CIUDAD DE MÉXICO (Por David Agren/CNS)—. El clero de la Arquidiócesis de Managua, Nicaragua, tenía planeado orar por la paz el 21 de junio, pero los obispos, incluido el arzobispo Waldemar Sommertag —nuncio apostólico ante Nicaragua— y unos 30 sacerdotes de la capital, decidieron viajaron a la ciudad de Masaya, lugar de protestas contra el presidente del país y donde policías y paramilitares han sido acusados de atacar y asesinar a la población civil.
“Quiero hacerle un llamado a quienes han venido a matar a esta ciudad, quiero hacer un llamado a los que están como francotiradores, a los que están en la rotonda las flores queriendo matar, quiero hacer un llamado a Daniel Ortega (el presidente) y Rosario Murillo (su esposa y vicepresidente) ni un muerto más en Masaya”, dijo el obispo auxiliar Silvio Báez Ortega a la población local frente a la iglesia San Sebastián.
“El dolor en Nicaragua es grande”, dijo el obispo Báez. “Un pueblo desarmado está siendo masacrado. Las ciudades están en manos de bandoleros”.
Los religiosos celebraron Misa y organizaron una procesión eucarística por las calles de la ciudad, cruzando barricadas y lugares de ataques anteriores mientras le oraban a Jesús en el Santísimo Sacramento. Las campanas de la ciudad repicaron para recibirlos, cambiando el sonido de las campanas que advierte a la población cuando llegan policías o paramilitares.
El cardenal Leopoldo Brenes Solórzano de Managua entró al puesto de mando policiaco y habló con un comisionado acusado de dirigir ataques contra civiles.
También le entregó una lista de detenidos que él quería que fueran liberados. El comandante prometió un paro a los ataques contra personas civiles pero el cardenal Brenes prometió “visitarlo otra vez” si no cumplía.
Los pobladores salían en multitudes y algunos se arrodillaban al pasar la procesión. En palabras del diario de la oposición, La Prensa, los obispos “detuvieron otra masacre”.
La policía antimotín había sido enviada a Masaya ese día, pero “cuando se enteraron que los obispos iban hacía allá se retiraron”, dijo padre Víctor Rivas, secretario ejecutivo de la Conferencia Episcopal de Nicaragua.
La violencia ha envuelto a Nicaragua durante dos meses mientras los ciudadanos protestan contra una reforma que se ha propuesto al sistema de seguro social del país. Las manifestaciones fueron contestadas con represión policiaca, pero estas se propagaron rápidamente según aumentaban las exigencias de destitución de Ortega y Murillo.
Más de 200 muertes se han registrado en Nicaragua desde el 18 de abril, según observadores y grupos de derechos humanos.
Los sacerdotes de Nicaragua le han dado apoyo moral y espiritual a los manifestantes y a la población, dijo padre Rivas añadiendo que ellos han actuado como mediadores, interviniendo en los casos de los desaparecidos y permitiendo que las iglesias fueran usadas para atender a los heridos.
La Conferencia Episcopal de Nicaragua ha convocado a un diálogo nacional, pero las conversaciones no han avanzado por falta de consenso. “Lo que el gobierno ha prometido no lo ha cumplido… El gobierno condena la violencia, de la fuente que sea, pero en realidad ha sido el que ataca”, declaró el padre Rivas.
Para terminar con la crisis, la conferencia episcopal ha propuesto realizar elecciones en abril de 2019 y reemplazar a los miembros de una autoridad electoral considerada pro gobierno.
Ellos (el clero) son los únicos que pueden garantizar la paz, “porque son la única institución del país que la gente cree que podría ser imparcial”, dijo Rick Jones, diputado del director regional para solidaridad y justicia global de Servicios Católicos de Socorro para América Latina y el Caribe.