ALOS 12 AÑOS, JASON CORDERO ya recibía calurosos aplausos por su talento como pianista. Muchos turistas y residentes de la ciudad de Nueva York ya habían escuchado sus impecables interpretaciones de compositores populares o clásicos como Bach, Louis Armstrong, Beethoven, Mozart o Paul de Senneville.
Jason nació en julio de 1997 en Nueva York y es hijo de padres ecuatorianos, quienes en su sexto cumpleaños le regalaron un teclado de juguete de 25 teclas. El regalo despertó el don de este pequeño para la música. Jason, hoy de 19 años, toca el violín y el piano aunque es este último el que desde el principio ganó su corazón.
Wilson Cordero, su padre, notó que el pequeño Jason tocaba algunas canciones de oído, es decir sin la ayuda de partituras, y decidió llevarlo con el pianista de la iglesia para tomar clases particulares. En 2004 comenzó a tomar lecciones formales de piano.
En su página web (thepowerofthehands. com) Jason dice que su mayor deseo es “llevar alegría, felicidad y esperanza a diferentes lugares a través de la música, exaltando y glorificando el nombre de Jesús y también continuar escalando día a día en el campo de la música”.
Así mismo agradece a Dios y también a su padre, pues gracias a “su arduo trabajo y su gran apoyo hizo posible que hoy tenga mis dos producciones discográficas. Extiendo mi agradecimiento a mi gran amigo Colin Huggins por ser una herramienta fundamental sin la cual no hubiera sido posible lograr estas metas. Como también a mi primer profesor Francisco Caba, quien plantó en mi los cimientos de la música”.
El metro de Nueva York ha sido testigo no solo del gran talento de Jason y el poder de sus manos, sino de las travesías que junto a su padre debían emprender para llevar el piano y los equipos a las estaciones donde se instalaban para que Jason tocara. No era extraño verlos vestidos iguales de traje de paño y boina. Su padre la versión adulta de sí mismo: dos gotas de agua.
En 2012 Jason asistió a las audiciones de la séptima temporada del famoso programa America’s Got Talent, donde llegó hasta la segunda ronda de eliminación sorprendiendo a todos los jueces con la rapidez de sus manos y la precisión de sus interpretaciones.
A Jason lo vi en la estación de Grand Central una noche y al escucharlo olvidé por un momento el apuro que tenía para no llegar tarde a la celebración de cumpleaños de un amigo. Jason es amable y un poco tímido, sin embargo, cuando toca su piano es evidente cuánto le apasiona su arte. “Usualmente vengo una o dos veces el fin de semana”, dijo Jason, este joven talentoso que actualmente estudia aviación en Farmingdale State College.