
Durante los últimos 40 años, la inmigración indocumentada ha sido impulsada por la falta de vías legales para que trabajadores inmigrantes llenen empleos críticos en la economía y por el fracaso del Congreso en reformar el sistema para crear más de esas vías.
Un estudio reciente del Center for Migration Studies (CMS) describió el papel de los trabajadores indocumentados en ocupaciones e industrias de alto crecimiento en los Estados Unidos.
Al mismo tiempo, otros estudios han comprobado que la caída histórica de la inmigración —tanto indocumentada como legal— ha alterado negativamente el mercado laboral.
Mientras tanto, otro estudio halló que otorgar estatus legal a los trabajadores indocumentados podría aumentar los salarios de los trabajadores nacidos en Estados Unidos. La creencia de que la deportación de trabajadores indocumentados generará más oportunidades para inmigrantes legales y trabajadores nativos no parece estar respaldada por los datos.
El informe del CMS concluye lo siguiente:
“Las ocupaciones que dependen de trabajadores indocumentados —tanto las que requieren título universitario como las que no lo requieren— probablemente enfrenten serios desafíos para reemplazar a esos trabajadores con estadounidenses nativos, pese a que algunos políticos proponen esta solución ante la escasez laboral causada por deportaciones masivas.”
Contrario a la creencia popular, los trabajadores indocumentados están bien integrados en el mercado laboral, trabajando junto a ciudadanos estadounidenses y a otros inmigrantes legales. Ciertamente, no todo el trabajo que realizan es rechazado por los estadounidenses, pero en la práctica estos trabajadores compiten principalmente con otros inmigrantes, no con nativos. Esto se debe, sobre todo, a requisitos de idioma y educación. Rara vez desplazan a otros en el mercado laboral, pues suelen ocupar puestos vacantes por falta de mano de obra disponible.
¿En qué industrias trabajan los indocumentados? Más del 20% en construcción; 12% en servicios de alimentos; 11% en manufactura y apoyo administrativo; 10% en gestión de residuos; y 8% en comercio minorista.
Un punto que recibe poca atención es el hecho de nuestro declive demográfico como nación. La inmigración nos ha permitido apenas mantener el nivel de reemplazo poblacional. Sin más inmigración, no podremos sostener la meta de reemplazar la población a través de nuevos nacimientos y nuevos inmigrantes.
Estudios realizados sobre quienes fueron legalizados bajo la Ley de Reforma y Control de la Inmigración de 1986 (IRCA) mostraron que las personas recién legalizadas tuvieron un efecto positivo en los salarios de otros inmigrantes y trabajadores estadounidenses. Su estatus legal y su presencia en diversas industrias otorgaron mayor poder de negociación a todos los trabajadores dentro de esos mismos sectores.
Hace dos meses, Peggy Noonan —reconocida comentarista republicana y crítica de la inmigración ilegal— escribió una columna en The New York Times. La concluyó diciendo:
“La frontera parece estar cerrada; la hipervigilancia ya no es necesaria. … Dejen de atacarlos. Basta y desistan. Atrapen a los malos, no a los buenos.”
Se presume que la Sra. Noonan fue quien redactó el discurso de Reagan de la “Luz en la colina”, que dio a Estados Unidos credibilidad como faro de esperanza para el mundo. Aún no es tarde para encender nuevamente esa lámpara, legalizar a los trabajadores inmigrantes y evitar el costo y la degradación moral de las deportaciones masivas.
