Crónicas del metro

José, un transformer “made in México”

José Sobrevilla_02
“Quiero hacer algo que me llene a mí también”, dice José, quien sabe que su traje le gusta a la gente porque es diferente. Ser Elmo o Spiderman nunca estuvo entre sus planes. Foto: Marietha Góngora

Crónicas de Metro es una sección de Nuestra Voz que refleja la rutina de ese mundo construido bajo las calles de la congestionada capital del mundo. Es por esto que para tener mes a mes una historia, es necesario abordar sus vagones y dejarse llevar por ese contagioso y caótico afán de miles de pasajeros por llegar a cualquier lugar.

Aquella tarde el tren 7, que de Queens conduce a Manhattan, se detuvo en Grand Central y, como siempre ocurre, los pasajeros del vagón se agolparon para salir mucho antes de que las puertas se abrieran. Frente a mis ojos la multitud se dispersó rápidamente y apareció una estructura amarilla que se movía y fue entonces cuando hice lo que todos hacemos cuando tenemos una pregunta: ir a Google. Busqué “transformer amarillo” y allí supe que se llama Bumblebee.

Me acerqué para pedirle una entrevista y entonces, luego de asentir con la cabeza, se quitó el casco y saludó con un inconfundible acento mexicano. José nació en Cali, Colombia, hace 24 años, pero cuando cumplió dos, sus padres lo llevaron a México, donde creció.

Este joven llegó hace 6 años a los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de empleo. Hoy vive en Passaic, Nueva Jersey, y aunque tiene la fortuna de tener a una tía y a sus primos en Nueva York, evidentemente extraña a sus padres. Este impresionante traje de transformer lo tiene hace 3 meses y fue diseñado y ensamblado por un grupo de tres jóvenes. Al final José participó en el proceso de pintura y ensamblaje. Según él no es muy pesado pero sí un poco incómodo por la postura que debe mantener quien lo lleva, sin mencionar las plataformas bajo sus pies que le dan una mayor altura y vistosidad.

Pero éste no fue su primer traje, pues empezó caracterizando a Iron Patriot con un traje de fibra de vidrio que un amigo suyo, que trabaja como DJ, le prestó. José bailaba en las discotecas donde su amigo se presentaba y un día se le ocurrió ir a Times Square a probar suerte.

Con el tiempo José se puso la meta de conseguir su propio traje, una tarea nada fácil, pues un disfraz de la complejidad de un transformer puede costar más de mil setecientos dólares.

“Un día estuve como Hulk y me sentí ridículo: el pantalón era dos tallas menos que la mía”, recuerda entre risas. Luego se le presentó la oportunidad de adquirir un disfraz de Capitán América el cuál contó con las modificaciones de un amigo suyo que caracteriza a Batman y que hace los trajes a mano. Fue ese mismo amigo el que asumió el reto de reproducir a Bumblebee. El proceso tardó seis meses.

José está en la calle o en las estaciones del metro todos los días y allí se mantiene de pie hasta por diez horas caracterizando a Bumblebee o a otros personajes. En las temporadas de frío él y sus amigos trabajan con botargas que son trajes como del estilo Scooby Doo y Tortuga Ninja, pues los cubren de pies a cabeza y los resguarda del intenso clima. Sin embargo, a él y a sus amigos les gustan más los disfraces de héroes y villanos.

“A la gente le gusta este traje, se asombran, toman fotos y dicen que es muy bonito y pues yo les agradezco”, comenta José, quien a veces sube al tren vestido de transformer con la caja de la colecta en una mano y las plataformas en la otra. Y es que el tamaño del traje lo complica todo, pues no le permite cambiarse en un baño.

José reconoce que no es fácil ganar dinero con este trabajo, sin embargo, prefiere ser su propio jefe luego de varias malas experiencias trabajando en restaurantes. El dinero lo recauda en una caja de cartón que permanece frente a él durante su larga jornada de trabajo. Dicha caja tiene escrito un letrero que dice “tips for gas”, es decir propinas para gasolina.

Sin embargo él se ve feliz, siempre sonríe y mantiene una actitud muy positiva. Me muestra la foto de su bebé recién nacido, lo felicito y le agradezco por su tiempo. Él se pone su casco y vuelve a ser ese mágico héroe que todos en la plataforma admiran. Y allí se queda mientras yo tomo el tren de regreso y me lleno de gratitud por haberme topado con una historia ‘tan chida’.