidades y desafíos para las comunidades a lo largo del camino del migrante”, continuó el cardenal. “Esta reunión tendrá éxito si cada uno realmente intenta escuchar y entender el ‘caminar en los zapatos del otro'”.

La reunión, que tuvo lugar debido al posible cambio de una política que resulte en un aumento de migrantes que ingresen al país, es una manera de enfrentar desafíos pastorales “enormes”, dijo el cardenal Czerny, pero alentó a los prelados a encontrar formas de crear una “iglesia sin fronteras”, una en la que personas que andan de paso o se queden permanentemente en otros países sientan la acogida que el Evangelio invita a los cristianos a brindar.

“Estas son algunas dimensiones del ministerio pastoral: aceptar y orientar el discernimiento de los que se van, apoyar a los que se quedan, cuidar a los que están en tránsito, buscar a los que llegan, dar la bienvenida a los retornados y liberar y rehabilitar a los que han sido víctimas de trata de personas”, dijo el cardenal Czerny.

Alentó el trabajo de ambos lados, los que reciben a los migrantes y el de los que atienden a los que enfrentan condiciones que los llevan a hacer un viaje peligroso, trabajando para abordar las condiciones que los desplazan.

“Parece que existen oportunidades significantes durante la actual administración que gobierna EE. UU. para llevar a cabo la reforma de la política de inmigración, incluidas innovaciones políticas”, dijo el cardenal Czerny, “y para promover las protecciones para los migrantes, solicitantes de asilo y refugiados, una reforma migratoria integral, compromisos más sólidos con el reasentamiento de refugiados protecciones para las personas desplazadas por el clima, abordando los impulsores de la migración, acceso equitativo a las vacunas COVID-19 en los países de origen”.

Instó a todos a dialogar con las instituciones gubernamentales.

Los participantes de organizaciones como Catholic Relief Services, la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. y otras organizaciones sin fines de lucro que estuvieron presentes dijeron que se habían acercado a funcionarios del gobierno estadounidense, dialogando con ellos en nombre de las políticas para ayudar a los migrantes.

Construir una “iglesia sin fronteras”, dijo el cardenal Czerny, significa “que las necesidades de la gente tienen prioridad sobre la nacionalidad, el interés propio y las normas convencionales”.

“Lamentamos que se erijan barreras artificiales e injustas para dividir a la familia humana y empujar a las personas a los márgenes de la vida social, económica, política (y a veces incluso de la iglesia). Aunque aceptamos fronteras nacionales como legítimas, queremos que el ministerio compasivo de la iglesia vaya más allá de las divisiones políticas”, añadió.