Una madre de espaldas con un niño en brazos y una pequeña muy asustada, agarrándose de las piernas de su mamá, fue la portada del 19 de marzo de la Revista Time. Le acompaña el título “Ripped apart. The Cost of America’s Immigration Crackdown” (Separación desgarradora. El costo de las leyes represivas de la Inmigración de Estados Unidos). Se trata de una indocumentada con sus hijas, cuyo esposo, Alejandro, fue deportado a México. Según sus declaraciones, el hombre no tenía antecedentes penales, y en la última década trabajó recogiendo uvas, pistachos y naranjas en el Valle Central de California.
Haley Sweetland Edwards, autora del artículo, “Bye Dad, I love you” (Adiós Papá, te amo), narra cómo una mañana del mes de marzo, Alejandro se despidió de su esposa María y de sus pequeñas antes de irse a su trabajo. A cuadro cuadras de su casa, cerca de Bakersfield, California, fue detenido por dos agentes de Inmigración. Días después, con brazaletes en los tobillos, se le permitió regresar a su casa a despedirse. Fue deportado dejando atrás a Isabella, apenas empezando a hablar, a Estefanía empezando a dar sus primeros pasos, y a una bebé todavía en el vientre de su madre.
Aunque los nombres de los personajes de esta historia han sido cambiados debido al terror de ser identificados, la autora aclara que esta historia es una más entre las tantas que están ocurriendo en el país. María, la madre de esta historia, representa a las miles de madres que viven día a día con el pavor de ser separadas de sus hijos nacidos en Estados Unidos. Isabella, una de las pequeñas de esta historia, la que se prende de su madre como para no dejarla ir, representa a los más de cuatro millones de niños americanos menores de 18 años que tienen por lo menos un padre o madre indocumentado.
En el libro “Forgotten Citizens” (Ciudadanos olvidados), de Luis Zayas, quien ha hecho investigaciones académicas sobre los niños estadounidenses con padres indocumentados, se dice que la incertidumbre de perder uno o ambos padres afecta el desempeño educativo del niño, así como su desarrollo biológico. Un estudio del 2015 del Urban Institute descubrió que muchos niños de padres detenidos o deportados se deprimían, mostraban signos de deterioro de la salud y tenían mal rendimiento escolar. Una característica común entre ellos, dice Zayas, es la “super vigilancia”. Sin tener que mirar el reloj, una niña de 8 años sabrá exactamente cuánto tiempo le lleva a su madre ir de compras. “Si ella llega dos minutos tarde, su hija sufrirá de ansiedad extrema”. Incluso los niños muy pequeños, agrega, están muy conscientes de lo rápido que sus padres podrían desaparecer.
Un estudio de enero de 2017, realizado por investigadores de la Universidad de Michigan, descubrió que esa angustia puede manifestarse fisiológicamente aún en los niños por nacer. Los bebés latinos nacidos en las 37 semanas posteriores a una redada federal de inmigración en 2008 en Postville, Iowa, tenían un 24% más de probabilidades de tener bajo peso al nacer que los nacidos el año anterior. Después de nacidos, muchos padres no solicitan las ayudas que sus hijos ciudadanos necesitan y merecen, pues temen que sus nombres entren a las bases de datos del gobierno.
A María, que ahora recoge uvas para mantener a sus hijas sola, y a todas las madres que se levantan cada mañana a luchar por sus hijos, les decimos: ¡Fuerza madre! ¡Dios camina contigo y con tu familia!