La jueza Amy Coney Barrett se convirtió el lunes 26 de octubre en magistrada de la Corte Suprema de Justicia después de que el Senado votara 52-48 para confirmar su nominación para reemplazar a la difunta jueza Ruth Bader Ginsburg.
La jueza Barrett es la tercera nominación a la Corte Suprema del presidente Donald Trump y con ella son seis los jueces católicos en la Corte Suprema. Su elección asegura una mayoría de 6-3 para los conservadores.
Barrett, de 48 años, es la quinta mujer elegida al más alto tribunal de la nación, pero la primera con niños en edad escolar —tiene siete. Después de la votación, el juez Clarence Thomas administró la ceremonia de juramento de Barrett durante una breve ceremonia en la Casa Blanca.
Su esposo, Jesse, sostuvo la Biblia sobre la cual ella juró. El presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, administró el juramento judicial a Barrett en una ceremonia privada en la Corte Suprema el martes por la mañana.
“Es un privilegio que me pidan que sirva a mi país en esta oficina”, dijo la nueva jueza a la audiencia en el jardín sur de la Casa Blanca, “y estoy aquí esta noche, verdaderamente honrada por esta alta dignidad”.
Barrett también afirmó que aunque los jueces no se enfrentan a elecciones ciudadanas, “seguimos trabajando para ustedes”. “Es nuestra Constitución la que establece el estado de derecho y la independencia judicial que es tan central”, agregó. “El juramento que he tomado solemnemente esta noche significa en esencia que haré mi trabajo sin ningún temor o favoritismo y que lo haré independientemente tanto de las ramas políticas como de mis propias preferencias”.
La jueza Barrett llegó a la Corte Suprema en medio de una elección presidencial polémica. Marc DeGirolami, profesor de derecho en la Universidad de St. John’s, destaca que la elección garantiza que la jueza Barrett pueda participar en cualquier decisión de la Corte Suprema con respecto a posibles disputas en la votación electoral.
Mientras que los demócratas consideran que la mayoría conservadora de 6-3 de la Corte es una desventaja para los argumentos legales sobre temas importantes para sus bases, como las impugnaciones al Obama Care, Roe vs. Wade y el cambio climático.
DeGirolami, profesor de derecho de Cary Fields y codirector del Centro de Derecho y Religión de St. John’s, dice que el historial de la jueza es de equidad, no de partidismo. Añadiendo que nada en su récord sugiere que su fe católica influiría en sus decisiones judiciales.
“Uno de mis colegas de otra facultad de derecho dice que no hay una forma católica de hacer una hamburguesa”, dijo DeGirolami. “Y aquí sucede lo mismo, no existe una forma católica de interpretar la Constitución”.
- RELACIONADA: Las elecciones y los votantes católicos
“No existe una forma católica de interpretación legal, por lo que no es como si hubiera un resultado que todos los católicos piensan es el correcto y que la jueza Barrett debería perseguir”, agregó. “Si te fijas, esta vez los senadores se mantuvieron alejados de su religión. Los temas de conversación fueron otros, la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio y cómo podría ser su voto, o sus puntos de vista sobre casos particulares de la Corte Suprema en el pasado“.
DeGirolami también señaló que si bien los católicos están preocupados por el aborto, “dudo que la elección de la jueza Barrett se traduzca en una reversión inmediata de Roe vs. Wade” —el fallo de la Corte Suprema que legalizó el derecho al aborto en Estados Unidos.
DeGirolami explicó que “Roe” podría ser impugnado de otras formas en la Corte, como por ejemplo, podría haber “mayores limitaciones con respecto al tipo de alcance de ese derecho, ya que los estados plantean cada vez más desafíos al alcance de ese derecho“.
Antes de la votación del lunes por la noche, el líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer (D-NY), atacó a los colegas republicanos y al presidente Trump por no esperar hasta después de las elecciones para reemplazar a la jueza Ginsburg.
Algo que sucedió hace cuatro años cuando al presidente Barack Obama se le impidió reemplazar al difunto juez Antonin Scalia por el juez Merrick Garland.
El líder de la mayoría, Mitch McConnell, se negó a permitir que el Senado avanzara con la nominación y dijo que la tarea debería recaer en el próximo titular del poder ejecutivo, que resultó ser el presidente Trump.
En su discurso del 26 de octubre, la jueza Barrett dijo que el proceso de confirmación le había aclarado las diferencias fundamentales entre el poder judicial federal y el Senado de los Estados Unidos.
“Y quizás el más agudo es el papel de las preferencias políticas”, dijo. “El trabajo de un senador es perseguir sus preferencias políticas. De hecho, sería una negligencia dejar de lado los objetivos políticos”.
“Por el contrario, el trabajo de un juez es resistirse a sus preferencias políticas. Sería un incumplimiento del deber entregarse a ellas”, continuó Barrett. “Una jueza declara su independencia, no solo del Congreso y del presidente, sino también de las creencias privadas que podrían influirla. El Juramento Judicial captura la esencia del deber judicial. El dictado de la ley siempre debe prevalecer”.
“Amo la Constitución y la República Democrática que establece, y me dedicaré a preservarla”, dijo la nueva magistrada.