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La hipocresía según un hipócrita

No hace mucho tiempo, los argentinos, y en especial los que profesamos la fe católica, fuimos abiertamente ofendidos por nuestro electo presidente de la Nación.

El Dr. Alberto Fernández, junto a su esposa, hizo una visita a la ciudad de México y el domingo 3 de noviembre se dirigió a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, donde escribió: “inmensa alegría de poder visitar y encomendar a la Sagrada Virgen de Guadalupe el destino de nuestra querida Patria Argentina y de todos los pueblos de Latinoamérica”

Hasta aquí, podríamos pensar que se nos abre un nuevo futuro para los argentinos y todos los que habitan ese suelo bendito, pero posteriormente, en una así llamada “clases magistral” en la Universidad Nacional Autónoma de México declaró: “Yo no soy un hipócrita. Si hay algo que me complica la vida es decir lo que creo. Toda mi vida enseñé que el aborto nunca debió haber sido un delito. Y a esta altura de los acontecimientos creo que no debe ser un delito y que el Estado debe garantizar que las mujeres puedan acceder a un aborto en condiciones de asepsia. A lo largo de toda la campaña le pedí a la Argentina dejar de ser hipócrita y dejar de castigar el aborto. Y entender que el aborto es parte de la hipocresía argentina, que condena a la mujer sin recursos a tener que recurrir a practicarse el aborto en condiciones muy malas en términos de asepsia. Y con ello no solo consuma el aborto sino que muchas veces pone en peligro su vida. Y muchas veces los abortos terminan con la vida de la mujer.”

En este discurso nos enfrentamos a grandes falacias que “endulzan” el oído de los que sienten en su corazón la necesidad de luchar por los derechos de las minorías y la justicia social:

A lo largo del discurso podemos escuchar tres argumentos que se repiten sin suficiente fundamento en la realidad: La hipocresía de los pro-vida, las mujeres pobres no tienen la misma posibilidad de abortar en condiciones de asepsia como las ricas y el aborto es un problema de salud pública.

Comencemos con la primera afirmación señalada. El diccionario de la Real Academia Española define la hipocresía como fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan, mientras que su origen es del griego hypo que significa “máscara” y crytes que significa “respuesta” y por lo que la palabra significaría “responder con máscaras“. Es decir, el hipócrita no solamente no dice lo que piensa, sino que tampoco obra en consecuencia de lo que ha dicho. Ahora bien, me pregunto cuáles son las obras que el Dr. Alberto Fernández hizo como legislador de Buenos Aires o en los diez años de jefe de gabinete en favor de las mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad? Quien fue el que pasó de opositor a Cristina Kirchner y de hacer condenas mediáticas de su gestión a proponerla como su segunda en el poder?

Otra de las características fundamentales del hipócrita es la generalización, porque necesita reafirmarse o esconderse detrás de un muro de  acciones “que todos hacen”  excepto yo y los que están conmigo. Y la generalización, más allá de ser una característica psicológica es un tipo de falacia, como la de afirmar que los argentinos, al defender las dos vidas, la de la mujer y la del niño no nacido, somos hipócritas.

La segunda afirmación hecha por parte del Presidente argentino es indirectamente, que el aborto es un derecho del que se priva a las mujeres pobres, como si ellas fueran las principales interesadas en esta posibilidad. No seré yo quien le responda, sino que dejaré el lugar a Lorena Fernández, residente en la Villa 31, quien se pronunció en el debate sobre la legislación del aborto afirmando estar en contra del aborto y desafió a los presentes a ir a las villas y preguntar a cada mujer pobre si está de acuerdo con el aborto: “Estoy cansada que todas (las que promueven el aborto) se cuelguen de nosotras que somos pobres, humildes.”

Otras de las contradicciones es la protesta realizada contra el Hospital Austral por afirmar que en “ese lugar no se realizarán abortos,” el problema es que el Hospital Austral es uno de los centros médicos más costosos y exclusivos de Buenos Aires, donde seguramente no serán las “mujeres pobres” las solicitaran sus servicios para abortar.

Por último, el Dr. Fernández afirmó que el aborto es un “problema de Salud Pública”. Ya el ex Ministro de Salud de la Nación, perteneciente al partido opositor, había declarado datos falsos afirmando que el aborto era la primera causa de muerte materna, declaración que fue contrastada por la misma cartera que él dirigía, la cual había publicado sus estadísticas que indicaban que en un país de más de 20000000 mujeres son solamente 43 las mujeres que al 2016 morían por causa de abortos, sin distinguir los provocados de los espontáneos. Durante ese mismo año se produjeron 171.408 defunciones femeninas. Las primeras causas de muerte en la mujer son: Enfermedades del sistema circulatorio (51.283), Enfermedades del sistema respiratorio (33.775), Tumores (31.517), Enfermedades infecciosas (6.924) y Enfermedades del sistema urinario (6.959).

¿Es realmente un problema de salud pública? ¿Cuáles son los verdaderos intereses que están en juego? Una de las teorías fue expuesta por la productora Faro Film en una pequeño documental publicado en YouTube con el nombre: La Ruta del Dinero del Aborto.

Al final de esta reflexión me pregunto, ¿quiénes son en verdad los hipócritas? ¿Los que defienden la vida y se exponen gratuitamente a ser arrestado, censurados y agredidos por esta postura e invierten bienes personales para ayudar y sostener a las madres en situaciones de riesgo o contrariamente los que promueven el aborto como un derecho de las mujeres más vulnerables ocultando no solamente los otros intereses económicos e ideológicos en juego, sino también, las consecuencias psico-físicas de tal acto? Estos paladines de la defensa de la mujer no se han preocupado de las verdaderas causas de muerte materna ni de ayudar a las madres pobres que decidieron no abortar o, según la propia teoría, no tuvieron acceso al derecho al aborto.

Pienso finalmente, que para “no ser hipócritas” tenemos que reafirmar nuestra defensa a la vida, no solo como sacerdote, ni siquiera como un fiel católico, sino como seres humanos que somos hijos, hermanos y amigos de muchas mujeres que serán expuestas a la violencia del aborto y sus nefastas consecuencias.