Nuestra comunidad religiosa

Hna. Mary Ann Ambrose, CSJ: su historia de fe y fidelidad

Mary Ann Ambrose nació en 1959 en Brooklyn en el seno de una familia irlandesa con profundas raíces católicas. Ella, sus dos hermanos mayores y su hermana menor crecieron en Queens.

Mary Ann cursó la secundaria en la escuela pública y adelantó estudios superiores en St. Francis College y en St. John’s University. “La vida religiosa siempre estuvo en mi cabeza y yo trataba de acallarla pero a los 23 años me rendí”, dice la hermana Mary.

“La hermana superiora de la escuela Nuestra Señora de las Nieves, donde estudiaba primer grado, hizo una rifa de una muñeca, un libro y una tiza. Yo quería el libro, que hablaba de las Hermanas de San José. Gané el libro y cuando ella me lo entregó me dijo ‘quizá algún día vengas a Brentwood’ y en ese momento yo no tenía ni idea qué quería ella decir con eso”, recuerda la hermana.

Años después asistió a la celebración del ‘Golden Jubilee’ de la congregación Hermanas de San José en Brentwood, un hecho que gracias a la providencia, cobraría sentido para ella.

Mons. Paul Sánchez, Obispo Auxiliar de Brooklyn, entrega el Premio de Servicio a la Juventud a la hermana Mary Ann Ambrose, C.S.J., de la parroquia del Inmaculado Corazón de María, en Windsor Terrace, y Anthony Salak, de Nuestra Señora de la Esperanza, en Middle Village. (The Tablet)

Ingresó al noviciado en Seminary of the Immaculate Conception en septiembre de 1983 y, tras haber recorrido el camino para consagrarse en la Congregación Hermanas de San José (CSJ – siglas en inglés) en Brentwood (Long Island), hizo sus votos perpetuos en julio de 1990.

Durante su primera asignación la hermana Mary Ann sirvió a la parroquia de Santa Teresa de Ávila y a la escuela parroquial Espíritu Santo, ambas en Brooklyn. Posteriormente fue asignada a las comunidades parroquiales San Miguel Arcángel – San Eduardo y Santa Ana – San Jorge, que eran administradas por el mismo párroco.

Desde hace 13 años la hermana Mary Ann Ambrose, CSJ, sirve como Asociada Pastoral y Directora de Educación Religiosa en la parroquia Inmaculado Corazón de María en Brooklyn. (Marietha Góngora/ Nuestra Voz).

“El párroco me contrató para apoyarlo cuando él no estaba porque no podía estar en dos lugares al tiempo. Por ejemplo, los fines de semana él estaba en una parroquia y yo estaba en la otra y también yo era miembro del equipo pastoral. Esa fue mi primera experiencia como Asociada Pastoral y ahí es donde tú aprendes que todo debe hacerse desde limpiar el piso o ayudar a alguien a orar en un funeral”, dice la religiosa.

Con especial cariño la hermana Mary Ann habla de su paso por estas parroquias pese a que Santa Ana – San Jorge cerró en 2003 y San Miguel Arcángel – San Eduardo con el tiempo se fusionaron con la parroquia Sagrado Corazón, para que finalmente en 2008 se unieran bajo el nombre de María de Nazaret.

Desde hace 13 años la hermana Mary Ann se encuentra en la Parroquia Inmaculado Corazón de María en Brooklyn y allí sirve como Asociada Pastoral y Directora del Programa de Educación Religiosa. Además, como ella dice, se ‘asegura que todo esté en su lugar’. Allí, trabaja de la mano con el padre Ilyas Gill, párroco de esta iglesia, atendiendo asuntos pastorales y de evangelización.

Cuando la hermana Mary tiene tiempo libre le gusta salir a pasear con ‘Gracie’, su perrita que está entrenada para dar apoyo terapéutico y la lleva a centros de adultos mayores. “Ella es mi tercera mascota, los otros dos salieron en The Tablet, ¡son famosos!”, bromea y al tiempo se alegra de saber que todos en el vecindario conocen a Gracie.

A la hermana Mary Ann Ambrose, CSJ, quien tiene buen humor, es amable y siempre está presta a escuchar a la gente; le gusta leer y acompañar a sus sobrinas a sus partidos en la escuela.

Además disfruta de un buen juego de tenis y recuerda que cuando se encontraba en San Miguel Arcángel – San Eduardo, iba algún día de la primera semana del US OPEN con algunos niños y sus padres a lo que hoy conocemos como Arthur Ashe Stadium. Allí veían los entrenamientos en las canchas adjuntas donde, por un bajo precio, podían ver a estrellas mundiales del deporte blanco en plena acción a pocos metros de ellos.