Columna del editor

La absurda muerte de Arbery

En una tarde lluviosa de julio de 2009, en el departamento de policía de Long Branch, New Jersey, se recibió una llamada de un ciudadano alarmado. De acuerdo a la denuncia, acababa de ver a un individuo de aspecto extraño que caminaba bajo la lluvia por las tranquilas calles del barrio. El hombre, que llevaba un suéter con capucha, de pronto había cruzado la calle y se había puesto a mirar por las ventanas de una casa que estaba en venta.

Dos jóvenes policías acudieron al lugar, interceptaron al extraño, y le pidieron que se identificara. El hombre no llevaba ningún tipo de identificación. Les dijo que se llamaba Bob Dylan. Según su testimonio, era el famoso compositor de música folk y rock. Les explicó que estaba de gira y que el autobús en el que viajaba estaba aparcado cerca. Simplemente, según les dijo, había decidido esa tarde pasear bajo la lluvia.

Los policías pensaron que se trataba de un paciente escapado de un hospital psiquiátrico cercano, alguien mentalmente inestable y con delirios de grandeza. Aún así, decidieron

comprobar su testimonio antes de llevarlo a la estación. Lo sentaron en el asiento trasero del patrullero y se dirigieron al lugar que el hombre les había indicado. Efectivamente, allí había un autobús estacionado. Muy pronto salieron dos asistentes para confirmar que se trataba en realidad del legendario compositor y cantante Bob Dylan.

Ahmaud Arbery no tuvo la misma suerte.

El joven decidió salir a trotar poco después del mediodía del pasado 23 de febrero por las tranquilas calles de Brunswick, Georgia. Era una tarde soleada, perfecta para correr. Arbery vio una casa en construcción y, como había hecho Bob Dylan, se acercó a curiosear. Tres minutos después salió de la casa y siguió trotando.

Un vecino, Gregory McMichael, vio a Arbery pasar frente a su casa. Inmediatamente agarró una pistola mientras su hijo se armaba con una escopeta. Ambos se subieron a una camioneta para perseguir a Arbery. Más tarde declararían a la policía que recientemente varias casas del barrio habían sido robadas y Arbery les pareció sospechoso.

Los hombres trataron de interceptar sin éxito a Arbery dos veces con su camioneta.

La tercera vez lograron detenerlo. La escena fue captada en video por un tercer hombre. El más joven de los McMichael salió de la camioneta y confrontó a Arbery acercándose a él con la escopeta en sus manos y gritándole “¡Detente!”, mientras el padre observaba la escena desde la cama de la camioneta.

Durante la confrontación, Arbery agarró el cañón de la escopeta con que lo apuntaba el joven McMichael.

Luego de un breve forcejeo, McMichael disparó tres veces contra Arbery. El joven herido trató de escapar corriendo, pero luego de unos pocos pasos se desplomó en medio de la calle muriendo en el instante a consecuencia de los disparos recibidos.

Cuando la policía llegó a la escena, los McMichael explicaron que Arbery los había atacado. Arbery no había robado nada de la casa en construcción a la que había entrado, no iba armado y no tenía rastros de droga en su cuerpo, como confirmaría su autopsia, pero tras prestar declaraciones, los McMichael fueron dejados en libertad.

El departamento de policía corroboró más tarde que en las siete semanas previas a la muerte de Arbery no se habían reportado casos de hurto en el vecindario. Los McMichael no fueron arrestados ni acusados de homicidio hasta 71 días después, cuando el video del tercer hombre se filtró a los medios de comunicación y provocó reacciones de indignación en todo el país. Las autoridades, sin embargo, habían tenido el video en sus manos desde el mismo día de los hechos.

La muerte de Ahmaud Arbery está aún bajo investigación. Recientemente se anunció que el hombre que filmó el video ha sido detenido también y acusado de homicidio. En las próximas semanas conoceremos más detalles de lo sucedido. Sin embargo, a partir de lo que sabemos hoy es difícil no pensar que Ahmaud Arbery fue acorralado y asesinado a sangre fría y a plena luz del día, simplemente por ser un joven negro que había salido a trotar por las calles de un vecindario donde no vivía. Ese fue su crimen: ser un joven negro que iba trotando por un vecindario que no era el suyo.

¿Cómo se explica que las autoridades locales vieran aquella tarde de febrero el mismo video que ahora conocemos y concluyeran que Ahmaud Arbery, desarmado y solo, fue el “agresor” en la confrontación con dos hombres armados que lo perseguían en una camioneta?

Gregory McMichael había trabajado por años en el departamento de policía local, y se había jubilado solo unos meses antes de aquella tarde fatídica. Según reportes de prensa, esa noche la policía local informó a la madre de Arbery que su hijo había muerto cuando el dueño de una casa a la que Arbery había entrado le disparó. Las autoridades locales tenían en ese momento en sus manos el video que mostraba claramente la falsedad de esa versión de los hechos.

En agosto de 1963, en su más famoso discurso, el reverendo Martin Luther King Jr. dijo: “Tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel sino por el temple de su carácter”. Todo parece indicar, según lo que sabemos hoy, que Ahmaud Arbery no solo fue juzgado por el color de su piel, sino perseguido, acorralado y ejecutado por el color de su piel. Desde el famoso discurso de Martin Luther King Jr., los Estados Unidos han recorrido un largo camino en la lucha contra el racismo y la discriminación racial, pero es horrendo que aún sucedan pesadillas como la que apagó la vida de Arbery.

El racismo es una enfermedad moral de la que esta nación no se ha curado totalmente, como la absurda muerte de Ahmaud Arbery viene a recordarnos.