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“Estamos aquí para ayudar a las familias”, enfatiza Mons. Flores, obispo de Brownsville

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McALLEN, Texas — En lo que va de año, los políticos y activistas han estado debatiendo sobre si la palabra “crisis” está justificada para describir la situación fronteriza entre Estados Unidos y México. Mientras tanto, los líderes religiosos y las organizaciones han rechazado en gran medida esta definición, considerándola infundamentada, una simplificación excesiva, una herramienta política y una vía para justificar soluciones drásticas.

El obispo Daniel Flores de Brownsville, sin embargo, usa la palabra “crisis” cuando analiza la situación. Especialmente considerando la perspectiva humanitaria.

“No llamo a la capacidad del (Valle del Río Grande) para manejarlo una crisis”, puntualizó Mons. Flores. “Sin embargo, es una crisis en otro sentido, porque todas estas son familias que han estado viviendo episodios extremadamente estresantes, la mayoría de ellos, especialmente los jóvenes, están escapando de situaciones y circunstancias en su país de origen que a nosotros en Estados Unidos nos resulta muy difícil imaginar”.

La Diócesis de Brownsville cubre cuatro condados en el suroeste de Texas, esencialmente el Valle del Río Grande, que es el lugar más popular para los intentos de cruzar la frontera. La población de la región a fines de 2020 era de 1.377.861 habitantes, de los cuales 1.171.182 son católicos, según datos de la diócesis.

Por lo tanto, el enfoque católico que ha estado en el centro de la respuesta de la diócesis, se centra en las personas antes de las políticas gubernamentales o el estado migratorio de las personas.

“A lo largo de la administración de Obama, y de la administración de Trump, y ahora con la administración de Biden, la primera responsabilidad de la Iglesia ha sido responder a quienes están tocando a nuestra puerta en términos de si tiene hambre, si tiene sed, si tiene alguna necesidad, cómo podemos ayudarlo”, dijo Mons. Daniel Flores.

“No es asunto de la iglesia preguntarle a la gente cuál es su estado migratorio. Respetamos al gobierno que deberá tomar las decisiones que correspondan, pero nos preocupamos principalmente por ayudar a las familias”, continuó el obispo.

Mons. Flores señaló además que “requiere mucha cooperación” con los funcionarios locales, estatales y federales para proporcionar la ayuda humanitaria que se necesita.

El martes pasado, el gobierno otorgó al obispo Flores y a la hermana Norma Pimentel, directora ejecutiva de Caridades Católicas del Valle del Río Grande, acceso para visitar su nueva instalación para menores no acompañados en Donna.

“Tuvimos la oportunidad de ver cómo están tratando de resolver esta crisis por la que están atrevesando estos jóvenes que no están acompañados y aún son menores de edad”, dijo Mons. Flores.

A pesar de las imágenes y los informes de hacinamiento en las instalaciones fronterizas con niños, el obispo Flores y la hermana Norma explicaron que esta instalación, que se creó hace aproximadamente un mes, es un paso positivo hacia el cuidado apropiado de los menores no acompañados.

Cada uno de ellos describió la instalación como grande y espaciosa, y las condiciones como “muy buenas”. Aunque, la hermana Norma reconoció que ya se está acercando a su límite de capacidad de 1,500 personas.

Específicamente, dijeron que los niños se someten a pruebas de COVID-19 cuando llegan a las instalaciones y se aíslan si dan positivo. Una vez que el resultado de la prueba es negativo, se dividen en grupos de 50 según la fecha de llegada. A partir de ahí, dijo la hermana Norma, reciben “buena alimentación, buena ropa y la oportunidad de jugar mientras sus asistentes sociales trabajan para conectarlos con sus familias”.

“Hablamos con todos los niños y les preguntamos si los tratan bien y todos respondieron que ‘sí’. ¿Te gusta la comida? “Sí”. ¿Quieres ir a casa? “¡Sí!” Incluso más fuerte, de modo que eso demuestra que no importa lo bien que te traten. Todo lo que en última instancia quieren es reunirse con su familia“, dijo la hermana Norma.

“Eso fue algo que les recalqué a la sautoridades y dijeron que es la prioridad número uno para ellos”.

Cuando el obispo Flores habla con los funcionarios del gobierno, insiste en que atender a un joven es más que “solo asegurarse de que tenga comida y techo”, sino que también debe atenderse a “su sentido de la vida y su sentido de esperanza y su sentido de propósito y su sentido de que las cosas pueden mejorar“.

El obispo también anima a los niños a apoyarse unos a otros.

“Animo a los niños dondequiera que voy a que deben ser buenos unos con otros y animarse unos a otros y desarrollar un cierto sentido de solidaridad”, dijo Mons. Flores. “Necesitamos apelar a esos valores en la gente desde que son muy jóvenes. Esta vida es un viaje y mucho de su éxito depende de lo bien que hayas cuidado a aquellas personas que estuvieron en el viaje contigo.Así es la vida“.

En general, Mons. Flores cree que el primer paso para abordar la situación en la frontera entre Estados Unidos y México es enfocarse en la “crisis” regional centroamericana que obliga a la gente a irse. Y la “crisis” que es entonces el peligroso viaje por México.

Además, dijo, la iglesia debe continuar dando prioridad a las comunidades desatendidas en la diócesis, donde algunas familias terminan cuando llegan porque él considera que la primera responsabilidad de la iglesia es “encontrar formas de dirigirse a la persona que está frente a nosotros”.

La hermana Norma enfatizó en la importancia de que la gente reconozca que los migrantes no son menos importantes que cualquier otra persona.

“También tenemos la responsabilidad de nunca perder de vista el hecho de que se trata de seres humanos, que son personas, madres e hijos y tenemos la responsabilidad de cuidarlos adecuadamente”, dijo.

“Por tanto, mientras están detenidos, durante una respuesta humanitaria como la nuestra, o cuando los encontramos en nuestra comunidad, tenemos una responsabilidad entre nosotros como parte de la raza humana”.