Noticias

Marea verde desborda Concatedral de San José

BROOKLYN, Nueva York—. HACE UNOS AÑOS el padre Jorge Ortiz, director del Ministerio Mexicano de Brooklyn y Queens, “amenazaba” a Mons. Nicholas DiMarzio, obispo de la diócesis, con que la próxima celebración de la Virgen de Guadalupe la tendrían que hacer en el Bar- clays Center, casa de los Brooklyn Nets… y cada año su broma se acerca más a la realidad.

En apenas seis años, lo que comenzó siendo una discreta celebración guadalupana —iniciada por Mons. Octavio Cisneros, Obispo Auxiliar y Vicario de Asuntos Hispanos de la diócesis—, se ha convertido bajo la organización del Ministerio Mexicano, dirigido por el padre Jorge Ortiz y su coordinador Elimelec Soriano, en una de las más masivas y pintorescas festividades de la Patrona de México y Emperatriz de América quizás de todo el estado de Nueva York.

Esta vez, como en los últimos cuatro años, en que se ha realizando en la Concatedral de San José, en Prospect Heights, la marea verde de fieles devotos de las 35 parroquias de la diócesis que participan en la Carrera Guadalupana abarrotó la iglesia y las calles aledañas durante las cuatro horas de celebraciones.

Desde las 10:30 de la mañana, los participantes del 6to Peregrinaje Anual de la antorcha y misa del Ministerio Mexicano en honor a la Virgen de Guadalupe fueron recibidos en la Concatedral por una banda de Mariachi, y tras la bienvenida oficial del padre Jorge Ortiz disfrutaron de las danzas del Ballet Folclórico Nueva Juventud.

Durante la hora previa a la Solemne Eucaristía, los participantes, en su mayoría adolescentes y jóvenes, escucharon una catequesis de la profesora María Concepción Castillo y una exhortación a la vocación sacerdotal del padre Jason Espinal, así como disfrutaron de las tradicionales Mañanitas a ritmo de Maria- chi y una segunda danza del Ballet Folclórico.

La misa del mediodía estuvo presidida por Mons. Nicholas DiMarzio, acompañado de una veintena de sacerdotes y diáconos de la diócesis. Durante la homilía, Mons. Octavio Cisneros hizo un panegírico sobre la Virgen de Guadalupe, hablando de su importancia en la evangelización y el carácter singular y autóctono de esta devoción que comenzó con la aparición de María al indígena Juan Diego en la colina del Tepeyac en el año 1531.

Citando la palabras de San Juan Pablo II en Ecclesia in America, Mons. Cisneros recordó la importancia de la Virgen Perfecta en la evangelización: “Y América, que histórica- mente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido ‘en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, […] en Santa María de Guadalupe, […] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada’ ”.

Siguiendo la tradición, un fiel despliega su tilma frente a Mons. DiMarzio, y le entrega una flor, como hiciera San Juan Diego frente al incrédulo obispo franciscano Fray Juan de Zumárraga, en 1531. (Joaquín Badajoz/ Nuestra Voz)

Rostro mestizo que expresa la unidad de Europa y América. “María tiene el rostro de todos. María no tiene el rostro de indígena ni de europea, sino mestizo. Ella expresa la unidad de todos los pueblos”, observó Mons. Cisneros”. Otro signo importantes es su pro- pio nombre: “Guadalupe, que significa cause de agua. Ella no es agua, sino la que lleva el agua de vida que es Jesús. Ella no es luz, sino lámpara. María es cause y lámpara. María es la eucaristía viva, la que llevó en su vientre el pan de vida”, dijo Mons. Cisneros. De ahí su rol central en la historia de nuestra fe, al invitarnos a todos a llevar el mensaje de su hijo, “porque María es cristocéntrica por naturaleza. La devoción a la Virgen de Guadalupe no puede ser devoción de un día sino aceptación a su invitación de ser discípulos y misioneros, evangelizadores. El nombre es guadalupanos, pero tenemos un sobre- nombre: discípulos —seguimos a Dios— y misioneros — porque llevamos a otros al encuentro con Jesús—. Ese es el papel del laico en la nueva evangelización. Por eso María se comunica con un laico, con Juan Diego”.

Mons. Cisneros también recordó las palabras de Msgr. Eduardo Chávez, uno de los principales expertos guadalupanos, cuando decía que lo que sucedió en el Tepeyac hace casi 500 años “no es tanto una aparición de María sino un encuentro con Jesucristo”.

Al terminar la eucaristía, antes de la bendición, Mons. DiMarzio prometió a los fieles seguir luchando hasta conseguir una reforma migratoria justa para todos. Luego, junto a Mons. Cisneros, encendió las antorchas que los participantes llevaron de regreso corriendo a sus respectivas parroquias en la Carrera Guadalupana, que como decía Mons. Cisneros en su homilía, “no se trata de otra actividad atlética ni de un despliegue de fortaleza… Correr por las calles de Brooklyn y Queens con la antorcha es proclamar a todos que Cristo es la luz que ilumina nuestras vi- das. Que yo que llevo esta antorcha soy discípulo, sigo esta luz e invito a los que la ven, porque soy misionero, a que la sigan. Llevar la antorcha es proclamar que son jóvenes del Adviento. Hombres y mujeres que anuncian que Cristo vendrá para vencer la soberbia del hombre”, concluyó Mons. Cisneros.