¿QUIÉN NO RECUERDA a la figura de Herodes? Todos los cristianos conservan una imagen trágica de este personaje. En los evangelios hay memorias de horror. El mató a los niños de Belén. ¡Con qué pena escuchábamos estos episodios! Sentíamos en nuestros oídos el desgarrador lamento de los bebés de Belén. Nos recordaban la profecía de Jeremías: “Raquel que llora a sus hijos; éstos ya no están, y no quiere que la consuelen”.
Por sus amenazas de muerte, la Sagrada Familia se vio obligada a salir para Egipto.
Herodes era el malo, San José tuvo que proteger al Niño Jesús. Así lo cuenta el Evangelio de San Mateo. Y así lo canta el poeta: “La virgen va caminando / huyendo del rey Herodes. / Por el camino ha pasado / hambres fríos y dolores”. De niños, la figura de un Herodes criminal nos asustaba. Le teníamos miedo.
Hoy día, a más de dos mil años de distancia nos planteamos si esa imagen era real y no prefabricada. Si el relato de niños degollados solo servía para levantar nuestro cariño a Jesús. ¿Realmente el rey de Palestina quería derramar tanta sangre inocente? ¿Fue tan malo Herodes?
Intentaremos dar una respuesta a esta pregunta. En primer lugar, hay que aclarar de qué persona estamos hablando, pues los evangelios citan a varios políticos en la vida de Jesús llamados Herodes. En este artículo nos referimos a Herodes el Grande, al que se le acusa de la matanza de los inocentes. Cuando nace el Señor, él era rey de Palestina.
Tuvo muchos hijos de sus diez esposas. A su muerte, el emperador Augusto repartió el reino entre tres de sus hijos: Herodes Arquelao, etnarca de Judea, Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, y Herodes Filipo como indica el evangelio de San Lucas. La mención de tantos nombres crea una confusión para identificar “quién hacía qué”.
No hablamos de Herodes Antipas, también conocido en los evangelios y censurado públicamente por Juan el Bautista por haberse casado con Herodías, la mujer de su hermano. Durante una fiesta, la hija de Herodías, bailó y le gustó tanto a Herodes, que dijo a la muchacha: “Pídeme lo que quieras”. Ella le pidió la cabeza del Bautista.
Al momento, Herodes se la presentó en una bandeja.
Aunque cometió gran cantidad de crímenes, Herodes el Grande fue también un extraordinario diplomático, gran administrador y visionario constructor. Era un personaje por encima de lo común. Sus contemporáneos le llamaban “el Grande”, título merecido si no se investigaba en su vida. En todo caso fue un gran administrador en Israel.
Consiguió prosperidad para el país durante sus 40 años de reinado. Palestina se llenó de monumentos y de obras públicas. Las fiestas se celebraban con esplendor.
Inteligentemente reconstruyó la fortaleza Maqueronte, ubicada en la cumbre de una colina en la antigua Perea, al este del Mar Muerto. También construyó la torre Antonia, junto al Templo de Jerusalén.
Reedificó ciudades arruinadas como Samaria. Construyó Cesaréa Marítima, puerto comparable al Pireo.
En Jerusalén surgieron palacios como nunca vistos. Obras suyas también fueron un teatro, anfiteatro y un hipódromo. Pero su construcción memorable fue el monumental Templo de Jerusalén, edificado con enormes bloques de piedra. Su hoy día conocido como Muro de las Lamentaciones es un pequeño recuerdo de aquella grandiosa obra de Herodes.
¿Le interesa a usted conocer “las dos caras” de la moneda de Herodes?