Jóvenes de valor

¿Hasta cuándo?

¿TE HAS DESPERTADO preguntándote, hasta cuándo estaré en esta situación? ¿Hasta cuándo estaré sufriendo? ¿Será que Dios no me escucha? Y si me escucha, ¿por qué no responde?

Fotos: commons.wikimedia.org Anciana rezando (también conocido como La madre de Rembrandt), de Gerrit Dou, 1630- 1635.
Fotos: commons.wikimedia.org
Anciana rezando (también conocido como La madre de Rembrandt), de Gerrit Dou, 1630- 1635.

Lo mismo le ocurría a una mujer llamada Ana. No tenía hijos, y no entendía por qué Dios no se los daba. El Primer Libro de Samuel (1 Sam 1;2) nos relata lo siguiente: Elcana tenía dos mujeres: el nombre de una era Ana y el de la otra Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no los tenía.

¿Has atravesado una temporada donde parece que Dios está de vacaciones? Ana llevaba tiempo esperando por un hijo sin recibir respuesta. El esposo de Ana trató de calmar su ansiedad diciéndole: “Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué está triste tu corazón? ¿No soy yo para ti mejor que diez hijos?” (vs8)

¿Qué cambió? ¿Qué sucedió? ¿Porqué Dios contestó la oración? El secreto está en los vs 9-11

Pero Ana se levantó después de haber comido y bebido estando en Silo, y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en la silla junto al poste de la puerta del templo del Señor, ella, muy angustiada, oraba al Señor y lloraba amargamente.

Entonces hizo voto y dijo: “Oh, Señor de los ejércitos, si Te dignas mirar la aflicción de Tu sierva, Te acuerdas de mí y no Te olvidas de Tu sierva, sino que das un hijo a Tu sierva, yo lo dedicaré al Señor por todos los días de su vida y nunca pasará navaja sobre su cabeza.”

Ella cambió su manera de orar! Quizás tú también necesitas hacer lo mismo. ¿Por qué quieres lo que quieres? ¿Cuál es la motivación de tu oración? Ana quería un hijo para mostrarle a Penina que ella no era la única que podía tener hijos. En realidad Dios podía darle un hijo cuando así Él lo quisiera, pero ella no estaba preparada para recibir la bendición y mucho menos saber cuidarlo.

Quizás no es que tú estás esperando por Dios, sino que Dios está esperando por ti. Dios está esperando que cambies tu manera de orar, de esperar y de vivir. Te aseguro que si hoy en vez de decir, “Dios, ¿hasta cuándo?”, dijeras, “Dios, glorifícate”, todo cambiaría. “¡Dios, glorifícate en mi dolor! ¡Dios, glorifícate en mi tristeza, en mi casa, en mi problema!” Dios inclinará sus oídos hacia tus labios, escuchará tu oración y responderá. Si lo haces podrás al final decir como Ana:

“¡Oh, señor mío!”, dijo Ana. “Vive su alma, señor mío. Yo soy la mujer que estuvo aquí junto a usted orando al Señor. Por este niño oraba, y el Señor me ha concedido la petición que le hice.

Por lo cual yo también lo he dedicado al Señor. Todos los días de su vida estará dedicado al Señor”. Y adoró allí al Señor.
(vs26-28)

¡No te dejes engañar! ¡Dios no está ni sordo ni mucho menos dormido en el cielo! Él está sumamente atento a tu vida y a tu necesidad. ¡En el cielo no hay pánico! Dios solo espera que tu cambies tu manera de orar. Créelo.