Uno de los memes virales el mes pasado en internet mostraba al comediante Will Ferrell con un texto que decía: “Ya llegó la temporada de los disturbios y yo todavía no he quitado los adornos del COVID-19”.
El meme era un ingenioso comentario sobre la rapidez con que nuestro foco de atención pasó de la pandemia a las protestas que se extendieron por todo el país durante varias semanas tras la muerte a manos de la policía de George Floyd.
Las catástrofes que estamos sufriendo no tienen nada de cómico, claro está. El país se enfrenta a una crisis de salud, una crisis económica y una crisis social, al mismo tiempo. La nación ha sido estremecida hasta sus raíces. Para cualquiera que viva en este país, ha sido una de las primaveras más desoladoras de nuestras vidas.
Las protestas, revueltas y episodios de vandalismo e incendios intencionales tras la muerte de George Floyd reemplazaron a la pandemia en las primeras planas y los titulares de los noticiarios. Durante las protestas han habido muertos, han quemado autos y edificios, e innumerables negocios han sido saqueados.
Las protestas fueron el resultado de la conducta inhumana de un policía, y la aparente indiferencia de otros tres oficiales. Determinar las razones por las que las protestas, inicialmente pacíficas, devinieron en violentas revueltas, con incendios y saqueos de tiendas en algunos lugares, es más complicado.
En medio de una protesta, hay personas a las que la rabia las lleva a destruir a su paso lo que encuentran. Y hay imágenes que nos permiten presumir que algunos participantes salieron a la calle solo para saquear tiendas — en un caso famoso, varias personas llegaron a saquear una tienda de lujo en el Bajo Manhattan en una camioneta Rolls-Royce.
Es probable que otros incluso tuviesen la intención de escenificar actos de violencia y destrucción con un objetivo político no directamente relacionado con la muerte de George Floyd. Algunos revoltosos que se identifican como miembros del movimiento Antifa aprovecharon las protestas para exacerbar “la situación revolucionaria”, en el sentido leninista del término. Según Vladimir Ilich Lenin, cuando las fuerzas del orden pierden el control de la situación, los revolucionarios deben provocar el caos con la intención de hacer la crisis más radical. Es el método más expedito para cambiar el orden de cosas existentes, de acuerdo con su teoría. De modo que, para algunos, crear el caos era un objetivo político.
Otros analistas han señalado la participación de miembros del movimiento de derecha Boogaloo Boys en las protestas con la intención de generar episodios de violencia. Su objetivo —similar, aunque opuesto, al de los miembros de Antifa — era provocar el enfrentamiento entre grupos raciales en Estados Unidos.
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Quienes protestan pacíficamente contra el abuso policial y la discriminación racial son parte de una tradición inspirada en Martin Luther King Jr. En su famoso discurso sobre el “cheque sin fondo” que los Estados Unidos dieron a los afroamericanos en el momento de fundar la república, el Dr. King dijo: “En lugar de cumplir esta obligación sagrada, los Estados Unidos le han dado a la comunidad negra un cheque espurio que ha sido devuelto con una nota que dice: ‘carente de fondos’. Pero nosotros nos negamos a creer que el banco de la justicia está en la ruina. Nos negamos a creer que ya no quedan fondos en las grandes reservas de oportunidades de esta nación. Por eso hemos venido hoy a hacer efectivo este cheque, un cheque que nos permitirá recibir el don de libertad y la seguridad de la justicia”.
Los creadores del caos en las protestas no creen en “las grandes reservas de oportunidades de esta nación”. Están convencidos que el banco de la justicia está en la ruina y quieren incendiarlo.
No podemos juzgar a quienes protestan pacíficamente — que son la mayoría — junto con los que salieron a saquear la tiendas o con los extremistas de izquierda y derecha que quieren provocar el caos. Y no debemos dar razones para que esos extremistas atraigan nuevos adeptos a sus causas.
Con el regreso de la tranquilidad a nuestras ciudades tras los disturbios, la pandemia ha regresado a los titulares. Muy pronto sabremos si las multitudes que salieron a protestar provocarán otra oleada de contagio masivo. La respuesta a esa pregunta determinará el curso de nuestras vidas en los meses de verano. Si no se produce una nueva oleada de la pandemia relacionada con las protestas, el país podrá recobrar cierta normalidad antes de lo esperado. Si, por el contrario, las protestas de ayer devienen en una segunda ola de contagio, volveremos al inicio del penoso proceso por el que hemos pasado en los meses recientes.
Esperemos que la paz regrese a nuestras calles, y que la pandemia se reduzca en las próximas semanas.
Hoy, cuando se celebra el 144 aniversario del nacimiento de esta nación, su pueblo tiene ante sí los retos más arduos que ha enfrentado en al menos una generación. Y el llamado “pecado original” de los Estados Unidos vuelve a ser causa de división y muerte.
Los firmantes de la Declaración de Independencia afirmaron: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Ese es el “cheque” al que se refería Martin Luther King Jr. en su discurso. En este 4 de Julio, deberíamos hacer lo que a cada cual toca para que las famosas palabras de la Declaración de Independencia se hagan realidad para cada persona del país, cada día; y para desterrar de nuestros corazones y nuestras mentes cualquier sentimiento que lo impida. Es nuestro deber como ciudadanos y como cristianos. Todos estamos juntos en esta crisis, y no seremos capaces de superarla si no actuamos como “una sola nación, indivisible, con libertad y justicia para todos.”