CARACAS—. La marcada polarización que impera en Venezuela, debido a la crisis política y social más abrumadora de que se tenga noticia, ha llevado a mostrar actitudes francamente intolerantes y, como suele ocurrir cuando ese es el talante, carentes de fundamento. Una de ellas toca al propio Papa Francisco. Los más absurdos señalamientos parten de un fake, de esos tan de moda hoy en las redes sociales, según el cual el Papa no se ocuparía de Venezuela.
En rigor, las respuestas corresponden a los venezolanos, especialmente al liderazgo político —tan incomprensiblemente arisco a la unidad y la coherencia de cara a semejante situación— enfrentar. El Papa no puede hacernos la plana lo que, a todas luces, parecen aspirar algunos.
Pero el Santo Padre, ciertamente, ha puesto sus mejores oficios, no sólo enviando una representación de la Santa Sede a facilitar un intento de diálogo —implosionado, no hay que olvidarlo, por las propias partes—, sino que, contra la costumbre, ha mencionado en diversas ocasiones el caso de Venezuela desde el balcón de la Plaza San Pedro enfatizando su preocupación de pastor y solicitando oraciones por nuestro país.
Además de eso, el Papa Francisco ha tomado decisiones que le corresponden y reflejan, para todo el que lo quiera apreciar, una sensibilidad especial para con la situación que vivimos los venezolanos, una solidaridad activa y un espaldarazo a la Iglesia Católica local, que ha venido desempeñando un papel singularmente acertivo, acompañando al pueblo en sus angustias y sufrimientos.
El “modus vivendi” que rige actualmente las relaciones entre el Estado venezolano y la Santa Sede establece que los nombramientos episcopales están supeditados, aunque las propuestas vengan de Roma, al visto bueno del gobierno. En caso de no haber acuerdo, el Papa podría designar libremente a un Administrador Apostólico con plenos poderes en la diócesis. Conociendo los reparos del régimen de Maduro con ciertos nombres que Francisco tenía en mente, decidió, de una vez, nombrarlos Administradores Apostólicos para las sedes vacantes.
El primer caso fue el del Cardenal Baltazar Porras Cardozo, arzobispo de Mérida, personaje nada grato para la “nomenklatura” socialista, ahora Administrador Apostólico de Caracas. Recordamos que este fue el obispo cuya presencia Hugo Chávez solicitó la noche del 11 de Abril, cuando se produjo su abandono del cargo a causa de una masiva protesta que llevó a la calle casi a un millón de venezolanos. En medio de aquél maremágnum Chávez, detenido en Fuerte Tiuna y en manos de militares adversos, temía por su vida y apeló al prelado para garantizarla. El Obispo acudió, como era su deber. Más tarde, proferiría los más inimaginables insultos en su contra. Creado cardenal por el Papa Francisco en 2016 y ante la renuncia por razones de edad del Cardenal Jorge Urosa, Baltazar Porras conduce desde hace unos meses los destinos eclesiales de la capital venezolana.
Mucho más reciente es el nombramiento de Mons Víctor Hugo Basabe como responsable de la diócesis de Barquisimeto. Este obispo causa escozor en los medios oficialistas. Su homilía en la Misa de la devoción más multitudinaria entre los venezolanos, la Virgen de la Divina Pastora, denunciando las penurias de este pueblo, fue el detonante para que Nicolás Maduro convocara una cadena de radio y televisión donde llegó al extremo de amenazar a Mons. Basabe —obispo titular de san Felipe, estado contiguo— con hacerlo preso. El asunto no se ha materializado pero la advertencia sigue vigente. Mientras tanto, Mons. Basabe colecciona “visitas” delincuenciales a su casa: lleva 17 incursiones del “hampa común”, la última de las cuales sorprendió a su madre y hermana presentes. En realidad, se trata de un amedrentamiento continuado, pocas veces practicado con tanta saña y desfachatez. Desde hace tres semanas, por decisión de SS el Papa Francisco, es obispo del lugar desde donde pronunció las palabras que lo pusieron en la mira del régimen.
Edgar Peña Parra es un arzobispo de la Iglesia católica y el primer venezolano nuncio apostólico de la Santa Sede. Ejerciendo la representación diplomática del Vaticano ante Mozambique fue designado por el pontífice como nuevo sustituto de la Secretaría de Estado en agosto pasado. Monseñor Peña Parra, de 58 años de edad, “ha criticado la persecución de opositores venezolanos y la corrupción del poder” y es un arzobispo abierto defensor de la disidencia venezolana quien, desde ayer, es el N°3 del Vaticano. Hace pocas semanas, recién conocida su designación, estuvo en Venezuela y visitó el Zulia, su tierra natal. Fue recibido por los directivos y el personal del diario “Panorama”, emblema de la región, donde la Presidenta del grupo editorial, Patricia Pineda, le dijo: “Esta noticia, como se lo transmití recientemente en una carta, la reciben el país, y muy especialmente, el Zulia como un bálsamo en medio de tanta dificultad”.
Esos son los gestos del Papa Francisco para con esta Venezuela que sufre. Nunca tantos para con un solo país en tan poco tiempo. A buen entendedor….